Queda incluido en ella el antiguo callejón de las Siete Chimeneas,
que formaba escuadra, ante la casa de aquel nombre, y donde estuvo el teatro del
Circo Price. El resto del terreno,
es decir, lo que ocupan los jardinillos y la parte final de la calle de las Infantas,
formaba parte de la huerta conventual de los carmelitas descalzos.
Llamóse primeramente plaza Almirante, y durante el período revolucionario
fue sustituido el nombre de plaza del Rey
por el de Béjar, siéndole restituida su denominación anterior al llegar también
la restauración a la nomenclatura del callejero. Escenario de históricos acontecimientos,
este lugar, que había presenciado
el frenesí de las turbas vociferando
ante las casas de la condesa de Chinchón, que pertenecían a Godoy, vio luego en
la segunda época constitucional la exaltación popular del huérfano del general Lacy,
llevado en triunfo por una muchedumbre, la misma quizá que no había de tardar en
asistir al suplicio de Riego, lanzando en parecido paroxismo muy diferentes gritos.
En esta plaza estaba, como ya queda mencionado, el teatro de Price.
Edificose en pocos meses sobre el solar del antiguo teatro del Circo, destruido
por un incendio en 1876. El viejo coliseo así llamado tuvo su origen en el primer
local dedicado a espectáculos acrobáticos que hubo en Madrid, instalado "contiguo
a la casa de las Siete Chimeneas", como decían sus programas, por monsieur
Avrillon y Paul Laribeau, quien luego levantó circo propio en la calle del Barquillo,
donde tiene su desembocadura la de San Marcos. El primitivo circo de la plaza del
Rey, fue convertido en teatro, bastante incómodo, pues tenía el escenario a la parte
de la entrada, y había que rodear todo éste para llegar a la sala.
D. José Salamanca fue su empresario, y lo convirtió en templo de la
ópera italiana, el quinto cronológicamente, después de los del Palacio del Retiro,
Caños del Peral, Príncipe y la Cruz, donde se cultivó ese género, pues no debe contarse
como tal el teatrito del Liceo, por ser de carácter privado y haberse dado en él
pocas representaciones de ese género, aunque insignes, pues en ellas cantaron Rubini,
la Viardot y la Orero de Lema, gran cantatriz madrileña con quien casó Ventura de
la Vega. El teatro del Circo, hasta la inauguración del Real, fue el escenario de las grandes figuras líricas
de su tiempo. Allí estaba contratada la madre de Adelina Parti el año 1843, cuando dio al mundo a esa gloriosa cantatriz. Allí también cantó
por primera vez Tamberlick en Madrid.
El teatro del Circo fue igualmente famoso en otros géneros, como el
dramático, el de la zarzuela grande y el de la opereta bufa. Desde García Gutiérrez hasta Campodrón, todos los dramaturgos
de la época dieron obras para aquel escenario, sobre cuyo tablado aparecieron las mismas célebres figuras que habían
ilustrado el coliseo del Príncipe, luego convertido en teatro Español por el conde
de San Luis. Y antes de que Olona, Salas,
Gaztambide y Barbieri emprendieran la construcción del teatro de la Zarzuela,
en la calle de Jovellanos, el Circo fue el baluarte de ese género, que al fin y al cabo ha sido
la única manifestación cierta de
nuestro arte dramático musical.
Allí se estrenó "Jugar con fuego", que representada hace
pocos años en el Real, figurando en el programa de una función de beneficio e interpretada por grandes cantantes, sorprendió
al público como hallazgo de una ópera de mayor gracia y riqueza melódica que muchas
de la escuela italiana de su tiempo. Allí se estrenó "El valle
de Andorra", obra que alcanzó
grande popularidad, y por la cual llamaban Victor el Cazador, nombre de uno de sus
personajes, al general O'Donnell, cuando en los preparativos de la vicalvarada,
y para disimular sus escondites, decían los amigos del conde de Lucena que se hallaba
cazando en cacerías misteriosas que no se acababan nunca.
De aquella época era también la broma, con motivo de los derribos para
el ensanche de la Puerta del Sol, cuando refiriéndose a otra zarzuela protestaban
algunos de la falta del reloj del Buen Suceso, porque decían que no llegaban a tiempo al coro de los alguaciles
en el Circo. Y ya en pleno bienio,
el estreno y el éxito de "Catalina", en aquel teatro, sirvió de tema frecuente a los
redactores de "El padre Cobos" para continuar alusiones e indirectas a
la actualidad política y literaria.
