lunes, 30 de marzo de 2015

Plaza Mayor

Plaza Mayor

La plaza Mayor es, sin duda, el espacio público más carismático, histórico y visitado de Madrid. Está situada en lo que actualmente es el Centro y a pocos metros de la Puerta del Sol

Es una plaza porticada de planta rectangular, de 129 metros de largo por 94 metros de ancho, que está completamente cerrada por edificios de viviendas de tres plantas, con 377 balcones, dispone de diez puertas de acceso a las calles que la circundan. Tiene 114 arcos incluidos los de acceso, 76 buhardillas y 4 torres.

En el centro del lado norte de la plaza se levanta la Casa de la Panadería y enfrente de ella, en el lado sur, la Casa de la Carnicería. En los soportales, sostenidos por pilares de granito, se alojan numerosos comercios de hostelería, por ser un importante punto turístico de Madrid, así como tiendas de coleccionismo, filatelia y numismática.

Los orígenes de la plaza se remontan al siglo XVI, cuando en la confluencia de los caminos (hoy en día calles) de Toledo y de Atocha, a las afueras de la villa medieval, se celebraba en este sitio, conocido como «plaza del Arrabal», el mercado principal de la villa, construyéndose en esta época una primera casa porticada, o lonja, para regular el comercio en la plaza.

Dispone de diez accesos, seis de ellos a través de grandes arcos que se abren a las siguientes calles: del 7 de Julio y de Felipe III al norte; de la Sal y de Gerona al este; de Toledo al sur; y de Ciudad Rodrigo al oeste. Existe un séptimo arco, situado a la izquierda de la fachada de la Casa de la Carnicería, que no coincide con salida alguna de la plaza. Y un octavo arco a la izquierda de la fachada occidental, de menores dimensiones, que tampoco coincide con salida alguna. Tres accesos no coinciden con arco alguno: calle del Arco de Triunfo al norte; de Zaragoza al este; y de Botoneras al sur. El décimo acceso, tal vez el más conocido, es el Arco de Cuchilleros (calle de la Escalerilla de Piedra), en la esquina suroeste, pero este arco no es visible desde la plaza. 

En 1580, tras haber trasladado la corte a Madrid en 1561, Felipe II encargó el proyecto de remodelación de la plaza a Juan de Herrera, comenzándose el derribo de las «casas de manzanas» de la antigua plaza ese mismo año. La construcción del primer edificio de la nueva plaza, la Casa de la Panadería, comenzaría en 1590 a cargo de Diego Sillero, en el solar de la antigua lonja. En 1617, Felipe III, encargó la finalización de las obras a Juan Gómez de Mora, quién concluirá la plaza en 1619.

domingo, 8 de marzo de 2015

Calle del Marqués de Valdeiglesias

Calle del Marqués de Valdeiglesias

La calle del Marqués de Valdeiglesias se encuentra entre la Gran Vía y la calle de las Infantas.

Primero se llamó calle de las Torres por las dos altas torres con escudos y trofeos que había en la casa de Juan García de Figueroa, embajador en Persia en 1618.

Desde 1902 recibe el nombre de Marqués de Valdeiglesias, en recuerdo de Ignacio José Escobar y López Hermoso (1822-1887), primer marqués de Valdeiglesias y director del periódico La Época así como diputado, Consejero de Estado y Vicepresidente del Congreso.
El Marquesado de Valdeiglesias es un título nobiliario español creado el 28 de junio de 1879 por el rey Alfonso XII durante la Restauración borbónica en España a favor de Ignacio José Escobar y López-Hermoso, Viejo y Martínez, Diputado a Cortes, Consejero de Estado de España.

Calle del Clavel

Calle del Clavel

La calle del Clavel se encuentra entre la calle del Caballero de Gracia y la calle de las Infantas.

Cuenta la leyenda que cierta tarde en que el rey Felipe III y su mujer, la reina Margarita de Austria, daban un paseo por la zona, quisieron entrar a ver el convento de la Concepción Francisca, fundado por el Caballero de Gracia y situado en esta calle.

