lunes, 6 de febrero de 2023

Plaza del Rey

Plaza del Rey

La Plaza del Rey es un espacio ubicado en un lateral del primer tramo de la Gran Vía. Está delimitada en uno de sus extremos por la calle del Barquillo y la calle de las Infantas. Se encuentra ubicada en el barrio de Chueca, d. del Hospicio, b. de las Torres, p. de San José. 

Esta plaza se la denominó en el siglo XIX como Plaza del Almirante porque en ella había vivido Manuel Godoy, el Almirante de la paz

La Plaza del Rey es conocida por este nombre desde 1835, en honor al monarca Fernando VII (que había fallecido dos años antes). La placa de la plaza diseñada por Alfredo Ruiz de Luna es un tanto confusa, al no corresponder la imagen con la de Fernando VII.



No figura en los planos de Madrid del siglo XVII (Teixeira y Espinosa), y es ésta la razón por la que se supone de creación posterior a 1700. Antes de 1800 se denominaba este espacio como Plaza del Almirante, por encontrarse en las cercanías de la plaza la vivienda del príncipe de la Paz. Existe anteriormente con otras denominaciones como la del Circo (debido a la existencia de un circo en 1841), o la de la Paja. La denominación de plaza del Circo se debe a la existencia de un circo ecuestre y de saltimbanquis denominado Teatro Circo Paul (denominado también "Teatro de la Bolsa") fundado por Paul Laribeau y que se encontraba en la confluencia con la calle del Barquillo. El circo fue transformándose en teatro, hasta desaparecer en 1888 por un incendio.

En las cercanías de la plaza se encontraba el convento de San Hermenegildo fundado en 1586 por fray Nicolás de Jesús y María.

El célebre escritor y cronista de la villa Ramón de Mesonero Romanos describió la plaza y su entorno hacia 1854 de la siguiente manera:

Fue conocida en los primeros años de este siglo bajo el título del Almirante con alusion al príncipe de la Paz que tenía allí sus casas, y se formó con la parte que se tomó del terreno de la huerta del Carmen; está plantada de árboles aunque desnuda de adorno central; y dos de sus lados le forman las dichas casas de los condes de Chinchón y el teatro del Circo, el otro la antigua de las Siete Chimeneas (1), y el nuevo los edificios recientemente construidos por el señor Murga.

(1) Hay que notar la coincidencia de que en esta casa vivía el célebre ministro Squilache causa del motín de 1766 en cuyo día 25 de marzo fue atacada y atropellada por el pueblo madrileño; y medio siglo después, en 19 de marzo de 1808, se representó la misma escena en la otra esquina en que vivía el famoso valido de Carlos IV D. Manuel Godoy.
Ramón de Mesonero Romanos, Nuevo manual histórico-topográfico-estadístico y descripcion de Madrid, 1854.

El Ayuntamiento de Madrid erigió el 5 de mayo de 1891 una estatua del teniente de infantería Jacinto Ruiz y Mendoza. Durante la Segunda República la plaza cambió su nombre por el de plaza de García Hernández, en homenaje al capitán Ángel García Hernández, uno de los líderes de la fallida sublevación de Jaca.

Fue, junto con la plaza de Vázquez de Mella, una de las primeras en ser horadada para alojar un aparcamiento subterráneo. En los años setenta en la fachada del Ministerio de Cultura (en las Oficinas de Registro de la Secretaría de Estado de Cultura) que da a la plaza se construyó un reloj de sol de grandes proporciones.

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Dice Pedro de Répide:

Queda incluido en ella el antiguo callejón de las Siete Chimeneas, que formaba escuadra, ante la casa de aquel nombre, y donde estuvo el teatro del Circo Price. El resto del terreno, es decir, lo que ocupan los jardinillos y la parte final de la calle de las Infantas, formaba parte de la huerta conventual de los carmelitas descalzos. 

