lunes, 30 de marzo de 2015

Plaza Mayor

Plaza Mayor

La plaza Mayor es, sin duda, el espacio público más carismático, histórico y visitado de Madrid. Está situada en lo que actualmente es el Centro y a pocos metros de la Puerta del Sol

Es una plaza porticada de planta rectangular, de 129 metros de largo por 94 metros de ancho, que está completamente cerrada por edificios de viviendas de tres plantas, con 377 balcones, dispone de diez puertas de acceso a las calles que la circundan. Tiene 114 arcos incluidos los de acceso, 76 buhardillas y 4 torres.

En el centro del lado norte de la plaza se levanta la Casa de la Panadería y enfrente de ella, en el lado sur, la Casa de la Carnicería. En los soportales, sostenidos por pilares de granito, se alojan numerosos comercios de hostelería, por ser un importante punto turístico de Madrid, así como tiendas de coleccionismo, filatelia y numismática.

Los orígenes de la plaza se remontan al siglo XVI, cuando en la confluencia de los caminos (hoy en día calles) de Toledo y de Atocha, a las afueras de la villa medieval, se celebraba en este sitio, conocido como «plaza del Arrabal», el mercado principal de la villa, construyéndose en esta época una primera casa porticada, o lonja, para regular el comercio en la plaza.

Dispone de diez accesos, seis de ellos a través de grandes arcos que se abren a las siguientes calles: del 7 de Julio y de Felipe III al norte; de la Sal y de Gerona al este; de Toledo al sur; y de Ciudad Rodrigo al oeste. Existe un séptimo arco, situado a la izquierda de la fachada de la Casa de la Carnicería, que no coincide con salida alguna de la plaza. Y un octavo arco a la izquierda de la fachada occidental, de menores dimensiones, que tampoco coincide con salida alguna. Tres accesos no coinciden con arco alguno: calle del Arco de Triunfo al norte; de Zaragoza al este; y de Botoneras al sur. El décimo acceso, tal vez el más conocido, es el Arco de Cuchilleros (calle de la Escalerilla de Piedra), en la esquina suroeste, pero este arco no es visible desde la plaza. 

En 1580, tras haber trasladado la corte a Madrid en 1561, Felipe II encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, comenzándose el derribo de las «casas de manzanas» de la antigua plaza ese mismo año. La construcción del primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, comenzaría en 1590 a cargo de Diego Sillero, en el solar de la antigua lonja. En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quién concluirá la plaza en 1619.

domingo, 8 de marzo de 2015

Calle del Marqués de Valdeiglesias

Calle del Marqués de Valdeiglesias

La calle del Marqués de Valdeiglesias se encuentra entre la Gran Vía y la calle de las Infantas.

Primero se llamó calle de las Torres por las dos altas torres con escudos y trofeos que había en la casa de Juan García de Figueroa, embajador en Persia en 1618.

Desde 1902 recibe el nombre de Marqués de Valdeiglesias, en recuerdo de Ignacio José Escobar y López Hermoso (1822-1887), primer marqués de Valdeiglesias y director del periódico La Época así como diputado, Consejero de Estado y Vicepresidente del Congreso.
El Marquesado de Valdeiglesias es un título nobiliario español creado el 28 de junio de 1879 por el rey Alfonso XII durante la Restauración borbónica en España a favor de Ignacio José Escobar y López-Hermoso, Viejo y Martínez, Diputado a Cortes, Consejero de Estado de España.

Calle del Clavel

Calle del Clavel

La calle del Clavel se encuentra entre la calle del Caballero de Gracia y la calle de las Infantas.

Cuenta la leyenda que cierta tarde en que el rey Felipe III y su mujer, la reina Margarita de Austria, daban un paseo por la zona, quisieron entrar a ver el convento de la Concepción Francisca, fundado por el Caballero de Gracia y situado en esta calle.

Lo encontraron tan pequeño que a los pocos días volvieron junto con el duque de Lerma, el recién nombrado arzobispo de Santo Domingo, el alcalde de la villa y el propio Caballero de Gracia para tratar de obtener las dos casas contiguas que, curiosamente pertenecían al alcalde y al arzobispo, y poder así agrandar el convento.

Entonces el Caballero de Gracia se ofreció a regalar otra casa y el duque de Lerma, para no ser menos dijo que él daría un amplio y nuevo lugar para las monjas. Como no se ponían de acuerdo, la reina se agachó y cogió cuatro claveles de una mata que había en la huerta y entregó una flor a cada hombre, comprometiéndoles de esta manera a que cada uno contribuyera a la ampliación del convento.