Lo encontraron tan pequeño que a los pocos días volvieron junto con el duque de Lerma, el recién nombrado arzobispo de Santo Domingo, el alcalde de la villa y el propio Caballero de Gracia para tratar de obtener las dos casas contiguas que, curiosamente pertenecían al alcalde y al arzobispo, y poder así agrandar el convento.

Entonces el Caballero de Gracia se ofreció a regalar otra casa y el duque de Lerma, para no ser menos dijo que él daría un amplio y nuevo lugar para las monjas. Como no se ponían de acuerdo, la reina se agachó y cogió cuatro claveles de una mata que había en la huerta y entregó una flor a cada hombre, comprometiéndoles de esta manera a que cada uno contribuyera a la ampliación del convento.

Según otros autores, fue la madre abadesa la que entregó los claveles en lugar de la reina, pero la leyenda es la misma.

Calle de las Infantas

Calle de las Infantas

La calle de las Infantas transcurre entre la calle de Fuencarral y la Plaza del Rey.

El nombre de la calle aparece ya en el Plano de Texeira (1656) y supuestamente proviene de un tablado que se puso en el lugar para que, en el siglo XVII, las infantas María y Margarita (la de Las Meninas), vieran pasar una procesión encabezada por su padre, Felipe IV.

Durante la Revolución de 1868 se llamó calle de la Marina Española, y en la Guerra Civil calle de Rosalía de Castro.

El primer tramo, entre las calles de Fuencarral y de Hortaleza, tuvo antes de pertenecer a Infantas su propio nombre, calle del Piojo, y el tramo comprendido entre la calle Marqués de Valdeiglesias y la Plaza del Rey se llamó calle de las Siete Chimeneas.

Calle de Hortaleza

Calle de Hortaleza

La calle de Hortaleza se encuentra entre la Gran Vía y la plaza de Santa Bárbara.

El nombre se debe a que este era el antiguo camino que conducía al pueblo, hoy distrito, de Hortaleza que fue anexionado a Madrid en 1950.

Este municipio debía su nombre a las hortalizas que llevaba a vender a Madrid, aunque en un documento de 1361 figura como Fortaleza. 

Calle de Muñoz Torrero

Calle de Muñoz Torrero

La calle de Muñoz Torrero se encuentra entre la calle de Valverde y la calle del Barco.

Esta calle se abrió en 1864 en el solar del convento de San Basilio y está dedicada al sacerdote y político Diego Muñoz Torrero (1761-1829) que fue diputado en las Cortes de Cádiz se le considera el principal artífice del fin de la Inquisición española y uno de los máximos defensores de la libertad de expresión escrita.

Perseguido por Fernando VII por haber firmado la Constitución de 1812, murió en Portugal en 1829 a consecuencia de los malos tratos sufridos en las prisiones donde fue recluido.
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Dice Pedro de Répide de esta calle:

MUÑOZ TORRERO: De la calle de Valverde a la del Barco, b. de Muñoz Torrero, d. del Centro, p. de San Martín. 

Esta calle, que tiene la particularidad de carecer de tránsito rodado, fue abierta en 1864, al construir la Sociedad La Peninsular un grupo de casas sobre el solar del antiguo convento de los Basilios. 

D. Diego Muñoz Torrero nació el año 1761 en Cabeza del Buey, y murió en 1829 en la torre de San Julián de la Barra, en Lisboa. Fue canónigo, catedrático y rector de la Universidad de Salamanca. Fue su voz una de las más elocuentes de las Cortes de Cádiz, donde abogó por la libertad de imprenta y clamó contra la Inquisición. Perseguido por la Restauración fernandina, hubo de ser propuesto en 1820 para el obispado de Guadix por los constitucionales triunfantes; pero no obtuvo el asentamiento de 
Roma. Al vencer de nuevo los absolutistas, vióse precisado a huir de España, y refugiado en Portugal no halló el seguro asilo que buscaba, pues fue víctima de la identidad de circunstancias históricas en que se encontraban ambos países, y sufrió de los miguelistas la prisión y el martirio. 

