sábado, 7 de febrero de 2015

Calle de la Paloma

Calle de la Paloma

La calle de la Paloma se encuentra entre las calles de Calatrava y de Toledo. En esta calle había unos corrales que pertenecían a unas monjas de Alcalá de Henares y en los que se crió la paloma que voló sobre la imagen de la Virgen de las Maravillas cuando la trasladaron al convento de la calle de la Palma (hoy iglesia de San Justo y San Pastor).

Esta imagen es la misma que salvó al niño que mató un cazador en un arrebato, en la antigua calle del Lobo. Desde entonces, los corrales fueron conocidos como los de la Paloma, de donde tomó el nombre de la calle.

En 1787, unos chiquillos encontraron en estos corrales, junto a la leña, una pintura de la Virgen de la Soledad que representaba el traslado de la Virgen con la Paloma encima de su cabeza. El cuadro no se hallaba en buenas condiciones. La tía de uno de estos niños, de nombre Andrea Isabel Tintero, casada con un cochero llamado Diego Charco, les vio jugar con el lienzo y decidió quedarse con él a cambio de unas pocas monedas. Después de limpiarlo cuidadosamente, le puso un marco y a continuación lo situó en la entrada de su casa, que se hallaba en la calle de la Paloma, flanqueado por una pequeña lámpara y dos ramos.  

Un día se le ocurrió poner a su hijo delante de la imagen para obtener su bendición, y este gesto no tardaría en ser repetido por sus vecinos y en poco tiempo se extendió por toda la ciudad la fama de que la imagen expuesta en la calle de la Paloma era milagrosa. Poco a poco fueron acudiendo los madrileños ante su imagen a obtener la bendición o pedir favores, y hasta tal punto creció el número de fieles que Isabel Tintero no tuvo más remedio que habilitar parte de su casa para alojar a los hombres y mujeres que allí acudían de todas partes.

Sobre todo acudían mujeres embarazadas o aquellas que acababan de tener un niño con su recién nacido en brazos, pues se había extendido la creencia  de que la Virgen protegía sobre todo a los bebes. Y toda esta devoción había surgido de una imagen de escasa calidad, de autor desconocido y que sólo por el gesto de Tintero había adquirido notoriedad. Así nacen muchos cultos y tradiciones cuyo origen es luego olvidado.

En 1791 toda esta historia era recogida en un informe redactado por el propio alcalde de Madrid , José Antonio de Armona y Murga , marqués de Casa García Postigo, hombre amante de Madrid y de sus tradiciones y muy querido por los madrileños, ocupando el cargo desde 1777 a 1792. En su informe podemos leer la historia con sus propias palabras

"Resulta que la expresada Isabel Tintero, mujer de Diego Charco, de ejercicio cochero, viendo a principios del año 1787 que unos muchachos llevaran arrastrando como por juguete un lienzo de Ntra. Sra. de la Soledad, lo arrebató de las manos de aquellos, lo hizo retocar y lo colocó en marzo del propio año en el portal de su misma casa, y esmerándose en su culto, le ha promovido con tanto fervor que ha conseguido extender su particular devoción; de modo que se hallan alumbrándola varios faroles y lámpara a expensas de personas de primera clase, además de las muchas velas que la devoción de los fieles la presentan, reconocidos a los singulares beneficios que dicen haber conseguido ellos por intercesión de esta su Poderosa Madre, y en señal de este reconocimiento se ven las paredes de la actual Capillita llenas de presentallas. A impulsos de esta devoción se reza el Rosario todas las noches ante esta santa Imagen, cubriendo el Concurso gran parte de la calle... "

Ocho años después, en 1795, gracias a las aportaciones de los fieles, se pudo construir una pequeña capilla donde estos pudieran visitar con mayor tranquilidad a la Virgen que ya era llamada de La Paloma por encontrarse en la calle del mismo nombre. Pero también la capilla, diseñada por Francisco Sánchez, discípulo de uno de los grandes arquitectos que han trabajado en Madrid, Ventura Rodríguez (1717-1785), se quedó pequeña para el creciente número de peregrinos que hasta allí se acercaban y finalmente se decidió transformarla y ampliarla hasta convertirse en  la Iglesia de San Pedro el Real , construida en 1891 y situada en la misma calle de La Paloma , donde aún hoy se encuentra. Su fama creció tanto que incluso acudió a verla la reina María Luisa de Parma (1751-1819) para pedir que sanase a su hijo Fernando, el futuro rey Fernando VII (1784-1833). El príncipe se salvó, lo cual no sería una buena noticia para su futuro reino, pues demostró ser uno de los peores monarcas de la historia de España, aunque durante la Guerra de Independencia contra Francia y mientras en España reinaba el hermano de Napoléón, José Bonaparte (1768-1844), Fernando fue llamado el Deseado.