Según otros autores, fue la madre abadesa la que entregó los claveles en lugar de la reina, pero la leyenda es la misma.

Calle de las Infantas

Calle de las Infantas

La calle de las Infantas transcurre entre la calle de Fuencarral y la Plaza del Rey.

El nombre de la calle aparece ya en el Plano de Texeira (1656) y supuestamente proviene de un tablado que se puso en el lugar para que, en el siglo XVII, las infantas María y Margarita (la de Las Meninas), vieran pasar una procesión encabezada por su padre, Felipe IV.

Durante la Revolución de 1868 se llamó calle de la Marina Española, y en la Guerra Civil calle de Rosalía de Castro.

El primer tramo, entre las calles de Fuencarral y de Hortaleza, tuvo antes de pertenecer a Infantas su propio nombre, calle del Piojo, y el tramo comprendido entre la calle Marqués de Valdeiglesias y la Plaza del Rey se llamó calle de las Siete Chimeneas.

Calle de Hortaleza

Calle de Hortaleza

La calle de Hortaleza se encuentra entre la Gran Vía y la plaza de Santa Bárbara.

El nombre se debe a que este era el antiguo camino que conducía al pueblo, hoy distrito, de Hortaleza que fue anexionado a Madrid en 1950.

Este municipio debía su nombre a las hortalizas que llevaba a vender a Madrid, aunque en un documento de 1361 figura como Fortaleza. 

Calle de Muñoz Torrero

Calle de Muñoz Torrero

La calle de Muñoz Torrero se encuentra entre la calle de Valverde y la calle del Barco.

Esta calle se abrió en 1864 en el solar del convento de San Basilio y está dedicada al sacerdote y político Diego Muñoz Torrero (1761-1829) que fue diputado en las Cortes de Cádiz se le considera el principal artífice del fin de la Inquisición española y uno de los máximos defensores de la libertad de expresión escrita.

Perseguido por Fernando VII por haber firmado la Constitución de 1812, murió en Portugal en 1829 a consecuencia de los malos tratos sufridos en las prisiones donde fue recluido.
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Dice Pedro de Répide de esta calle:

MUÑOZ TORRERO: De la calle de Valverde a la del Barco, b. de Muñoz Torrero, d. del Centro, p. de San Martín. 

Esta calle, que tiene la particularidad de carecer de tránsito rodado, fue abierta en 1864, al construir la Sociedad La Peninsular un grupo de casas sobre el solar del antiguo convento de los Basilios. 

D. Diego Muñoz Torrero nació el año 1761 en Cabeza del Buey, y murió en 1829 en la torre de San Julián de la Barra, en Lisboa. Fue canónigo, catedrático y rector de la Universidad de Salamanca. Fue su voz una de las más elocuentes de las Cortes de Cádiz, donde abogó por la libertad de imprenta y clamó contra la Inquisición. Perseguido por la Restauración fernandina, hubo de ser propuesto en 1820 para el obispado de Guadix por los constitucionales triunfantes; pero no obtuvo el asentamiento de 
Roma. Al vencer de nuevo los absolutistas, vióse precisado a huir de España, y refugiado en Portugal no halló el seguro asilo que buscaba, pues fue víctima de la identidad de circunstancias históricas en que se encontraban ambos países, y sufrió de los miguelistas la prisión y el martirio. 

Sus restos fueron trasladados en 1864 a Madrid, recibiendo sepultura en el panteón de la Libertad, así llamado con más exactitud de la que parece, y que desde su emplazamiento en el cementerio de San Nicolás, ha pasado a un ángulo del patio de Atocha. 
Diego Muñoz-Torrero y Ramírez Moyano (Cabeza del Buey, Badajoz, España, 21 de enero de 1761 - Oeiras e São Julião da Barra, Portugal, 16 de marzo de 1829) fue un sacerdote, catedrático y político español que tuvo un destacado papel en la elaboración de la Constitución española de 1812. Como diputado de las Cortes de Cádiz fue el principal artífice del fin de la Inquisición española y uno de los máximos defensores de la libertad de imprenta.

Trayectoria académica
Era hijo de Diego Antonio Muñoz-Torrero, boticario y maestro de latín, con quién estudió hasta su ingreso en la Universidad de Salamanca, a los 11 años, para estudiar allí Teología y Filosofía. Se ordenó sacerdote y fue nombrado en 1784 catedrático de Filosofía en la Universidad de Salamanca, formando parte desde entonces de un grupo de profesores y alumnos que emprendió una importante renovación de la enseñanza. En 1787 fue nombrado por unanimidad rector de la Universidad de Salamanca.

