domingo, 8 de febrero de 2015

Calle del Conde de Romanones


Calle del Conde de Romanones


La calle del Conde de Romanones une las plazas de Jacinto Benavente y Tirso de Molina.

La calle toma el nombre de Álvaro de Figueroa Torres, más conocido por su título de conde de Romanones, (Madrid, 9 de agosto de 1863 - id., 11 de septiembre de 1950) que fue un político español.
Se inició en la política como concejal en 1890 y alcalde-presidente  del Ayuntamiento de Madrid en dos periodos: entre 1894 y 1895 y entre 1897 y 1899.

Fue presidente del Senado, presidente del Congreso de los Diputados, varias veces ministro y tres veces presidente del Consejo de Ministros durante el reinado de Alfonso XIII. Formó parte del Partido Liberal de Sagasta y Canalejas. Ostentó el título de I conde de Romanones.

El conde de Romanones representó el prototipo de político palaciego, maniobrero, de escasos escrúpulos y titular o valedor de poderosos intereses económicos. Gracias a ello y al cultivo de las influencias personales, su cacicazgo se extendió por varios lustros en la provincia de Guadalajara. Romanones fue elegido diputado de forma ininterrumpida desde 1886 hasta 1936, y amplió los beneficios de este control político incontestado a sus familiares más directos. Como decía el chascarrillo "no se que partido va a ganar las elecciones, solo sé que Romanones saldrá elegido por Guadalajara". Otra anécdota: en una elección en Guadalajara su oponente ofreció tres pesetas a todo el que le votara. Romanones ofertó cambiar las tres pesetas por un duro a todo el que cambiara su voto, y se llevó "el gato al agua", perdiendo su oponente la votación y las tres pesetas.

Entre los avances sociales que su gobierno aprobó se puede citar que en 1901 incorporó los sueldos de los maestros al presupuesto estatal y que el 3 de abril de 1919 firmó el decreto llamado "de la jornada de ocho horas".

Aunque católico, Romanones se consideraba enemigo de la intransigencia religiosa y de la influencia del clero y fue muy contestado por la Iglesia y sus altas autoridades (el obispo de Tuy, por ejemplo), sobre todo tras la promulgación de la Ley de Matrimonio Civil cuando formaba parte del Gabinete de Montero Ríos de 1905, en la que no se obligaba a los que se casaban a declarar su religión. Reanudó las relaciones con el Vaticano pero continuó manteniéndose partidario de la separación entre Iglesia y Estado y aunque firmó acuerdos muy favorables con la Iglesia, era celoso partidario de que el poder religioso no pudiera influir sobre el poder civil en modo alguno (a través de la llamada "Ley del candado" de 1910).

Desde los nueve años, cuando cayó de un coche de caballos, sufrió de una cojera permanente. Esta minusvalía fue vista inmisericordemente por todos sus caricaturistas. Mantuvo a sus expensas durante muchos años un pabellón de asistencia para niños cojos a los que se les costeaban las prótesis necesarias.

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