lunes, 23 de enero de 2023

Plaza del General Vara de Rey

Plaza del General Vara de Rey

La plaza del General Vara de Rey (antiguamente conocido como Cerrillo del Rastro y posteriormente Plaza de Antonio Zozaya) es un espacio ubicado en el centro de Madrid en la zona central de El Rastro.

Se denomina desde 1941 así en honor al general español Joaquín Vara de Rey que tuvo un papel destacado en la defensa de El Caney durante la guerra hispano-estadounidense en Cuba.

La plaza se encuentra demarcada al oeste por la calle de Carlos Arniches y al este por la Ribera de Curtidores, siendo una vía de acceso a la calle de Toledo. Al estar inmersa en la zona de influencia del Rastro, es invadida cada domingo y festivo por puestos de venta de ropa de segunda mano.

El edificio más importante de la plaza es la Casa Matadero del Cerrillo del Rastro que alberga a comienzos del siglo XXI unas dependencias del ayuntamiento.

Muchos de los edificios de la zona albergaban en el siglo XVI mataderos especializados de carneros y cerdos, así como dependencias para su procesado y venta al público. Estas carnicerías se denominaban popularmente "rastro" y eran los puntos de venta de carne más habituales en la ciudad. Los viejos edificios del Rastro (viejas carnicerías) fueron derribados para ampliar la plaza y construir en 1836 el edificio de estilo neobarroco que tiene como función la de albergar las dependencias municipales. Parte de los mataderos se trasladaron a la Puerta de Toledo y finalmente a la Plaza de Legazpi en el Matadero de Madrid. Este antiguo matadero se encontraba entre la calle de las Amazonas y la del Cerrillo del Rastro.

La plaza se denominaba Cerrillo del Rastro hasta que en 1929 pasó a llamarse plaza de Antonio Zozaya en honor al escritor español y vecino de los aledaños de la plaza Antonio Zozaya. En 1941 recibió el nombre de plaza del General Vara del Rey. La Casa Matadero fue reformada por el arquitecto Francisco Javier Ferrero y alberga desde finales del siglo XX una casa de ancianos y la Escuela Mayor de Danza. Hasta finales del siglo XX fue la sede de la Junta Municipal de Arganzuela (trasladada posteriormente a la Casa del Reloj). La plaza comenzó a albergar oficialmente una parte del Rastro de Madrid desde los años setenta: se especializa en la venta de ropa usada, libros y gemas.
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Dice Pedro de Répide:

De la calle del Ancora al paseo de Ronda, b. de las Delicias, d. del Hospital, p. de las Angustias. Lleva el nombre del general heroico que hizo famoso su nombre en la defensa del Caney. 

Era en los trágicos días que señalaban el fin de la breve guerra de España con los Estados Unidos. Los norteamericanos habían desembarcado cerca de Santiago de Cuba, y, según los planos del general Shafter, debían tomar en menos de una hora el pueblo de Caney, situado en el camino de la capital de Oriente y a cinco kilómetros de ella. Era el día 1 de julio de 1898. El general yanqui, con quince mil soldados poderosa artillería y el más moderno y completo material de guerra, acudía a atravesar sin gran esfuerzo la línea española, que, mandada por Vara del Rey, le vedaba el paso hacia la ciudad oriental. Seis mil quinientos hombres atacaron el Caney, defendido por quinientos veinte españoles. Muchas veces se estrelló el impulso yanqui contra la resistencia española, y Lawton, aunque sus fuerzas eran diez veces mayores, tardó un día en rendir el poblado, después de sufrir centenares de bajas. Sólo cien españoles quedaban en pie, y uno de los cuatrocientos veintiún muertos era Vara del Rey, el jefe pundonoroso, cuyo cadáver fue recogido por los americanos, quienes le tributaron los honores correspondientes a su jerarquía y a su valor. 

Vara del Rey tiene en Madrid un monumento, que, mal emplazado primeramente a la salida de la calle de Alfonso XII, ha sido mejor colocado delante de la basílica de Atocha, donde aquel general y sus valientes del Caney, tristes víctimas del esfuerzo inútil, y de un política funesta, parecen a la entrada del panteón histórico gritar una épica protesta contra el fatídico Sagasta, a quien allá dentro han dado un enterramiento que habrá hecho estremecerse en sus tumbas a los caudillos invictos y a los paladines de la libertad que le rodean. 

Joaquín Vara de Rey y Rubio (Ibiza, 1840 - Santiago de Cuba, 1 de julio de 1898) fue un militar y político español, héroe de la Guerra de Cuba por su defensa del fortín de El Viso.