Durante su ejercicio como rector, llevó a cabo varias medidas: la conservación de la colección de Yerbas existente en la Universidad; incrementó los fondos existentes en la Biblioteca Universitaria, solventó los conflictos existentes entre las Facultades de Medicina y Artes por un lado y las de Teología y Jurisprudencia por otro, así como la creación del Colegio de Filosofía. También se preocupó por la reforma de los métodos de enseñanza y por el cambio de planes de estudio, prácticas académicas y libros de textos.

Trayectoria política
Trasladado a Madrid para opositar a una capellanía, José Álvarez de Toledo, XI marqués de Villafranca del Bierzo, se fijó en él para concederle una canonjía, como patrono que era de la colegiata de Santa María de Villafranca del Bierzo. A partir de este momento las noticias sobre la vida de Muñoz-Torrero son mayores. Permaneció como canónigo en Villafranca del Bierzo hasta su traslado a la Isla de León a finales del verano de 1810, como diputado ya por la provincia de Extremadura.

Diputado a Cortes
Tras el alzamiento nacional contra José Bonaparte en 1808 es nombrado miembro de la Junta Suprema de Extremadura y enviado posteriormente a Cádiz como diputado a las Cortes Generales por su región, en la legislatura 1810-1813.

Su elección, el 23 de julio de 1810, se realizó en una sesión en la que hubo diversas irregularidades. Fue puesta en tela de juicio y recurrida ante la junta electoral por varios personajes.

El 24 de septiembre de 1810, en la jornada inaugural de las Cortes, es el primer diputado en intervenir haciendo varias proposiciones revolucionarias de tipo liberal:

La soberanía de la nación reside en el pueblo,
Separación de poderes,
Abolición de la Inquisición en España,
Libertad de prensa,
Inviolabilidad de los diputados.

Y consiguiendo la aprobación de dos decretos fundamentales:

Sobre la libertad de imprenta, en contra de la postura del inquisidor Riesco, con opiniones tales como que la censura previa es el último asidero de la tiranía.

Sobre la soberanía nacional: junto con Manuel Luján, también diputado por Extremadura, Muñoz Torrero presentó un texto de once puntos que recogía detenidamente la iniciativa: la legitimidad de los diputados como representantes de la nación, de sus Cortes, el reconocimiento de Fernando VII como rey, la nulidad de la cesión de la corona en favor de Napoleón, la división de poderes, la inviolabilidad de los diputados y el juramento de la regencia de todas estas declaraciones.

El 2 de marzo de 1811, por 78 votos, fue nombrado presidente de la comisión redactora de la Constitución, junto con Agustín Argüelles y Evaristo Pérez de Castro, y fue una de las figuras más destacadas en la redacción de esta primera Constitución liberal que tuvo España, aprobada el 19 de marzo de 1812 y llamada por ello "La Pepa".

Como anécdota, la bandera de las Cortes, de tafetán con dos fajas rojas y una amarilla intermedia, todas de igual anchura, fue regalo de Muñoz-Torrero, bandera que más tarde fue utilizada por la Milicia Nacional a partir de 1820.

Restauración absolutista
A principios de 1814, tras la batalla de Arapiles y el abandono de José I, Fernando VII firma con Napoleón el tratado de Valençay el 11 de noviembre de 1813, consiguiendo la corona a la que había renunciado en Bayona a cambio de la neutralidad española en las guerras de Francia.

A su regreso, en marzo de 1814, y pese a que en el tratado se comprometía al perdón de los afrancesados, en lugar de prestar juramento a la Constitución, Fernando da un golpe de estado con ayuda del General Elío, disuelve las Cortes el 10 de mayo y declara nulas todas las disposiciones tomadas por ellas, persiguiendo y encarcelando a los que participaron en ellas. Por liberal, Muñoz-Torrero fue detenido, y por su condición de sacerdote fue encerrado en el monasterio de San Francisco en Padrón (La Coruña), donde permaneció seis años.

Trienio Liberal
En 1820, el general Riego encabeza una sublevación de las tropas reclutadas para ir a América, que, aunque inicialmente fracasa, obliga al rey a jurar la Constitución, dando comienzo al trienio liberal.

Muñoz-Torrero es elegido de nuevo diputado por Extremadura, y las Cortes le nombran Presidente de su Diputación permanente, puesto desde el que consigue suprimir la Inquisición de forma definitiva. El Gobierno le nombra obispo de Guadix (pues seguía vigente el derecho de presentación de obispos), pero el Papa no refrenda dicho nombramiento, aparentemente por los informes del ex-inquisidor granadino Verdejo, que era canónigo de Guadix y absolutista acérrimo.