Sus restos fueron trasladados en 1864 a Madrid, recibiendo sepultura en el panteón de la Libertad, así llamado con más exactitud de la que parece, y que desde su emplazamiento en el cementerio de San Nicolás, ha pasado a un ángulo del patio de Atocha. 
Diego Muñoz-Torrero y Ramírez Moyano (Cabeza del Buey, Badajoz, España, 21 de enero de 1761 - Oeiras e São Julião da Barra, Portugal, 16 de marzo de 1829) fue un sacerdote, catedrático y político español que tuvo un destacado papel en la elaboración de la Constitución española de 1812. Como diputado de las Cortes de Cádiz fue el principal artífice del fin de la Inquisición española y uno de los máximos defensores de la libertad de imprenta.

Trayectoria académica
Era hijo de Diego Antonio Muñoz-Torrero, boticario y maestro de latín, con quién estudió hasta su ingreso en la Universidad de Salamanca, a los 11 años, para estudiar allí Teología y Filosofía. Se ordenó sacerdote y fue nombrado en 1784 catedrático de Filosofía en la Universidad de Salamanca, formando parte desde entonces de un grupo de profesores y alumnos que emprendió una importante renovación de la enseñanza. En 1787 fue nombrado por unanimidad rector de la Universidad de Salamanca.

Durante su ejercicio como rector, llevó a cabo varias medidas: la conservación de la colección de Yerbas existente en la Universidad; incrementó los fondos existentes en la Biblioteca Universitaria, solventó los conflictos existentes entre las Facultades de Medicina y Artes por un lado y las de Teología y Jurisprudencia por otro, así como la creación del Colegio de Filosofía. También se preocupó por la reforma de los métodos de enseñanza y por el cambio de planes de estudio, prácticas académicas y libros de textos.

Trayectoria política
Trasladado a Madrid para opositar a una capellanía, José Álvarez de Toledo, XI marqués de Villafranca del Bierzo, se fijó en él para concederle una canonjía, como patrono que era de la colegiata de Santa María de Villafranca del Bierzo. A partir de este momento las noticias sobre la vida de Muñoz-Torrero son mayores. Permaneció como canónigo en Villafranca del Bierzo hasta su traslado a la Isla de León a finales del verano de 1810, como diputado ya por la provincia de Extremadura.

Diputado a Cortes
Tras el alzamiento nacional contra José Bonaparte en 1808 es nombrado miembro de la Junta Suprema de Extremadura y enviado posteriormente a Cádiz como diputado a las Cortes Generales por su región, en la legislatura 1810-1813.

Su elección, el 23 de julio de 1810, se realizó en una sesión en la que hubo diversas irregularidades. Fue puesta en tela de juicio y recurrida ante la junta electoral por varios personajes.

El 24 de septiembre de 1810, en la jornada inaugural de las Cortes, es el primer diputado en intervenir haciendo varias proposiciones revolucionarias de tipo liberal:

La soberanía de la nación reside en el pueblo,
Separación de poderes,
Abolición de la Inquisición en España,
Libertad de prensa,
Inviolabilidad de los diputados.

Y consiguiendo la aprobación de dos decretos fundamentales:

Sobre la libertad de imprenta, en contra de la postura del inquisidor Riesco, con opiniones tales como que la censura previa es el último asidero de la tiranía.

Sobre la soberanía nacional: junto con Manuel Luján, también diputado por Extremadura, Muñoz Torrero presentó un texto de once puntos que recogía detenidamente la iniciativa: la legitimidad de los diputados como representantes de la nación, de sus Cortes, el reconocimiento de Fernando VII como rey, la nulidad de la cesión de la corona en favor de Napoleón, la división de poderes, la inviolabilidad de los diputados y el juramento de la regencia de todas estas declaraciones.

