La calle del Hospital, situada entre la calle de Santa Isabel y la calle de Argumosa ha recibido varios nombres con el paso de los años.
Se llamó callejón de los Reyes, callejón Nuevo y de
los Reyes Vieja, debido a que al principio de esta calle se situó la tribuna
real para que asistieran Felipe III y su esposa a la colocación de la primera
piedra del Convento de Santa Isabel. Después fue conocida por Reyes Viejos o del
Niño Perdido indistintamente.
Cuando se construyó el nuevo Hospital General a
mediados del siglo XVIII tomó el nombre de callejón del Hospital y, en 1869, se
le dio salida hacia la calle de Argumosa a través del antiguo cementerio del
hospital.
La denominación de la calle como calle del Niño
Perdido proviene de una leyenda acaecida en en el siglo XVI cuando el monarca Felipe
II tomó una decisión de eliminar todos los hospitales de la ciudad para que
pasaran a formar parte del Hospital General.
La leyenda cuenta que en uno de esos hospitales que
desaparecieron, el llamado “Hospital de
las mujeres perdidas” (ubicado en esta calle), se encontraba una mujer
viuda, que pese a estar en su sano juicio, había sido acusada de loca por su
familia, con la única intención de quedarse con sus pertenencias.
Esta mujer no estaba sola en el hospital, ya que junto
a ella se encontraba un niño de apenas cinco años. Llegó el día en que se
tuvieron que mudar de hospital, y la mujer pidió que subieran a por su hijo a
una especie de buhardilla, pero nadie la hizo caso, porque pensaban que estaba
loca. Con la pena por bandera, la mujer fue obligada a marcharse.
El niño gritó y lloró pero nadie escuchó sus lamentos.
A los tres o cuatro días, el conocido fraile Bernardino
Obregón (que tuvo varias revelaciones a lo largo de su vida), escuchó los
lamentos de un niño mientras soñaba. Por inspiración divina, fue con la policía
al hospital, y efectivamente allí encontró moribundo al pequeño niño perdido.
Evito su muerte y lo llevó junto a su madre, que a los pocos días fue dada de
alta al comprobar que no estaba loca. Vivieron felices el resto de su vida.
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