Persecución y muerte
En 1823, los Cien Mil Hijos de San Luis enviados por la Santa Alianza devuelven a Fernando VII sus prerrogativas absolutistas el 1 de octubre, dando comienzo a la Década Ominosa. Muñoz-Torrero huye a Portugal, donde también es perseguido por sus ideas liberales. Hecho prisionero, es encerrado en la Torre de San Julián de la Barra y torturado, permaneciendo hasta su muerte, ocurrida el 16 de marzo de 1829.

Su cuerpo fue trasladado a Madrid, al Panteón de Hombres Ilustres y colocado en el mausoleo conjunto, una cripta construida en 1857 bajo una estatua que representa la Libertad, y donde se encuentran los cuerpos de Agustín de Argüelles, José María Calatrava, Juan Álvarez Mendizábal, Diego Muñoz-Torrero, Francisco Martínez de la Rosa y Salustiano Olózaga.

Calle de Floridablanca


Calle de Floridablanca

La calle de Floridablanca se encuentra entre la carrera de San Jerónimo y la calle de Jovellanos.

Es una calle relativamente moderna pues se abrió en 1848 entre el convento del Espíritu Santo (derribado para construir en su solar el Congreso de los Diputados) y la casa del duque de Híjar. En la actualidad el transito por esta calle se reduce al servicios del Congreso de los Diputados ya que se ha embebido en el conjunto, entre el Palacio y la nueva edificación del congreso. 

Recibió el actual nombre en recuerdo de José Moñino y Redondo (1730-1808), conde de Floridablanca y ministro de Carlos III.
José Moñino y Redondo, I conde de Floridablanca (Murcia, 21 de octubre de 1728 - Sevilla, 30 de diciembre de 1808), fue un político español que ejerció el cargo de Secretario de Estado entre 1777 y 1792 y presidió la Junta Suprema Central creada en 1808.

sábado, 7 de marzo de 2015

Calle de Gonzalo Jiménez de Quesada

Calle de Gonzalo Jiménez de Quesada

La calle de Gonzalo Jiménez de Quesada se encuentra entre la Gran Vía y la calle del Desengaño.

Está dedicada a Gonzalo Jiménez de Quesada (1496-1579), descubridor y conquistador de Colombia y fundador de  Bogotá.

Quesada y sus hombres fueron los primeros europeos que comieron la patata, un tubérculo para ellos desconocido y que vieron como lo comían los chibchas.
Gonzalo Jiménez de Quesada y Rivera (Córdoba, España, 1509 – Mariquita, Tolima, Imperio Español, 16 de febrero de 1579) fue un explorador y conquistador español del territorio colombiano entre 1536 y 1572. Comandó la expedición de la conquista de la Nueva Granada (actual Colombia) y fundó entre otras la ciudad de Bogotá, la actual capital de Colombia, en 1538. La última expedición la realizó entre 1569 y 1572 en busca de El Dorado, la cual culminó en forma desastrosa.

Calle del Desengaño

Calle del Desengaño

La calle del Desengaño se encuentra entre la calle de Valverde y la calle de Concepción Arenal.

Es una calle muy antigua. Prueba de ello es su presencia en el plano de Texeira.

Llamada en su origen Desengaño, el establecimiento en ella del convento de san Basilio en el siglo XVII hizo que se llamara popularmente San Basilio o de los Basilios. Tras su exclaustración perduró algún tiempo la iglesia, cuyos escombros se destinaron a la construcción del Teatro Lope de Vega y de un molino de chocolate. También ocurrió en ella el suceso de la muerte del comandante Baseti en un atentado contra el coche del General Narváez.

Este curioso nombre está relacionado con una aventura nocturna del Caballero de Gracia. Según la tradición andaba el citado caballero rondando a una dama que vivía en esta zona y se encontró con el príncipe Vespasiano de Gonzaga, su rival. Ya se disponían a luchar por celos cuando cruzó una sombra cubierta con un velo y seguida por un zorro. Los hombres suspendieron el desafío momentáneamente y decidieron seguir la sombra hasta que ésta se paró junto a una tapia. Cual no sería el asombro de los dos al comprobar que era una momia bien conservada. La frase ¡qué desengaño! pronunciada por ellos dio origen al nombre de la calle.