La gracia demoledora de Offenbach, que hizo tanto por la destrucción del segundo imperio francés como los cañones de Sedán, transcendió
a España en la época revolucionaria.
Y los bufos, que luego habían de
tener sus escenarios en el Príncipe
Alfonso y en Capellanes, aparecieron
por primera vez en Madrid en el teatro del Circo.
Utilizado también para reuniones políticas, fue la última, y una de
las más importantes celebradas en
él, la asamblea de los radicales en 1872.
Incendiado este coliseo en 1874, fue, como ya queda dicho, reconstruido rápidamente en siete meses en la forma que se conserva
y con el nombre de teatro circo de Price, como sucedáneo del que así llamado
existió en Recoletos, esquina a la
Costanilla de la Veterinaria, ahora
calle de Bárbara de Braganza.
En su nuevo avatar ha servido preferentemente durante el invierno para
temporadas de zarzuela grande. En Price, el insigne Chapí, que había resucitado magníficamente el género
en el teatro de la Zarzuela con «La tempestad», «La bruja» y «El rey que rabió»,
estrenó «Curro Vargas», «La cortijera» y «La cara de Dios».
Durante la primavera, viene tradicionalmente cambiando de espectáculo
y de nombre, titulándose Circo de Parish. Fue el decano de los circos madrileños
y el que permaneció a través de los tiempos presenciando las apariciones y desapariciones
de otros análogos lugares de espectáculos. Los artistas acrobáticos de más nombradía
han pasado por su pista, y la inauguración de la temporada, la noche del Sábado
de Gloria, fue muchos años tan importante como la corrida de inauguración en la
plaza de toros el Domingo de Pascua, fechas de festejos ambas que han perdido ya
todo su interés de otros tiempos.
Alguna vez, un sentimiento trágico ha venido a turbar la alegría de las funciones
en el circo. Así, en la muerte de Mina Alix acaecida el año 1904, por haber caído
esa artista desde lo alto de la sala cuando practicaba en un automóvil el ejercicio
de rizar el rizo.
No es este el único recuerdo lamentable de este edificio de Price.
En él, y durante una función de teatro, desprendióse el año 1890 un trozo de la
embocadura, causando una muerte y
dejando algunos heridos, dándose la circunstancia de ser las víctimas jóvenes de
alcurniadas familias de la corte.
A título de curiosidad, y pues ello cabe perfectamente en esta relación,
puede consignarse aquí el recuerdo de que uno de los escándalos más formidables
registrados en ese teatro, donde los ha habido épicos, aconteció el año 1888, en
el estreno de una zarzuela revista en tres actos, titulada "Las calles de Madrid",
de la cual guardo un ejemplar entre mis curiosidades madrileñas. Suponíase que la
obra contenía algunas alusiones políticas, y que en el personaje principal, llamado
el Celador Fierbrás, se ridiculizaba
a un señalado personaje. Y se dio el caso de que, según parece, la grita y la protesta
estuvieron organizadas oficialmente, digámoslo así, y autorizadas por la presencia
del gobernador civil, que era el duque de Frías, quien tomó pretexto en lo sucedido para suspender las representaciones.
Aunque el libro no dice el nombre de los autores, me ha sido dable averiguar que
el de la letra era D. Luis Mariano de Larra y el de la música el maestro Cereceda.
El teatro de Price,
donde también como en el antiguo del Circo, aunque sin la importancia de entonces, se han hecho temporadas de ópera italiana, ha sido utilizado para los conciertos que organizaba el Círculo de
Bellas Artes con el concurso de la Orquesta Filarmónica, dirigida por el maestro
Pérez Casas, y en cuyos programas se han dado a conocer las más interesantes producciones
de la música sinfónica contemporánea española y extranjera.
Frontera al teatro está la
casa donde una lápida recuerda que allí murió, a 19 de febrero de 1984, D.
Francisco Asenjo Barbieri, que a su arte de músico españolisimo unía su condición de escritor excelente y erudito
de dilatada cultura.
En el centro de los jardinillos de la plaza del Rey se alza el monumento al teniente de Infantería D. Jacinto Ruiz Mendoza, uno de los héroes del 2 de mayo de 1808. La estatua es obra de Mariano Benlliure, quien quiso hacer un alarde atrevido en la colocación de la figura, que aparece en actitud de lanzarse a la pelea guiando a sus soldados.
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