Se graduó en el Colegio General como subteniente, ascendiendo al grado de teniente en 1862. Combatió las rebeliones cantonales de Cartagena y Valencia y luchó en la Tercera Guerra Carlista. En 1884 solicitó su traslado a Filipinas, donde permaneció hasta 1890, tras servir como Capitán General de Filipinas y Gobernador de las Islas Marianas.

De regreso a España se le asignó la comandancia de la guarnición de Ávila hasta abril de 1895. Posteriormente se presentó voluntario para servir en Cuba. Fue nombrado comandante militar de Bayamo. Mandó el regimiento que luchó en la Batalla de Loma de Gato, en la que los españoles acabaron con el cabecilla rebelde José Maceo, hermano de Antonio Maceo. Debido a su brillante actuación fue promovido a brigadier general.

Tras el desembarco norteamericano en la isla, el general Shafter envió al 5º Cuerpo de Ejército contra Santiago de Cuba el 1 de julio de 1898. Desde el día anterior, las tropas norteamericanas y sus aliados cubanos habían estado tomando posiciones al lado este de la ciudad con la intención de comenzar el ataque al amanecer. El 5º Cuerpo estadounidense estaba organizado en tres Divisiones y dos brigadas independientes que sumaban unos 18.000 hombres. El Caney era una pequeña posición defensiva apoyada sobre el fortín de El Viso, sin artillería ni ametralladoras, con una guarnición de 550 hombres al mando de Vara de Rey. Shafter decidió tomar esta posición con el fin de no dejar tropas españolas sobre su flanco derecho. La misión se la encomendó a la 2ª División del general Henry Lawton, 6.899 hombres apoyados por una batería de artillería (4 cañones de 81 mm) al mando del capitán Capron.

El combate comenzó con la primera luz del día cuando los norteamericanos sometieron al fuego artillero las edificaciones y los pequeños fortines de madera de El Caney. Una hora después avanzaba la primera oleada de asaltantes, que se vio frenada por las descargas cerradas que los soldados españoles realizaban con sus Máuser. Los norteamericanos creyeron que los españoles huirían ante su aplastante superioridad numérica (10:1), pero a las 9 de la mañana ya había quedado claro que los españoles se preparaban para resistir. El propio Vara del Rey se paseaba impasible por las trincheras animando a sus hombres.

Lawton había calculado una hora, o dos como máximo, para que sus hombres desalojaran a los 550 españoles de El Caney, pero necesitó cerca de 12 horas. Las oleadas de asaltantes se sucedieron una tras otra, pero fueron rechazadas sistemáticamente por los españoles. La artillería estadonidense cambió de posición y se aproximó a El Viso, núcleo de la resistencia, y su fuego empezó a batir con eficacia el fortín, cuyos muros empezaron a ser demolidos por los impactos continuos que recibían. Con El Viso casi destruido y ya pasadas las 4 de la tarde, tuvo lugar un nuevo y feroz asalto, que fue frenado ante los mismos muros del fortín. Vara de Rey siguió, a pesar de sus heridas, arengando a sus hombres. A las 5 El Viso fue tomado, sólo quedaban allí muertos y algunos heridos. La artillería se situó en el mismo fortín para poder batir las casas del pueblo y las trincheras. La resistencia era ya inútil y los pocos defensores que quedaban, 84 de los 550, se retiraron ordenadamente hacia Santiago dirigidos por el Teniente Coronel Puñet.

Cuando era retirado el General Vara del Rey cargado por dos camilleros, tanto el postrado general como sus cargadores fueron atacados a tiros por tropas de los insurrectos, o mambises. El general herido fue ejecutado en su camilla, y bajo el fuego de los rebeldes cubanos, sus camilleros abandonaron el cuerpo. Este tipo de ensañamiento de los insurrectos sobre los militares heridos fue bastante común durante la guerra de Cuba, como evidencia la tristemente famosa práctica de "enguasabar" a sus prisioneros, y hasta los actos evidenciados contra los supervivientes hispanos que lograron alcanzar la costa a nado, exangües y desarmados, tras el hundimiento de sus buques en la batalla naval de Santiago. Aquellos desdichados que sobrevivieron el hundimiento y quema de sus buques, y las hordas de voraces tiburones, fueron atacados a machetazos por grupos de mambises que los esperaban en las playas.

En la batalla también murieron dos de sus hijos. El general Vara de Rey recibió la Cruz Laureada de San Fernando a título póstumo por parte de España y debido a su heroica actuación, mientras que, en reconocimiento de ese mismo valor, el ejército estadounidense enterró al General Vara de Rey con todos los honores. Pasando así a engrosar la lista de hombres y acciones que darían una imagen heroica del "soldado español" ante el público norteamericano de la época.

Finalizada la guerra, sus restos serían repatriados a España en 1898 con la colaboración estadounidense.

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