Travesía del Horno de la Mata

Travesía del Horno de la Mata

La Travesía del Horno de la Mata, pequeña callecita de mucha antigüedad que une las vías de Concepción Arenal y Mesonero Romanos, lleva este nombre por haber sobrevivido a la calle del Horno de la Mata, de la que era bocacalle. Antes de heredar este nombre (en 1863) se la conocía con la bonita denominación de calle del Viento, que era un nombre repetido en el callejero madrileño.

La desaparecida calle del Horno de la Mata unía Jacometrezo con Luna y se la conocía así por la importante tahona que acogía propiedad de un tal Juan Mateo de la Mata, según unas versiones, o de la parroquia de San Martín, según otras. En esta segunda versión, la historia sitúa el horno (sic) junto a una mata de flores. La calle desapareció con el nacimiento de la Gran Vía, y su trazado coincide con la actual calle de Concepción Arenal.

En la calle hubo otra tahona de importancia, pero en el universo literario de Baroja. Allí sitúa el escritor la tahona donde Manuel, protagonista de La Busca, entra a trabajar a las órdenes de Karl, hornero alemán, alcohólico y sentimental.

Calle de Concepción Arenal

Calle de Concepción Arenal

La calle de Concepción Arenal se encuentra entre la Gran Vía y la calle del Desengaño.

La calle está dedicada a la escritora y socióloga Concepción Arenal, nacida en 1820 en Ferrol (A Coruña).
Concepción Arenal Ponte (Ferrol, 31 de enero de 1820 - Vigo, 4 de febrero de 1893) fue una importante escritora española realista vinculada al pionero movimiento feminista de finales del siglo XIX.

Calle de Miguel Moya

Calle de Miguel Moya

Entre la Gran Vía y la calle de Tudescos se encuentra la calle de Miguel Moya, dedicada a Miguel Moya Ojanguren, periodista de extensa carrera y diputado republicano. Fue uno de los impulsores de la Asociación de la Prensa de Madrid.

Hasta los años veinte la calle llevó el nombre de calle de la Hita, que antes de la construcción de la Gran Vía comenzaba en la calle de Jacometrezo. La tradición dice que en aquellos terrenos estuvo la quinta de Juan de Hita Buitrago, jefe de la Santa Hermandad de Madrid, en tiempos de los Reyes Católicos.

Después hay noticia de casas en la calle desde mitad del XVIII, aunque su fisionomía cambió radicalmente con la irrupción del segundo tramo de la Gran Vía, no conservándose los edificios anteriores.

La minúscula calle conjuga en poquísimos metros distintas vistas características del Madrid de la Gran Vía. A un lado la plaza de Callao, con los enormes pantallas publicitarias que estos días luce el Cine Callao; al otro lado la característica tipografía del Capitol, a giro izquierdo del cuello; y la planicie de cemento de la Plaza de la Luna a derechas. Sin embargo, pese a tan ilustres vistas la de Miguel Moya es una de esas callecitas adyacentes del “Gran Madrid” de aspecto desatendido.

Calle del Marqués de Leganés

Calle del Marqués de Leganés

La calle del Marqués de Leganés está entre la calle de los Libreros y la calle de San Bernardo.

Se llamó primero calle de la Cueva. Según la tradición, el nombre lo debía a una cueva que pertenecía a la Justa. Puede ser que la cueva fuera confundida con el pozo que pertenecía a una mujer llamada Justa.

Otra versión cuenta que debajo del jardín de Alonso de Peralta había una mina, donde se oían gritos lastimosos por las noches, hasta el punto de infundir miedo a los que se acercaban allí. Como se supusieron que eran los lamentos de algún alma en pena, se mandaron decir unas misas en el cercano convento de San Bernardo. Entonces doña Munia Ximénez, que acababa de fallecer, se apareció a uno de los frailes y le reveló que era su hija pequeña la que estaba en el fondo de la mina. La niña era hija a su vez de don Gonzalo de Pico, Comendador de la Orden de Alcántara, quien había sido asesinado unos meses atrás, cerca del portillo de Santo Domingo y de quien se decía que tenía oculto un tesoro en la mina. Por este motivo, un pariente suyo bajó en secreto a buscar el citado tesoro acompañado de la hija del comendador, que sabía el paradero del mismo, pero a la salida se hundió parte de la mina y sepultó a la niña. Gracias a las revelaciones de ultratumba de su madre se pudo encontrar su cadáver, siendo enterrada junto a sus padres.

En 1894 recibió el nombre de Marqués de Leganés, por el cercano palacio de Altamira, propiedad del marqués de Leganés y conde de Altamira.

