La calle de Segovia se encuentra en el casco histórico de
dentro del distrito Centro. Su trazado dibuja, en líneas generales, una línea
recta, que, siguiendo la dirección este-oeste, une la plaza de Puerta Cerrada
con el puente de Segovia.
Por aquí pasaba el arroyo del Pozacho, las vertientes de las
fuentes de Puerta Cerrada, las pozas de unos nietos de Doña Juana, las aguas de
un lavadero y una alcantarilla.
La calle de Segovia está dispuesta en cuesta. Pueden
diferenciarse dos grandes tramos, distinguidos a partir de las zonas urbanas
que la vía atraviesa. El primero es coincidente con el primitivo casco medieval
de Madrid y el segundo con el ensanche acometido en el siglo XIX.
Históricamente ha sido una de las principales vías de acceso
a la capital, si bien ha ido perdiendo esta función con el paso del tiempo.
A título de anécdota, en el número 10 de esta calle, cometió
Luis Candelas uno de sus robos más audaces. Fue en la espartería de Cipriano
Bustos, en la calle de Segovia 10, el día 10 de febrero de 1837. Aún se
conserva la casa y la tienda dedicada al mismo fin.
La calle se asienta sobre un pronunciado barranco, por el
que pasaba el cauce del arroyo de San Pedro. Este barranco constituía, en la
Edad Media, una de las vías de entrada más importantes a la ciudad, ya que
comunicaba el casco urbano con el antiguo camino de Segovia, que arrancaba una
vez sobrepasado el río Manzanares.
Con el establecimiento de la Corte en Madrid en el año 1561,
el rey Felipe II impulsó la ordenación urbanística de la zona, para facilitar
el acceso a la villa y, más en concreto, al desaparecido Real Alcázar, la
residencia real.
El proyecto contemplaba la construcción de un puente sobre
el río y de una gran avenida que, partiendo de este punto, llegara hasta el
centro urbano, a la altura de la Puerta Cerrada, una de las entradas de la
antigua muralla medieval.
De este diseño, sólo pudo llevarse a cabo el puente de Segovia (1582-1584), una estructura de nueve ojos, obra del arquitecto Juan de
Herrera, que sustituyó al viejo puente Segoviana, levantado en la primera mitad
del siglo XIV por orden de Alfonso XI de Castilla.
Con respecto a la avenida, tan sólo se materializó una
mínima parte del proyecto. Fueron derribadas algunas casas y se procedió a
nivelar el terreno, lo que permitió la aparición de una vía de acceso a la ciudad,
que recibió el nombre de calle Real Nueva. Este topónimo fue sustituido con el
tiempo por el de Segovia, dada la vinculación de la calle tanto con el puente
como con el camino homónimos.
En la segunda mitad del siglo XIX, el Anteproyecto de
Ensanche de 1857 favoreció el desarrollo de un nuevo caserío en el tramo final
de la calle de Segovia, el más próximo al río y el más alejado del primitivo
núcleo medieval. Se instala en el número 4 de la calle el dispensario Azúa
durante la dictadura de Primo de Rivera en el año 1924. Este barrio, integrado
en la actualidad por viviendas populares, estuvo dominado en su origen por
establecimientos industriales y fabriles.
El primer tramo de la calle va desde la plaza de Puerta Cerrada hasta la Ronda de Segovia, que confluye con la calle de Segovia
perpendicularmente. Discurre por el llamado Madrid de los Austrias, nombre con
el que se designa al núcleo fundacional de la ciudad y a la expansión
urbanística impulsada por la citada dinastía real.
Se corresponde con la parte más estrecha de la vía,
configurada en esta zona por una calzada con dos carriles, uno en sentido de
ida y otro de vuelta. En su punto inicial, cercano a Puerta Cerrada, la calle
forma una curva para después enderezarse en línea recta, a partir de la Iglesia de San Pedro el Viejo.
En esta parte, la calle está flanqueada por edificios
erigidos, en su mayor parte, a finales del siglo XIX y principios del XX, así
como por diferentes monumentos y recintos de carácter histórico-artístico,
datados en épocas anteriores, como son:
Palacio de
Anglona. Se trata de una mansión palaciega construida hacia 1530, si bien su
aspecto actual corresponde a una reforma realizada en el año 1802. Debe su
nombre a Pedro de Alcántara Téllez-Girón, príncipe de Anglona y marqués de
Javalquinto, quien habitó en el lugar en el siglo XIX.