Llamóse primeramente plaza Almirante, y durante el período revolucionario fue sustituido el nombre de plaza del Rey por el de Béjar, siéndole restituida su denominación anterior al llegar también la restauración a la nomenclatura del callejero. Escenario de históricos acontecimientos, este lugar, que había presenciado el frenesí de las turbas vociferando ante las casas de la condesa de Chinchón, que pertenecían a Godoy, vio luego en la segunda época constitucional la exaltación popular del huérfano del general Lacy, llevado en triunfo por una muchedumbre, la misma quizá que no había de tardar en asistir al suplicio de Riego, lanzando en parecido paroxismo muy diferentes gritos. 

En esta plaza estaba, como ya queda mencionado, el teatro de Price. Edificose en pocos meses sobre el solar del antiguo teatro del Circo, destruido por un incendio en 1876. El viejo coliseo así llamado tuvo su origen en el primer local dedicado a espectáculos acrobáticos que hubo en Madrid, instalado "contiguo a la casa de las Siete Chimeneas", como decían sus programas, por monsieur Avrillon y Paul Laribeau, quien luego levantó circo propio en la calle del Barquillo, donde tiene su desembocadura la de San Marcos. El primitivo circo de la plaza del Rey, fue convertido en teatro, bastante incómodo, pues tenía el escenario a la parte de la entrada, y había que rodear todo éste para llegar a la sala. 

D. José Salamanca fue su empresario, y lo convirtió en templo de la ópera italiana, el quinto cronológicamente, después de los del Palacio del Retiro, Caños del Peral, Príncipe y la Cruz, donde se cultivó ese género, pues no debe contarse como tal el teatrito del Liceo, por ser de carácter privado y haberse dado en él pocas representaciones de ese género, aunque insignes, pues en ellas cantaron Rubini, la Viardot y la Orero de Lema, gran cantatriz madrileña con quien casó Ventura de la Vega. El teatro del Circo, hasta la inauguración del Real, fue el escenario de las grandes figuras líricas de su tiempo. Allí estaba contratada la madre de Adelina Parti el año 1843, cuando dio al mundo a esa gloriosa cantatriz. Allí también cantó por primera vez Tamberlick en Madrid. 

El teatro del Circo fue igualmente famoso en otros géneros, como el dramático, el de la zarzuela grande y el de la opereta bufa. Desde García Gutiérrez hasta Campodrón, todos los dramaturgos de la época dieron obras para aquel escenario, sobre cuyo tablado aparecieron las mismas célebres figuras que habían ilustrado el coliseo del Príncipe, luego convertido en teatro Español por el conde de San Luis. Y antes de que Olona, Salas, Gaztambide y Barbieri emprendieran la construcción del teatro de la Zarzuela, en la calle de Jovellanos, el Circo fue el baluarte de ese género, que al fin y al cabo ha sido la única manifestación cierta de nuestro arte dramático musical. 

Allí se estrenó "Jugar con fuego", que representada hace pocos años en el Real, figurando en el programa de una función de beneficio e interpretada por grandes cantantes, sorprendió al público como hallazgo de una ópera de mayor gracia y riqueza melódica que muchas de la escuela italiana de su tiempo. Allí se estrenó "El valle de Andorra", obra que alcanzó grande popularidad, y por la cual llamaban Victor el Cazador, nombre de uno de sus personajes, al general O'Donnell, cuando en los preparativos de la vicalvarada, y para disimular sus escondites, decían los amigos del conde de Lucena que se hallaba cazando en cacerías misteriosas que no se acababan nunca. 

De aquella época era también la broma, con motivo de los derribos para el ensanche de la Puerta del Sol, cuando refiriéndose a otra zarzuela protestaban algunos de la falta del reloj del Buen Suceso, porque decían que no llegaban a tiempo al coro de los alguaciles en el Circo. Y ya en pleno bienio, el estreno y el éxito de "Catalina", en aquel teatro, sirvió de tema frecuente a los redactores de "El padre Cobos" para continuar alusiones e indirectas a la actualidad política y literaria. 

La gracia demoledora de Offenbach, que hizo tanto por la destrucción del segundo imperio francés como los cañones de Sedán, transcendió a España en la época revolucionaria. Y los bufos, que luego habían de tener sus escenarios en el Príncipe Alfonso y en Capellanes, aparecieron por primera vez en Madrid en el teatro del Circo. 

