martes, 24 de enero de 2023

Calle de la Ternera

Calle de la Ternera

La calle de la Ternera se encuentra entra la calle de Preciados y la calle de las Navas de Tolosa.

Toma su nombre porque aquí se exponían las terneras para el abastecimiento de la villa.

En el tramo de la calle de Preciados que discurre entre la plaza del Callao y la de Santo Domingo de Madrid, termina la pequeña y casi desconocida calle de la Ternera. Esta corta y estrecha vía, que ha cambiado de nombre en numerosas ocasiones Almendro, Sombrero, Covadonga, fue hace más de cuatro siglos una plazuela en la que se vendían las canales de las terneras (animal muerto y abierto, sin despojos).

Si por algo ha pasado a la historia la calle de la Ternera, y tal vez se haya librado de una segura desaparición especulativa, ha sido porque en el número 6, vivió y murió Luis Daoíz Torres (1767 y fallecido el día 2 de mayo de 1808). Hasta el año 1868, tras muchas peticiones, no se pondría una placa conmemorativa de mármol blanco en la fachada de esta casa de la calle de la Ternera. En ella, junto a un busto del militar, podría leerse:

“En el cuarto principal de esta casa vivió y murió el capitán de Artillería don Luis Daoíz, herido mortalmente en defensa de la Independencia española en el Parque de Monteleón el día 2 de mayo de 1808”.

La antigua casa de la calle de la Ternera, número 6 fue demolida al principio de los años noventa del siglo pasado. La placa en honor a Luis Daoíz se encuentra en paradero desconocido, a fecha de hoy.

En los bajos del edificio también estuvo el restaurante “El Callejón”, lugar tan frecuentado por Ernest Hemingway quien tenía reservado su propio rincón.

Continuando por la calle de Preciados, en el chaflán que forma con la de las Veneras, se encuentra el café Varela.

Hay noticias del café Varela de la calle de Preciados, número 37, en el año 1883 cuando se inaugura la gran bodega Sótano H, en el mismo edificio y con entrada por la calle de las Veneras, número 6. Su dueño era Estanislao Rodríguez. El negocio se haría muy famoso en Madrid, llegando a convertirse en colmado o establecimiento en donde se sirven comidas de las 10 de la mañana a 2 de la madrugada, corderos asados, judías y callos a la española, a dos reales la ración. Comedores independientes.

El Sótano H también tuvo su hecho luctuoso ya que, la noche del 24 de agosto de 1885, se suicidó de un tiro en la cabeza el joven asistente de un capitán de ingenieros que allá iba cada noche a cenar. Por las nueve cartas de despedida que le encontraron en el bolsillo parece que había sido acusado de una falta que nunca cometió, decidiendo quitarse la vida antes que ser arrestado por ello. Encima de la bandeja de pasteles que había comido dejó 6 reales, importe del gasto y la propina para el camarero.

El Sótano H y el café Varela coexistieron hasta que en el año 1896 y tras veinticuatro meses de obras en el primer piso y el sótano del edificio, por fin se abrió el gran café con ventanales a las dos calles.

Varela estaba considerado como un café de barrio por estar “algo alejado” de los de la Puerta del Sol. Divanes de alto respaldo tapizados de peluche rojo, espejos, delgadas columnas con floridos capiteles, orlas de escayola y plafones con guirnaldas constituían la decoración de este romántico café al que asistían los hermanos Machado, Miguel de Unamuno Jugo, Ricardo Baroja Nessi, José María de Cossío Martínez Fortún, Loreto Prado Medero y su inseparable Enrique Chicote, Ricardo Calvo Agostí y por supuesto Emilio Carrere Moreno, de quien se conserva una placa homenaje, en la actualidad.

El edificio del café Varela, al igual que casi todas las casas del centro de Madrid, se vio afectado por las bombas incendiarias que cayeron en la zona durante la Guerra Civil Española (1936-1939), época en la que la Gran Vía era conocida con el nombre de “Avenida del quince y medio”, por el calibre de los cientos de obuses que sobre ella y en la mayoría de las calles aledañas caían cada día.

Tras la guerra el café Varela vuelve a las tertulias tímidamente, ya que el derecho de reunión estaba durísimamente restringido durante la dictadura franquista. A pesar de todo Meliano Peraile Redondo, Antonio Mingote Barrachina, José Antonio Suárez de Puga Sánchez, Rafael Azcona Fernández y Gloria Fuertes “Poeta de guardia”, entre otros, convirtieron este café en un lugar cómodo en el que la poesía tuvo un papel más que destacado.

Poco antes de los años cincuenta, cuando el menú de selecta cocina casera del café Varela costaba 30 pesetas, todo incluido, nace “Versos a Media Noche” de la mano del poeta Eduardo Alonso. Estos recitales de poesía tenían lugar cada sábado por la noche y luego, dado el éxito, se extendieron a lo largo de los otros días de la semana.

También el Varela era un café musical. En 1948 el Trío de Madrid con el genial violinista Jesús Fernández y su violín mágico, obtuvo grandes éxitos en conciertos de tarde y noche. En la segunda mitad de la década de los años 50, del siglo pasado, Olga Ramos y su trío actuarían también en sesiones de tarde y noche.

En palabras de Rafael Azcona: El Varela era un café muy acogedor, muchos de sus habituales utilizaban sus servicios para afeitarse. Incluso había un cliente otorrinolaringólogo que pasaba allí consulta.

La historia del viejo café Varela terminó el día 15 de mayo de 1959. Los poetas de “Versos a Media Noche” declamaron los últimos versos junto al gran mural que Pedro Gros había pintado para el café y que contenía los rostros de muchos de ellos. Hay quien afirma que dicho cuadro pasó al Museo Municipal de Madrid, pero a fecha de hoy no ha sido posible localizarlo.

El café Varela actual no guarda más recuerdo del antiguo que la placa de homenaje a Emilio Carrere, que los poetas españoles le dedicaron en el año 1952.

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