La tradición de su nombre es de que allí había un ventorrillo cuya dueña se llamaba Rosa, y cuando fueron expulsados de aquel barrio, por influencia del beato Simón de Rojas, juntamente los moriscos y las mujeres de mal vivir, el licenciado Gaspar Ortiz, alcalde de casa y corte, mandó cerrar aquella balluca y demolerla, como los demás lupanares que allí existían. Y en ese lugar abriose la calle sucia y estrecha que permanece con el nombre de la ventera.
A esta calle daban las
accesorias del teatro de Variedades, que tenía la entrada principal por la calle de la Magdalena, y fue destruido por un incendio la noche del 18 de enero de 1888.
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