Utilizado también para reuniones políticas, fue la última, y una de las más importantes celebradas en él, la asamblea de los radicales en 1872. 

Incendiado este coliseo en 1874, fue, como ya queda dicho, reconstruido rápidamente en siete meses en la forma que se conserva y con el nombre de teatro circo de Price, como sucedáneo del que así llamado existió en Recoletos, esquina a la Costanilla de la Veterinaria, ahora calle de Bárbara de Braganza. 

En su nuevo avatar ha servido preferentemente durante el invierno para temporadas de zarzuela grande. En Price, el insigne Chapí, que había resucitado magníficamente el género en el teatro de la Zarzuela con «La tempestad», «La bruja» y «El rey que rabió», estrenó «Curro Vargas», «La cortijera» y «La cara de Dios». 

Durante la primavera, viene tradicionalmente cambiando de espectáculo y de nombre, titulándose Circo de Parish. Fue el decano de los circos madrileños y el que permaneció a través de los tiempos presenciando las apariciones y desapariciones de otros análogos lugares de espectáculos. Los artistas acrobáticos de más nombradía han pasado por su pista, y la inauguración de la temporada, la noche del Sábado de Gloria, fue muchos años tan importante como la corrida de inauguración en la plaza de toros el Domingo de Pascua, fechas de festejos ambas que han perdido ya todo su interés de otros tiempos. Alguna vez, un sentimiento trágico ha venido a turbar la alegría de las funciones en el circo. Así, en la muerte de Mina Alix acaecida el año 1904, por haber caído esa artista desde lo alto de la sala cuando practicaba en un automóvil el ejercicio de rizar el rizo. 

No es este el único recuerdo lamentable de este edificio de Price. En él, y durante una función de teatro, desprendióse el año 1890 un trozo de la embocadura, causando una muerte y dejando algunos heridos, dándose la circunstancia de ser las víctimas jóvenes de alcurniadas familias de la corte. 

A título de curiosidad, y pues ello cabe perfectamente en esta relación, puede consignarse aquí el recuerdo de que uno de los escándalos más formidables registrados en ese teatro, donde los ha habido épicos, aconteció el año 1888, en el estreno de una zarzuela revista en tres actos, titulada "Las calles de Madrid", de la cual guardo un ejemplar entre mis curiosidades madrileñas. Suponíase que la obra contenía algunas alusiones políticas, y que en el personaje principal, llamado el Celador Fierbrás, se ridiculizaba a un señalado personaje. Y se dio el caso de que, según parece, la grita y la protesta estuvieron organizadas oficialmente, digámoslo así, y autorizadas por la presencia del gobernador civil, que era el duque de Frías, quien tomó pretexto en lo sucedido para suspender las representaciones. Aunque el libro no dice el nombre de los autores, me ha sido dable averiguar que el de la letra era D. Luis Mariano de Larra y el de la música el maestro Cereceda. 

El teatro de Price, donde también como en el antiguo del Circo, aunque sin la importancia de entonces, se han hecho temporadas de ópera italiana, ha sido utilizado para los conciertos que organizaba el Círculo de Bellas Artes con el concurso de la Orquesta Filarmónica, dirigida por el maestro Pérez Casas, y en cuyos programas se han dado a conocer las más interesantes producciones de la música sinfónica contemporánea española y extranjera. 

Frontera al teatro está la casa donde una lápida recuerda que allí murió, a 19 de febrero de 1984, D. Francisco Asenjo Barbieri, que a su arte de músico españolisimo unía su condición de escritor excelente y erudito de dilatada cultura. 

En el centro de los jardinillos de la plaza del Rey se alza el monumento al teniente de Infantería D. Jacinto Ruiz Mendoza, uno de los héroes del 2 de mayo de 1808. La estatua es obra de Mariano Benlliure, quien quiso hacer un alarde atrevido en la colocación de la figura, que aparece en actitud de lanzarse a la pelea guiando a sus soldados. 

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