La calle de la Paloma se encuentra entre las calles de Calatrava
y de Toledo. En esta calle había unos corrales que pertenecían a unas monjas de
Alcalá de Henares y en los que se crió la paloma que voló sobre la imagen de la
Virgen de las Maravillas cuando la trasladaron al convento de la calle de la
Palma (hoy iglesia de San Justo y San Pastor).
En 1787, unos chiquillos encontraron en estos corrales,
junto a la leña, una pintura de la Virgen de la Soledad que representaba el
traslado de la Virgen con la Paloma encima de su cabeza. El cuadro no se
hallaba en buenas condiciones. La tía de uno de estos niños, de nombre Andrea
Isabel Tintero, casada con un cochero llamado Diego Charco, les vio jugar con
el lienzo y decidió quedarse con él a cambio de unas pocas monedas. Después de
limpiarlo cuidadosamente, le puso un marco y a continuación lo situó en la
entrada de su casa, que se hallaba en la calle de la Paloma, flanqueado por una
pequeña lámpara y dos ramos.
Un día se le ocurrió poner a su hijo delante de la imagen
para obtener su bendición, y este gesto no tardaría en ser repetido por sus
vecinos y en poco tiempo se extendió por toda la ciudad la fama de que la
imagen expuesta en la calle de la Paloma era milagrosa. Poco a poco fueron
acudiendo los madrileños ante su imagen a obtener la bendición o pedir favores,
y hasta tal punto creció el número de fieles que Isabel Tintero no tuvo más
remedio que habilitar parte de su casa para alojar a los hombres y mujeres que
allí acudían de todas partes.
Sobre todo acudían mujeres embarazadas o aquellas que
acababan de tener un niño con su recién nacido en brazos, pues se había
extendido la creencia de que la Virgen
protegía sobre todo a los bebes. Y toda esta devoción había surgido de una
imagen de escasa calidad, de autor desconocido y que sólo por el gesto de
Tintero había adquirido notoriedad. Así nacen muchos cultos y tradiciones cuyo
origen es luego olvidado.
En 1791 toda esta historia era recogida en un informe
redactado por el propio alcalde de Madrid , José Antonio de Armona y Murga ,
marqués de Casa García Postigo, hombre amante de Madrid y de sus tradiciones y
muy querido por los madrileños, ocupando el cargo desde 1777 a 1792. En su
informe podemos leer la historia con sus propias palabras
"Resulta que la
expresada Isabel Tintero, mujer de Diego Charco, de ejercicio cochero, viendo a
principios del año 1787 que unos muchachos llevaran arrastrando como por
juguete un lienzo de Ntra. Sra. de la Soledad, lo arrebató de las manos de
aquellos, lo hizo retocar y lo colocó en marzo del propio año en el portal de
su misma casa, y esmerándose en su culto, le ha promovido con tanto fervor que
ha conseguido extender su particular devoción; de modo que se hallan
alumbrándola varios faroles y lámpara a expensas de personas de primera clase,
además de las muchas velas que la devoción de los fieles la presentan,
reconocidos a los singulares beneficios que dicen haber conseguido ellos por
intercesión de esta su Poderosa Madre, y en señal de este reconocimiento se ven
las paredes de la actual Capillita llenas de presentallas. A impulsos de esta
devoción se reza el Rosario todas las noches ante esta santa Imagen, cubriendo
el Concurso gran parte de la calle... "
Ocho años después, en 1795, gracias a las aportaciones de
los fieles, se pudo construir una pequeña capilla donde estos pudieran visitar
con mayor tranquilidad a la Virgen que ya era llamada de La Paloma por
encontrarse en la calle del mismo nombre. Pero también la capilla, diseñada por
Francisco Sánchez, discípulo de uno de los grandes arquitectos que han
trabajado en Madrid, Ventura Rodríguez (1717-1785), se quedó pequeña para el
creciente número de peregrinos que hasta allí se acercaban y finalmente se
decidió transformarla y ampliarla hasta convertirse en la Iglesia de San Pedro el Real , construida
en 1891 y situada en la misma calle de La Paloma , donde aún hoy se encuentra.
Su fama creció tanto que incluso acudió a verla la reina María Luisa de Parma
(1751-1819) para pedir que sanase a su hijo Fernando, el futuro rey Fernando
VII (1784-1833). El príncipe se salvó, lo cual no sería una buena noticia para
su futuro reino, pues demostró ser uno de los peores monarcas de la historia de
España, aunque durante la Guerra de Independencia contra Francia y mientras en
España reinaba el hermano de Napoléón, José Bonaparte (1768-1844), Fernando fue
llamado el Deseado.