Calle de los Libreros

Calle de los Libreros

La calle de los Libreros es una calle que transcurre entre la calle de la Estrella y la Gran Vía, haciendo esquina con las calles de la Flor Alta y Marqués de Leganés.

Anteriormente recibió los nombres de la Justa y del Pozo, por el pozo que tenía aquí una mujer llamada Justa, del cual, según la tradición, salieron dos basiliscos que mataron a una joven con su mirada.

En 1893 cambió su denominación por el de Ceres, diosa romana de la agricultura.

A finales del siglo XIX y principios del XX la calle tuvo cierta fama por el número de prostitutas que la frecuentaban.

La calle desapareció en parte con la construcción de la Gran Vía y la nueva vía que sustituyó parcialmente su trazado recibió -por sugerencia de Pío Baroja- el nombre de Libreros, por la gran cantidad de librerías dedicadas a la compraventa de libros usados, cuyos propietarios son descendientes, la mayoría, de Doña Pepita, inventora de este negocio a finales del siglo XIX.

Calle de la Flor Alta

Calle de la Flor Alta

La calle de la Flor Alta está entre la Gran Vía y la calle de Libreros.

En sus tiempos, toda esta zona era propiedad de don García Barrionuevo de Peralta. En una parte elevada había unos jardines de flores altas al que se accedía desde el jardín de las flores bajas a través de una hermosa escalinata. Cuando desaparecieron los jardines y se construyeron las calles les quedó los nombres de Flor Alta y Flor Baja.

Un grupo familiar de características singulares, chocantes, incluso sorprendentes para lo que era usual en el Siglo de Oro español, lo constituyeron los Barrionuevo de Peralta, individuos que aunque madrileños de nacimiento y residencia, en muy largas temporadas habitaron el lugar de Fuentes de la Alcarria, del que tenían el señorío jurisdiccional, y allí dejaron memoria clara de su existencia, aunque por los avatares desgraciados de la historia, hasta esa memoria ha quedado borrada en su aspecto material, y sólo lo que uno que ande metido en esto de bucear en la historia y en las antañonas crónicas de nuestros pueblos obtenga de viejos papeles es lo que nos servirá hoy para rememorar a tan curiosa serie de personajes.

Calle de García Molinas

Calle de García Molinas

La calle de García Molinas se encuentra situada entre la Gran Vía y la calle de Ricardo León.

Su nombre tiene su origen en el médico y político, Manuel García Molinas quien fue teniente alcalde de Madrid así como diputado destacando sus trabajos sobre beneficencia pública. La calle es de cortas dimensiones y de una única manzana.

Al ser Puerto Rico un país todavía dependiente del imperio Español, diputado por el distrito de San Juan Bautista de éste país. También fue miembro del Congreso de los Diputados de España durante la última legislatura del período conocido como Restauración borbónica en España, desde el 8 de mayo de 1923 hasta el 15 de septiembre de 1923.

También fue primer Presidente de la Real Federación Española de Fútbol.

Calle de Ricardo León

Calle de Ricardo León


La calle de Ricardo León va de la calle del General Mitre a la plaza de los Mostenses.

La calle está dedicada a Ricardo León y Román, escritor y académico de la Real Academia de la Lengua.
Ricardo León y Román (Barcelona, 15 de octubre de 1877 - Galapagar, 6 de diciembre de 1943) fue un novelista y poeta español. Son importantes novelas de este autor El amor de los amores, escrito en 1907, ganadora del Premio Fastenrath de la Real Academia Española; Casta de hidalgos, de 1908; Alcalá de los Zegríes de 1909; La escuela de los sofistas, de 1910; Humos de rey, de 1923; y Cristo en los infiernos, de 1941. También destacan sus crónicas Europa trágica, además de dos libros de poesía lírica: Lira de bronce, de 1901 y Alivio de caminantes, de 1911. Fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua en 1912 y entró a formar parte de ella en 1915, ocupando el sillón B.

Calle del General Mitre

Calle del General Mitre


La calle del General Mitre se encuentra entre la Gran Vía y la plaza de los Mostenses, haciendo esquina en su recorrido con la calle de Ricardo León.

Está dedicada al argentino Bartolomé Mitre (1821-1906), general, presidente de Argentina y periodista de La Nación.
Bartolomé Mitre, el gran historiador, polémico político e impulsor de la organización nacional, nació en Buenos Aires el 26 de junio de 1821. Era hijo de Don Ambrosio Mitre y Doña Josefa Martínez Whetherton. El matrimonio se estableció en Carmen de Patagones y allí nacerían los hermanos de Bartolomé, Emilio y Federico. Sus primeros estudios los realizó entre Buenos Aires y Carmen de Patagones.

