En el Madrid de los Austrias existe una diminuta callejuela,
que comunica la Plaza del Conde de Barajas con la Calle de San Justo, y que
puede pasar desapercibida. Actualmente permanece cerrada al público pero años
atrás fue un lugar muy concurrido, quizás demasiado.
De este coqueto rincón madrileño lo que más curiosidad puede
despertarnos es su nombre. Luis Alfonso de Borbón y Farnesio, en el Siglo
XVIII, a través de una de las ventanas
del Palacio Arzobispal puso en marcha una peculiar costumbre, la de entregar un
trozo de pan a los vagabundos que lo solicitasen, con la única condición de que
antes hubiesen escuchado misa. Algo que queda perfectamente reflejado en la
placa que da nombre a la calle.
Esta solidaria entrega pronto originó problemas ya que el
número de indigentes que se agolpaba en el estrecho callejón fue rápidamente en
aumento y los altercados no tardaron mucho en llegar por lo que, en 1829, se dejó
de hacer este reparto. Sin embargo, esta curiosa anécdota hizo que para
siempre, esta callejuela cambiase su nombre original, el de Pasadizo de San
Justo, por el del Pasadizo del Panecillo.
Dice Pedro de Répide de este lugar:
De la calle de San Justo a la de la Pasa, b. del Ayuntamiento, d. de la Latina, p. del Buen Consejo.
Es un estrecho pasadizo formando escuadra, que se halla entre la iglesia de San Justo, hoy pontificia de San Miguel, y el palacio episcopal. En 1829 dióse orden para que fuese cerrado, como continúa siéndolo, para evitar aquel escondite peligroso, por servir para que se ocultaran en él los malhechores cuando les favorecían para ello las sombras de la noche.
Tomó su nombre de que en un tiempo del arzobispo D. Luis Antonio Jaime de Borbón se repartía por una ventana del palacio arzobispal un panecillo a cada pobre de los que acudían diariamente, limosna que hubo de suprimirse por los continuos escándalos que ocasionaba su reparto.
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