Cuando se produce la entrada de los franceses en Madrid en 1808 Isabel Tintero esconderá el cuadro , pero no verá terminar la guerra, pues Isabel morirá en 1813 y no se cumplirá su deseo de ser enterrada en la capilla donde había estado la Virgen sino que fue enterrada en el cementerio de San Isidro, aunque si se le dedicaría posteriormente una calle que lleva su nombre justo enfrente de la iglesia de San Pedro el Real . Terminada la guerra volvió a su emplazamiento en la capilla de la Paloma, hasta que en 1891 la capilla es adaptada a las necesidades derivadas del gran número de fieles que allí se reunían y se convierte en la parroquia de San Pedro del Real, y allí permanece hasta el inicio de la Guerra Civil España el 18 de julio de 1936, cuando de nuevo es ocultada para evitar que fuese víctima de los ataques que estaban sufriendo las parroquias en aquellos primeros días de la guerra civil.

El cuadro fue pasando de mano en mano entre los feligreses hasta que terminó en el cabezal de la cama  de uno de ellos. Por las circunstancias de la guerra, el cuadro terminaría siendo abandonado en un edificio de la Glorieta de San Bernardo. Terminada la guerra pasa un tiempo en la capilla privada del obispo de Madrid y, por fin, regresa a su emplazamiento original en San Pedro del Real.

Sobre el origen del cuadro, algunos cronistas de la ciudad afirman que el retrato representa a una joven que iba a ingresar monja en el siglo XVII y cuya familia habría encargado hacerle un retrato antes de su ingreso en el convento para recordarla. Esta mujer habría llegado a ser beatificada y aquellos que la admiraban y deseaban dar a conocer su persona ordenaron realizar varias copias de este cuadro. Una de estas copias es la que habría comprado Isabel Tintero a su sobrino y que ahora todos veneraban como la Virgen de la Paloma.

Sin ser la patrona oficial de Madrid, tradicionalmente se la considera “patrona popular de los madrileños”. En su honor, y desde el siglo XVIII, se celebran anualmente las Fiestas de la Paloma cada 15 de agosto, coincidiendo con la Asunción de María.


Dice Pedro de Répide de esta calle:

De la calle de Calatrava a la de la Ventosa, b. de Calatrava, d. de la Latina, p. de San Pedro el Real. 

Aquí estaban unos corrales pertenecientes a las monjas de San Juan de la Penitencia, de Alcalá de Henares, y en ellos se crio la paloma que volaba sobre la imagen de la Virgen de las Maravillas, cuando la llevaron al convento de la calle de la Palma, y a la que ya se ha hecho referencia al hablar de esa calle y de las de Gitanos y Lobo, hoy de Arlabán y de Echegaray. Salió aquel ave de la torrecilla del horno y no volvió, con lo que habiendo oído contar los que allí habitaban el suceso de la paloma que volaba sobre la imagen, fueron al convento y reconocieron que era la misma. Desde entonces fueron llamados aquellos corrales los de la Paloma, y quedó el nombre a la calle. 

En ellos hallóse luego una pintura de la Virgen de la Soledad, que, maltratada y puesta en unos bastidores viejos, se hallaba en los mismos corrales entre la leña destinada a encender el horno. Jugaban con el lienzo unos muchachos, cuando se lo compró por tres cuartos Isabel Tintero, quien lo limpió y puso en un retablillo en el portal de su casa, donde comenzó a recibir la pública veneración. De modo que la Virgen de la Paloma, que tan significada ha llegado a ser en la devoción madrileña, es una repetición de la de Maravillas, que dio su nombre a otros barrios famosos de la corte. 

La primera vez que la calle de la Paloma aparece en la literatura es en la vida de D. Diego de Torres Villarroel, quién allí vivía miserablemente, lavándose en el pilón del patio la sola camisa que poseía, y de allí salió para ir a casa de la condesa de los Arcos a presenciar, para atestiguarlo luego, el suceso de los duendes en el palacio que habitaba aquella dama en la calle de Fuencarral. 

En 1795 hízose por el arquitecto Francisco Sánchez, discípulo de Villanueva, la capillita primitiva, donde a más del culto popular recibió la Virgen de la Paloma la adoración constante de dos reinas: María Luisa de Parma y luego Isabel II, que fueron sus devotas más acendradas. 

Ahora la Paloma tiene construido, al lado de la antigua capillita neoclásica, un hermoso templo con dos torres, de un buen estilo mudéjar, y clara y bella disposición interior. 

Pero, oficialmente, en cambio, ha dejado de dar nombre al templo, que se llama parroquia de San Pedro el Real. Para comodidad de sus servicios, esta iglesia tiene también entrada por la calle de Toledo

La verbena de la Paloma no es de las más antiguas y tradicionales de Madrid. Pero ha llegado a celebrarse con especial tronío, teniendo además el melancólico encanto de ser la última del verano. Porque, en realidad, no significa nada la de San José de Calasanz, que desde hace pocos años se verifica a últimos de agosto en la plaza de Santa Bárbara, y la fiesta llamada de la Melonera no es realmente una verbena, a más de ser frecuentemente entristecida por las primeras lluvias otoñales. 

La verbena de la Paloma tiene un prestigio singularísimo. El de haber dado inspiración y nombre a esa joya del teatro lírico español, que es el sainete de Ricardo de la Vega, al que tan primorosamente acompaña la música de Bretón. 

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