Calle de Felipe V

Calle de Felipe V

La calle de Felipe V va de la calle de Arrieta a la Plaza de Oriente.

Está dedicada al rey Felipe V de España, llamado «el Animoso» (Versalles, 19 de diciembre de 1683-Madrid, 9 de julio de 1746), fue rey de España desde el 16 de noviembre de 1700 hasta su muerte en 1746, con una breve interrupción (comprendida entre el 16 de enero y el 5 de septiembre de 1724) por causa de la abdicación en su hijo Luis I, prematuramente fallecido el 31 de agosto de 1724.

Fue el sucesor del último monarca de la casa de Austria, su tío-abuelo Carlos II, por lo que se convirtió en el primer rey de la casa de Borbón en España. Su reinado de 45 años y 3 días (como ya se ha señalado, en dos periodos separados) es el más prolongado en la historia de este país.

viernes, 6 de marzo de 2015

Calle de Pavía

Calle de Pavía

La calle de Pavía se encuentra entre la plaza de Oriente y la calle de San Quintín.
Esta es una de la nuevas calles que se construyeron tras los derribos efectuados por José Bonaparte en 1810.

Lleva el nombre de la batalla en que fue vencido y hecho prisionero Francisco I de Francia, el 24 de febrero de 1525, día del cumpleaños de Carlos I. 

Dice Pedro de Répide de esta calle:

De la plaza de Oriente a la calle de San Quintín, b. de Carlos III, d. de Palacio, p.de Santiago. 

Es una calle breve, que no tiene casas más que a un lado, y en su número 2 tuvo una de sus últimas viviendas la famosa poetisa Gertrudis Gómez de Avellaneda. 

Ostenta el nombre de la batalla en que fue vencido y hecho prisionero el rey de Francia Francisco I. Aconteció aquel hecho de armas el 24 de febrero de 1525, día del cumpleaños del césar Carlos V, y en esa victoria del ínclito capitán D. Antonio de Leiva influyó decisivamente la aprehensión del monarca francés por el soldado Juan de Urbieta, de la compañía de don Diego de Mendoza. 

La espada de Francisco I, vencido aquel día, figuró durante mucho tiempo en la Armería real; pero Murat, en 1808, la recogió y envió a Francia. Actualmente existe en su lugar una reproducción exacta, que el Gobierno español mandó hacer a D. Eusebio Zuloaga. 

Una copla popular, recogida por Gonzalo Fernández de Oviedo en 1547, cantaba el episodio del vencimiento y la prisión: 

          Rey Francisco, mala guía 
       desde Francia vos trujísteis, 
       pues vencido y preso fuisteis 
       de españoles en Pavía.
 
Un ingenioso poeta valenciano, el caballero de Montesa. D. Jaime Falcó, hace una donosa alusión a aquel triunfo cuando en la sátira cuarta contra los jugadores dice que los bastos y espadas de la fábrica de naipes de Lyon, que los franceses habían enviado a España, nos sacaban más sangre que a ellos las nuestras de acero, cuando aprisionando a su rey fueron destrozados en Pavía, sabiendo vengar con armas de cartón las cuchilladas de nuestros alfanjes. 
La batalla de Pavía se libró el 24 de febrero de 1525 entre el ejército francés al mando del rey Francisco I y las tropas germano-españolas del emperador Carlos V, con victoria de estas últimas, en las proximidades de la ciudad italiana de Pavía.

Plaza de la Encarnación

Plaza de la Encarnación

La plaza de la Encarnación es un espacio entre las calles de la Bola, de Arrieta, de Pavía y de San Quintín.

El convento e iglesia de la Encarnación, en la calle y plaza del mismo nombre, es posiblemente uno de los monumentos religiosos más bellos de Madrid. Fue fundado por la reina Margarita, esposa de Felipe III, para solemnizar la expulsión de los moriscos, y estuvo terminado por completo en 1616. La obra arquitectónica corresponde a Juan Gómez de Mora, aunque luego fue reformado por Ventura Rodríguez en 1755. En la sacristía se conserva un relicario con la sangre de san Pantaleón, que cada 27 de julio, fiesta del santo, se licúa milagrosamente.
El Real Monasterio de la Encarnación es un convento de monjas agustinas recoletas.
La institución, a la que pertenecieron damas de la alta nobleza, fue fundada por la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, a comienzos del siglo XVII. Debido a las colecciones artísticas que alberga es, junto con las Descalzas Reales, uno de los templos más destacados de la ciudad.

