La calle de la Encarnación
está entre la plaza de la Marina Española y la calle de la Bola.
La calle se llamó primero
Vistas de Doña María de Aragón (junto con la plaza de la Marina Española y la
calle de Bailén), y luego Marqués de las Pozas por la casa que el citado
marqués tenía aquí y que fue adquirida posteriormente por Felipe III, donde su
esposa, la reina Margarita de Austria, fundó en 1610, el convento de la
Encarnación, para conmemorar la expulsión de judíos decretada por Felipe III.
El Real Monasterio de la Encarnación es un convento de monjas agustinas recoletas.
La institución, a la que pertenecieron
damas de la alta nobleza, fue fundada por la reina Margarita de Austria, esposa
de Felipe III, a comienzos del siglo XVII. Debido a las colecciones artísticas
que alberga es, junto con las Descalzas Reales, uno de los templos más
destacados de la ciudad.
La gran impulsora de la creación del
monasterio fue la reina Margarita, razón por la cual el monasterio era conocido
entre la gente de la ciudad como las Margaritas. La historia cuenta que el
motivo de la construcción fue perpetuar el recuerdo y la conmemoración de un
hecho histórico: la ordenanza hecha por el rey Felipe III, su esposo, de la
expulsión de los moriscos que aún quedaban en Madrid.
La reina conservaba buenas relaciones con
las religiosas descalzas de San Agustín de la ciudad de Valladolid, donde había
vivido cerca de seis años, y desde allí hizo venir a la que sería la primera
priora del monasterio, la madre Mariana de San José, en compañía de Francisca
de San Ambrosio (hermana de la marquesa de Pozas), Catalina de la Encarnación e
Isabel de la Cruz. Estas monjas habitaron en un principio en el Real Monasterio
de Santa Isabel a la espera de la construcción de la nueva casa. Poco tiempo
después entró en la comunidad la primera novicia, Aldonza de Zúñiga, hija de
los condes de Miranda y ahijada de los reyes, quienes para celebrar este
acontecimiento hicieron donación a la priora de un gran vaso de ágata con
adornos de rubíes y oro que sería empleado para el Santísimo Sacramento.
El edificio se construyó en el lugar que
ocuparon las casas de los marqueses de Pozas, a quienes el rey se las compró,
debido a su cercanía al Real Alcázar, ya que así los reyes podían entrar
directamente a la iglesia mediante un pasadizo existente.1 Este pasadizo fue
construido por deseo de la reina para no causar molestias, ya que visitaba
frecuentemente el monasterio. En su interior tenía varias salas con cuadros. El
rey en persona colocó la primera piedra del edificio, acto que se hizo con gran
solemnidad y bajo la bendición del cardenal arzobispo de Toledo Bernardo de
Sandoval y Rojas. Meses más tarde, el 3 de octubre de 1611, murió la reina sin
haber visto terminada esta obra en la que tuvo tanto empeño.
El 2 de julio de 1616, día de la
Visitación, fue inaugurado el monasterio y su iglesia, con gran magnificencia y
con fiesta durante toda la jornada. Todo el trayecto real, desde la
desaparecida casa del Tesoro (junto al Alcázar, hoy calle de Bailén y parte de
la plaza de Oriente) hasta el nuevo monasterio, se adornó con ricas tapicerías.
El rey entró en la casa del Tesoro a las seis de la tarde, acompañado de la
familia real y de la corte. En la procesión se agregaron los clérigos y
religiosos. El Patriarca de las Indias, Diego de Guzmán, más los obispos y
arzobispos acompañaron al Santísimo Sacramento. Por la noche hubo gran festejo
con fuegos y luminarias. Al día siguiente los reyes fueron a comer al convento.
La fiesta continuó hasta el día 6, en que se celebraron las exequias de la
reina Margarita.
Antes de que le llegara la muerte, la reina
Margarita se había encargado de escribir cartas con peticiones para el
convento, y así fue como llegaron de diversos puntos de España y del extranjero
grandes y suntuosos regalos y donativos. La reina había hecho donación de un
regalo insólito, cuyo significado aún no aciertan a descubrir los
historiadores: la cama donde había nacido su hijo, el futuro rey Felipe IV.
Las monjas de este convento fueron
favorecidas con los derechos sobre unas minas de plata descubiertas por
entonces. Pero el dinero obtenido debían emplearlo en mandar hacer una arqueta
para guardar el Santísimo Sacramento el día de Jueves Santo.
Durante los siglos XVIII y XIX continúa la
historia del monasterio, llena de anécdotas. Así por ejemplo, se sabe que
Manuel Godoy, valido de Carlos IV, acudía todos los días a la misa de la
iglesia del monasterio dando un paseo desde su residencia, el palacio de
Floridablanca (actual Ministerio de Marina). Cuando José Bonaparte residió en
Madrid en calidad de rey, apareció un día en la verja del monasterio un gato
ahorcado con un escrito: «Si no lías
pronto el hato, / te verás como este gato».
En el siglo XIX el religioso y compositor
madrileño Lorenzo Román Nielfa fue profesor de música en el convento, dejando a
su muerte como legado para la Encarnación su biblioteca musical, que contiene
obras de maestros de los siglos XVI y XVII.
El monasterio fue abierto al público en
1965. En la década de 1960 se instaló en la plaza exterior de la iglesia una estatua
de Lope de Vega, obra de Mateo Inurria.
El autor de la iglesia y de la parte
conventual fue el arquitecto de la corte fray Alberto de la Madre de San
Cristo. Destaca la fachada principal, de severas líneas herrerianas. La
portada, precedida por el compás, o patio exterior, muestra los escudos de la
reina Margarita y un relieve de La Anunciación en mármol, obra del escultor
catalán Antonio de Riera. La iglesia tiene planta de cruz latina.
En el siglo XVIII fue reformado el interior
de la iglesia por Ventura Rodríguez, quien se encargó de su decoración, junto
con otros pintores y escultores neoclásicos, con nuevos retablos y varios
lienzos importantes. La parte arquitectónica está labrada en jaspes, mármoles y
bronces dorados. A lo largo de toda la nave pueden verse una serie de lienzos
con el tema de la vida de San Agustín, que se complementan con los frescos de
la bóveda de la capilla mayor, obra de Francisco Bayeu.
En el centro del retablo mayor puede verse
el cuadro de La Anunciación de Vicente Carducho, enmarcado por sendos pares de
columnas corintias, y a ambos lados las imágenes de San Agustín y su madre
Santa Mónica, del estilo de Gregorio Fernández.
El tabernáculo es una obra maestra de
Ventura Rodríguez. Las pequeñas estatuas de los Santos Doctores que lo adornan
son obra de Isidro Carnicero, lo mismo que el relieve del Salvador que tiene la
puertecita.
El monasterio posee una importante colección de pintura y escultura destacando las obras de Lucas Jordán, Juan van der Hamen, Pedro de Mena, José de Mora (Dolorosa), y Gregorio Fernández (Cristo Yacente y Cristo atado a la columna).
El monasterio posee una importante colección de pintura y escultura destacando las obras de Lucas Jordán, Juan van der Hamen, Pedro de Mena, José de Mora (Dolorosa), y Gregorio Fernández (Cristo Yacente y Cristo atado a la columna).
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