La travesía del Arenal es una pequeña calle del centro de
Madrid que transcurre entre la calle Mayor y la calle del Arenal.
Es conocida porque en ella fue muerto el conde de
Villamediana en un atentado de la época.
Se cuenta que Juan de Tassis, conde de Villamediana, era
siempre el centro de atención en todas las reuniones. Su carisma deslumbró al
joven rey Felipe IV, que le nombró gentilhombre de cámara, hombre de confianza.
Rico, ingenioso y poeta, el de Villamediana era uno de los hombres más admirados
y envidiados de la corte, y las fiestas que preparaba eran memorables.
Sin embargo, también era provocador, mujeriego y dado a la
crítica, valiéndose de su ingenio para arremeter contra algunos personajes
poderosos. Ya en su juventud, en tiempos de Felipe III, llegó a resultar tan
molesto entre los cortesanos que el rey le desterró por un tiempo, oficialmente
por su afición al juego. Fue a Nápoles y al volver a Madrid había heredado el
cargo de Correo Mayor. Hizo amigos influyentes que no dudaban en acudir a sus
fiestas.
Ocurrió que el 21 de agosto de 1622, a eso de las nueve de
la noche, el conde de Villamediana, acompañado de Luis de Haro, hijo del
marqués de Carpio, paseaba en su carroza por la calle Mayor, donde tenía su
palacio. A punto de llegar a su casa, a la altura de la travesía del Arenal, un
hombre con la cara cubierta se acercó al coche y por la ventanilla disparó un
ballestazo al conde y salió corriendo. En unos minutos el conde había muerto.
El suceso convulsionó todo Madrid, pero nunca se descubrió
al asesino. El caso propició todo tipo de especulaciones entre la realidad y la
fantasía que forman parte de las leyendas de Madrid. Desde las ambiciones de
poder del conde-duque de Olivares, que perdía prestigio ante los poemas
críticos referidos a él y que se atribuían al conde, hasta los celos del propio
rey, que sospechaba que la reina Isabel de Borbón estaba prendada del conde.
Por entonces, corría una poema anónimo, atribuida a Góngora, amigo del
conde, que decía:
“Mentidero de
Madrid
decidnos ¿quién mató al conde?
ni se sabe, ni se esconde
sin discurso discurrid:
dicen que le mató el Cid,
por ser el conde Lozano;
¡disparate chabacano!
la verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano”.
Sea como fuere, el conde de Villamediana era tan lanzado
que, según la leyenda, coqueteaba con la reina Isabel. Dicen que en una fiesta
de toros en la Plaza Mayor llegó a caballo y vestido con una capa bordada con
reales de plata, y un cartel que decía: “Mis
amores son reales”. Cuentan que en otra ocasión Villamediana hizo una buena
faena como rejoneador, y que la reina comentó: “qué bien pica el conde”, a lo que el rey contestó, “pica bien, pero muy alto”.
Además, el conde de Villamediana dedicaba poemas amorosos a
una tal Francelisa, que podría ser un juego de palabras para referirse a la
reina (francesa) Isabel o Elisa, pero podrían ir dirigidos a Francisca de
Tabora, joven portuguesa a la que pretendía Felipe IV. Al parecer, el conde
escribía poemas por deseo del rey para engatusar a la joven.
Con todo, por su elegancia, ingenio, sensibilidad y carácter
crítico, el conde de Villamediana tenía enemigos poderosos, que entre otras
cosas sentían envidia de sus aventuras amorosas y temían sus posibilidades en
política. Lope de Vega apuntó que el conde murió
“un tanto juvenil
por ser mucho Juvenal”,
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