Calle de la Encarnación

Calle de la Encarnación


La calle de la Encarnación está entre la plaza de la Marina Española y la calle de la Bola.

La calle se llamó primero Vistas de Doña María de Aragón (junto con la plaza de la Marina Española y la calle de Bailén), y luego Marqués de las Pozas por la casa que el citado marqués tenía aquí y que fue adquirida posteriormente por Felipe III, donde su esposa, la reina Margarita de Austria, fundó en 1610, el convento de la Encarnación, para conmemorar la expulsión de judíos decretada por Felipe III.
El Real Monasterio de la Encarnación es un convento de monjas agustinas recoletas.

La institución, a la que pertenecieron damas de la alta nobleza, fue fundada por la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III, a comienzos del siglo XVII. Debido a las colecciones artísticas que alberga es, junto con las Descalzas Reales, uno de los templos más destacados de la ciudad.

Plaza de la Marina Española

Plaza de la Marina Española

La plaza de la Marina Española se encuentra entre las calles de Torija, de Guillermo Rolland, de la Encarnación, de Bailén y del Reloj.

Primero se llamó Vistillas del Río, por la vista que desde aquí se divisaba

A continuación se llamó plaza de Doña María de Aragón, por estar frente a la entrada del colegio de Doña María de Aragón, fundado por doña María Fernández de Córdoba y Aragón en 1590, situado donde hoy está el edificio del Senado, el cual ocupa el antiguo colegio tras sucesivas transformaciones.

En 1835 recibió el nombre de plaza de los Ministerios, porque en el colegio se situaron diversos organismos.

Calle del Doctor Carracido

Calle del Doctor Carracido

La calle del Doctor Carracido se encuentra entre la calle de Leganitos y la Gran Vía.

Está dedicada al químico, profesor, escritor y orador José Rodríguez Carracido (1856-1928).
José Rodríguez Carracido (Santiago de Compostela, 21 de mayo de 1856 – Madrid, 3 de enero de 1928) fue un farmacéutico y bioquímico español, pionero de la Bioquímica en España.

Carracido nació en Santiago de Compostela. Su padre era barbero. De niño tuvo un conjunto de deficiencias psicomotoras y un muy notorio tartamudeo. El método que usó para corregir su tartamudeo fue el mismo que Demóstenes, colocándose piedras en la boca. En 1871 termina el bachillerato y en 1874 se licencia en farmacia obteniendo el premio extraordinario. En octubre de 1874 llega a Madrid para realizar sus estudios de doctorado. En 1875 defiende su tesis doctoral de título "Teorías de la fermentación". En 1876 ingresa en el Ateneo de Madrid.

Militar (1874-1880).
Inmediatamente después se presenta a las oposiciones de farmacéutico militar y obtiene el número uno. Su primer destino fue el laboratorio Central de Medicamentos de Madrid, pero fue enviado en comisión de servicios a Tafalla (Navarra). Allí entabló amistad con un guerrillero llamado Tirso Lacalle, apodado "el cojo de Cirauqui". Según cuentan sus biógrafos, Tirso Lacalle le llegó a ofrecer un acta de Diputado a Cortes por Navarra, dando señal de la amistad que hubo entre ambos. Tras permanecer un tiempo en la ciudad cercana de Olite, se trasladó de nuevo a Madrid. Permaneció en el Ejército hasta 1880, año en el que pidió la baja voluntaria por haber sido destinado al Peñón de Vélez de la Gomera, probablemente por algún desacuerdo con sus superiores.

Catedrático.
Obtuvo la cátedra de química orgánica aplicada en la Facultad de Farmacia de Madrid en 1881. Fue catedrático de esta disciplina desde 1881 a 1898, fecha en la que obtiene la cátedra de química biológica e Historia crítica de la misma facultad, que desempeñaría hasta 1926. Es decir, Carracido fue el primer catedrático de Bioquímica de España.

Autoridad universitaria.
Fue decano de la Facultad de Farmacia y posteriormente rector de la Universidad Central (actual Universidad Complutense de Madrid).

Académico.
Fue miembro de varias academias. De la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1887, de la Real Academia de Medicina, desde 1906 y de la Real Academia Nacional de Farmacia desde 1908. En 1920, siendo el presidente de la Academia de Farmacia, decidió solicitar para ella el título de Real, que había perdido en los avatares del convulso siglo XIX. Fue además, decano, rector y otras dignidades académicas universitarias en la Universidad Central de Madrid.