El 2 de marzo de 1811, por 78 votos, fue nombrado presidente de la comisión redactora de la Constitución, junto con Agustín Argüelles y Evaristo Pérez de Castro, y fue una de las figuras más destacadas en la redacción de esta primera Constitución liberal que tuvo España, aprobada el 19 de marzo de 1812 y llamada por ello "La Pepa".

Como anécdota, la bandera de las Cortes, de tafetán con dos fajas rojas y una amarilla intermedia, todas de igual anchura, fue regalo de Muñoz-Torrero, bandera que más tarde fue utilizada por la Milicia Nacional a partir de 1820.

Restauración absolutista
A principios de 1814, tras la batalla de Arapiles y el abandono de José I, Fernando VII firma con Napoleón el tratado de Valençay el 11 de noviembre de 1813, consiguiendo la corona a la que había renunciado en Bayona a cambio de la neutralidad española en las guerras de Francia.

A su regreso, en marzo de 1814, y pese a que en el tratado se comprometía al perdón de los afrancesados, en lugar de prestar juramento a la Constitución, Fernando da un golpe de estado con ayuda del General Elío, disuelve las Cortes el 10 de mayo y declara nulas todas las disposiciones tomadas por ellas, persiguiendo y encarcelando a los que participaron en ellas. Por liberal, Muñoz-Torrero fue detenido, y por su condición de sacerdote fue encerrado en el monasterio de San Francisco en Padrón (La Coruña), donde permaneció seis años.

Trienio Liberal
En 1820, el general Riego encabeza una sublevación de las tropas reclutadas para ir a América, que, aunque inicialmente fracasa, obliga al rey a jurar la Constitución, dando comienzo al trienio liberal.

Muñoz-Torrero es elegido de nuevo diputado por Extremadura, y las Cortes le nombran Presidente de su Diputación permanente, puesto desde el que consigue suprimir la Inquisición de forma definitiva. El Gobierno le nombra obispo de Guadix (pues seguía vigente el derecho de presentación de obispos), pero el Papa no refrenda dicho nombramiento, aparentemente por los informes del ex-inquisidor granadino Verdejo, que era canónigo de Guadix y absolutista acérrimo.

Persecución y muerte
En 1823, los Cien Mil Hijos de San Luis enviados por la Santa Alianza devuelven a Fernando VII sus prerrogativas absolutistas el 1 de octubre, dando comienzo a la Década Ominosa. Muñoz-Torrero huye a Portugal, donde también es perseguido por sus ideas liberales. Hecho prisionero, es encerrado en la Torre de San Julián de la Barra y torturado, permaneciendo hasta su muerte, ocurrida el 16 de marzo de 1829.

Su cuerpo fue trasladado a Madrid, al Panteón de Hombres Ilustres y colocado en el mausoleo conjunto, una cripta construida en 1857 bajo una estatua que representa la Libertad, y donde se encuentran los cuerpos de Agustín de Argüelles, José María Calatrava, Juan Álvarez Mendizábal, Diego Muñoz-Torrero, Francisco Martínez de la Rosa y Salustiano Olózaga.

Calle de Floridablanca


Calle de Floridablanca

La calle de Floridablanca se encuentra entre la carrera de San Jerónimo y la calle de Jovellanos.

Es una calle relativamente moderna pues se abrió en 1848 entre el convento del Espíritu Santo (derribado para construir en su solar el Congreso de los Diputados) y la casa del duque de Híjar. En la actualidad el transito por esta calle se reduce al servicios del Congreso de los Diputados ya que se ha embebido en el conjunto, entre el Palacio y la nueva edificación del congreso. 

Recibió el actual nombre en recuerdo de José Moñino y Redondo (1730-1808), conde de Floridablanca y ministro de Carlos III.
José Moñino y Redondo, I conde de Floridablanca (Murcia, 21 de octubre de 1728 - Sevilla, 30 de diciembre de 1808), fue un político español que ejerció el cargo de Secretario de Estado entre 1777 y 1792 y presidió la Junta Suprema Central creada en 1808.