Hace muchos años, en estos parajes, Carlos Momorensi, que tenía el título de Principe de Robesch o Robech vivía aquí en una gran residencia. Como este nombre resultaba difícil de pronunciar a los madrileños de entonces le apodaron Principe de Rebeque y de ahí al nombre, primero a la plaza y luego a la calle-escalinata que queda hoy.
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Según Pedro de Répide:
De la calle del Factor
a la de Requena, b. de Carlos III, d. de Palacio, p. de Santiago.
Esta calle tenía, hasta
los derribos dispuestos en tiempo de José Bonaparte, otra disposición. Comenzaba
en la esquina de las calles del Factor y del Viento, y se llamaba plaza de
Rebeque hasta la calle del Tufo, frente a la que se abría la calle sin salida de
Rebeque.
Las calles del Tufo y del
Viento se hallaban del lado del pretil de Palacio. La del Tufo venía a seguir la
dirección de la escalerilla con que actualmente acaba la de Rebeque, y la del Viento
se hallaba frente al cuartel de Alabarderos, y ha sido derribada hace
años. En ella tenía su estudio el pintor Vicente López.
La casa de Rebeque, que
también se hallaba sobre el pretil, fue Tesorería de Palacio, y era propia del
factor de Felipe II, Fernán López de Ocampo. Después la adquirió el príncipe
de Éboli, cuyo palacio estaba inmediato por la calle del Camarín de Santa
María, donde mataron a Escobedo, y la incorporo al mayorazgo de la Eliseda.
En esa casa nació el año
1582, y murió en 26 de octubre de 1668, el famoso poeta príncipe de Squilache D.
Francisco de Borja y Aragón, nieto del santo duque de Gandía. Fue virrey de Perú,
y en su época se llevó a cabo la conquista del territorio de los Maynas, fundándose
en memoria suya la ciudad de San Francisco de Borja. Es uno de los más preclaros
poetas castellanos, y yace enterrado en la capilla de los Borjas de San Isidro
el Real, antiguo templo del Colegio Imperial de Jesuitas.
Habitó posteriormente aquella mansión Carlos Montmorency, príncipe de Rebech, quien falleció el año 1716 y, por corrupción de la palabra Rebech, formóse de la de Rebeque, con la que se distinguía su residencia, y, por extensión, la calle y la plaza así llamadas.
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