miércoles, 8 de febrero de 2023

Calle de Puñonrostro

Calle de Puñonrostro


La calle Puñonrostro está situada junto a la Basílica de San Miguel y une la plaza del Cordón con la plaza del Conde de Miranda

Antiguamente se llamó calle de la Carbonera porque conduce a la plaza donde se encuentra el convento del Corpus Christi, más conocido como convento de las Carboneras. 

En contra de lo que quizá puedas pensar, este callejoncillo muy cerca de la plaza de la Villa no debe su curioso nombre a una de las fases resultantes del movimiento producido a la hora de golpear la cara con la mano cerrada. El callejón tiene este nombre porque aquí estaba la casa de Juan Arias Dávila, señor de Puñonrostro. El señor de Puñonrostro compró la casa a Fernando del Pulgar, cronista de los Reyes Católicos.

La organización feudal de la llamada extremadura castellana se basaba en los señoríos jurisdiccionales donde un señor administraba y sacaba partido a esas tierras como bien gustase, eso sí, acatando unos fueros que en algún momento le concedió el rey correspondiente tras una buena lección de diplomacia, peloteos serviles y una módica suma económica. Y esto se heredaba, como heredó Juan Arias Dávila el señorío de Puñonrostro de sus antepasados.

Heredó un pequeño señorío en medio de la Sagra que se llamaba Puñonrostro porque así se llamaba la villa de cabecera y de la cual hoy no queda nada. Pero al parecer, en la jurisdicción de este señorío se encontraban los lugares de Casarrubios del Monte, Valmojado y las Ventas de Retamosa, por lo que cabe entender que Puñonrostro puede que se encontrase entre estos tres pueblos hoy de la provincia de Toledo, si no es el nombre antiguo de alguno de éstos.

Al poco de comprar la casa, Juan Arias Dávila recibió en 1523 de manos de Carlos I el título de conde de Puñonrostro como reconocimiento por haberle ayudado en su lucha contra los comuneros defendiendo el castillo de Illescas y el alcázar de Madrid. La influencia y el favor real que tuvieron los señores (luego condes) de Puñonrostro se ve reflejado en la posesión de dos castillos en la comarca de la Sagra: uno en Torrejón de Velasco y otro en Seseña, que aún conservan el nombre de castillo de Puñonrostro.

Algunos de los sucesivos condes de Puñonrostro tuvieron ciertos papeles importantes en la vida política española, como Juan José Matheu y Árias Dávila, décimo conde, firmante de la Constitución de Cádiz en representación de Granada; o su hijo, Francisco Javier Arias Dávila y Matheu, undécimo conde, que fue alcalde de Madrid en 1864, mayordomo de la reina Isabel II en 1866 y presidente del Senado en 1884.

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Dice Pedro de Répide:

De la calle de San Justo a la plaza del Conde de Miranda, b. del Ayuntamiento, d. de la Latina, p. de Santa María la real de la Almudena. 

En el siglo XVIII hubo de cerrarse esta calle; pero no tardó en volver a ser abierta al tránsito público. 

Aquí estaba la casa de D. Fernando del Pulgar, cronista de los Reyes Católicos, finca en que vivió luego el marqués de Belmonte, y pasó luego a propiedad del Conde de Puñonrostro, de la que quedó el nombre a la calle, después de desaparecida aquélla. 

El condado de Puñonrostro recuerda una defección en la lucha de las Comunidades madrileñas. Fue concedido por Carlos V a Juan Arias Dávila, señor de Torrejón de Velasco, por no haber dado a los comuneros de Madrid la ayuda con que les había hecho contar. Mal hicieron, ciertamente, los madrileños en fiar de tal personaje y de su amor al pueblo, pues debieron recordar que, no pudiendo sufrirle los habitantes de Alcobendas, que se hallaban también bajo su señorío, hubieron de abandonar su aldea, y, saliendo de ella, comenzaron a edificar otras viviendas en torno a una ermita de San Sebastián, que era propiedad del Concejo de Madrid. 

Hasta allí hubo de perseguirles la saña de Arias Dávila, quien llegando con gente de armas, quemó las chozas que tenían hechas y los cogió presos, logrando escapar algunos, que, sabedores de que D. Fernando el Católico pasaba de Alcalá a Madrid, acudieron a encontrarle en el puente de Viveros, sobre el Jarama, y le refirieron lo que les acontecía. Entonces el monarca mandó al desabrido noble que soltase a los prisioneros y que se fundase el nuevo lugar libre donde ellos querían, y que por aquella ayuda fue denominado San Sebastián de los Reyes.

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