Cuando se produce la entrada de los franceses en Madrid en
1808 Isabel Tintero esconderá el cuadro , pero no verá terminar la guerra, pues
Isabel morirá en 1813 y no se cumplirá su deseo de ser enterrada en la capilla
donde había estado la Virgen sino que fue enterrada en el cementerio de San
Isidro, aunque si se le dedicaría posteriormente una calle que lleva su nombre
justo enfrente de la iglesia de San Pedro el Real . Terminada la guerra volvió
a su emplazamiento en la capilla de la Paloma, hasta que en 1891 la capilla es
adaptada a las necesidades derivadas del gran número de fieles que allí se
reunían y se convierte en la parroquia de San Pedro del Real, y allí permanece
hasta el inicio de la Guerra Civil España el 18 de julio de 1936, cuando de
nuevo es ocultada para evitar que fuese víctima de los ataques que estaban
sufriendo las parroquias en aquellos primeros días de la guerra civil.
El cuadro fue pasando de mano en mano entre los feligreses
hasta que terminó en el cabezal de la cama
de uno de ellos. Por las circunstancias de la guerra, el cuadro
terminaría siendo abandonado en un edificio de la Glorieta de San Bernardo.
Terminada la guerra pasa un tiempo en la capilla privada del obispo de Madrid y,
por fin, regresa a su emplazamiento original en San Pedro del Real.
Sobre el origen del cuadro, algunos cronistas de la ciudad
afirman que el retrato representa a una joven que iba a ingresar monja en el
siglo XVII y cuya familia habría encargado hacerle un retrato antes de su
ingreso en el convento para recordarla. Esta mujer habría llegado a ser
beatificada y aquellos que la admiraban y deseaban dar a conocer su persona
ordenaron realizar varias copias de este cuadro. Una de estas copias es la que
habría comprado Isabel Tintero a su sobrino y que ahora todos veneraban como la
Virgen de la Paloma.
Sin ser la patrona oficial de Madrid, tradicionalmente se la
considera “patrona popular de los madrileños”. En su honor, y desde el siglo
XVIII, se celebran anualmente las Fiestas de la Paloma cada 15 de agosto,
coincidiendo con la Asunción de María.
Dice Pedro de Répide de esta calle:
De la calle de Calatrava a la de la Ventosa, b. de Calatrava, d. de la Latina, p. de San Pedro el Real.
Aquí estaban unos corrales pertenecientes a las monjas de San Juan de la Penitencia, de Alcalá de Henares, y en ellos se crio la paloma que volaba sobre la imagen de la Virgen de las Maravillas, cuando la llevaron al convento de la calle de la Palma, y a la que ya se ha hecho referencia al hablar de esa calle y de las de Gitanos y Lobo, hoy de Arlabán y de Echegaray. Salió aquel ave de la torrecilla del horno y no volvió, con lo que habiendo oído contar los que allí habitaban el suceso de la paloma que volaba sobre la imagen, fueron al convento y reconocieron que era la misma. Desde entonces fueron llamados aquellos corrales los de la Paloma, y quedó el nombre a la calle.
En ellos hallóse luego una pintura de la Virgen de la Soledad, que, maltratada y puesta en unos bastidores viejos, se hallaba en los mismos corrales entre la leña destinada a encender el horno. Jugaban con el lienzo unos muchachos, cuando se lo compró por tres cuartos Isabel Tintero, quien lo limpió y puso en un retablillo en el portal de su casa, donde comenzó a recibir la pública veneración. De modo que la Virgen de la Paloma, que tan significada ha llegado a ser en la devoción madrileña, es una repetición de la de Maravillas, que dio su nombre a otros barrios famosos de la corte.
La primera vez que la calle de la Paloma aparece en la literatura es en la vida de D. Diego de Torres Villarroel, quién allí vivía miserablemente, lavándose en el pilón del patio la sola camisa que poseía, y de allí salió para ir a casa de la condesa de los Arcos a presenciar, para atestiguarlo luego, el suceso de los duendes en el palacio que habitaba aquella dama en la calle de Fuencarral.
En 1795 hízose por el arquitecto Francisco Sánchez, discípulo de Villanueva, la capillita primitiva, donde a más del culto popular recibió la Virgen de la Paloma la adoración constante de dos reinas: María Luisa de Parma y luego Isabel II, que fueron sus devotas más acendradas.
Ahora la Paloma tiene construido, al lado de la antigua capillita neoclásica, un hermoso templo con dos torres, de un buen estilo mudéjar, y clara y bella disposición interior.
Pero, oficialmente, en cambio, ha dejado de dar nombre al templo, que se llama parroquia de San Pedro el Real. Para comodidad de sus servicios, esta iglesia tiene también entrada por la calle de Toledo.
La verbena de la Paloma no es de las más antiguas y tradicionales de Madrid. Pero ha llegado a celebrarse con especial tronío, teniendo además el melancólico encanto de ser la última del verano. Porque, en realidad, no significa nada la de San José de Calasanz, que desde hace pocos años se verifica a últimos de agosto en la plaza de Santa Bárbara, y la fiesta llamada de la Melonera no es realmente una verbena, a más de ser frecuentemente entristecida por las primeras lluvias otoñales.
La verbena de la Paloma tiene un prestigio singularísimo. El de haber dado inspiración y nombre a esa joya del teatro lírico español, que es el sainete de Ricardo de la Vega, al que tan primorosamente acompaña la música de Bretón.
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