Plaza de la Paja. De trazado medieval, esta plaza da a la calle de Segovia a través de la Costanilla de San Andrés. Sus edificios más notables son la Capilla del Obispo y el Palacio de los Vargas, ambos del siglo XVI.
Plaza de la Cruz Verde. Queda definida por un ensanche de la propia calle de Segovia. Está
presidida por la Fuente de Diana cazadora, del siglo XIX, si bien su conjunto
escultórico fue realizado en el siglo XVIII por los escultores Ludovico Turqui
y Francisco del Valle.
Casa del
Pastor. Levantada a finales del siglo XVIII, sólo se conserva parcialmente una
de sus fachadas, que aparece integrada dentro de un inmueble construido en el
año 1988. El paño, visible a la altura del número 21 de la calle, exhibe un
escudo de armas de Madrid, labrado en piedra de granito en el siglo XVI y
considerado como el más antiguo de la capital.
Jardines de
Las Vistillas. Este recinto ajardinado se extiende sobre las laderas y cima del
cerro homónimo. Fue trazado en la primera mitad del siglo XX y, en su contacto
con la calle de Segovia, está conformado por zonas arboladas y praderas.
Existen cuatro accesos desde la vía, configurados a modo de cuestas: la calle de Beatriz Galindo, la calle de Javalquinto, la Cuesta de Bailén y la Cuesta de los Ciegos. Estos dos últimos están integrados por sendas escaleras de aire
monumental, con diferentes motivos ornamentales, como escudos y fuentes.
El segundo tramo va desde la Ronda de Segovia hasta el puente de Segovia, la calle se ensancha notablemente. En esta parte, presenta dos
calzadas: una principal, formada por seis carriles (tres por cada sentido), y
una vía de servicio lateral, que permite el acceso al barrio surgido en la
segunda mitad del siglo XIX.
Los edificios que delimitan este tramo fueron construidos,
en su gran mayoría, en el siglo XX. Se alinean en la cara sur, mientras que, en
el lado septentrional, aparece el Parque de Atenas, inaugurado en 1971. Este
conjunto ajardinado se levanta sobre el antiguo Campo de la Tela, un solar
donde el rey Felipe II promovía la celebración de encuentros caballerescos.
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Pedro de Répide dice de esta calle:
De la
plaza de Puerta Cerrada a la glorieta del Puente de Segovia, bs. de la Cava, Alfonso VI, Imperial y Ayuntamiento.
Por aquí pasaban el arroyo del Pozacho, de la huerta del mismo
nombre o pozas de Domingo el Pequeño; las vertientes de las fuentes de Puerta Cerrada,
las pozas de los nietos de doña Juana, un alcantarilla y las aguas de un lavadero,
que habían servido también para unos baños contiguos al Pozacho, existentes
desde tiempo de los árabes. Había
otras varias huertas, la posesión del duque de Gandía y el Hospital de San Lázaro.
Esta famosa calle es angosta en su principio; y comienza a dilatarse
junto a San Pedro y acaba anchurosa desde el campo de la Tela. A la altura de la última casa de la derecha, o sea la señalada con el número 44, que
permanece aislada entre los jardinillos, estaba la Puerta de Segovia, que carecía
de interés artístico y fue derribada
en 1852.
Abundan en esta calle las viejas construcciones, y a su comienzo, en el número 10, se conserva
no sólo la casa, sino, dedicada al
mismo comercio que entonces, la tienda donde cometió Luis Candelas uno de sus robos
más audaces, la espartería que en 1837 era de Cipriano Bustos. En esa casa murió
el general D. Ramón Nouvilas, el 30 de mayo de 1879.
De la venerable iglesia de San Pedro, famosa por su torre, que
es el monumento más antiguo que se conserva en Madrid, se ha hecho la necesaria
referencia al tratar de la calle del Nuncio, por donde tiene su principal entrada. Seguidamente se halla el palacio
del marqués de la Romana, en el que estuvo muchos años la Embajada del Imperio de
Austria.
Entre la plaza de la Cruz Verde y los jardinillos del Viaducto
hay una serie de casa uniformes, en una de las cuales, número 26, falleció a 26 de agosto de 1877 el sutil ingenio
madrileño y celebrado cómico Narciso Serra, autor de «La calle de la Montera», «El
reloj de San Plácido», «Don Tomás»,
«A la puerta de la cárcel» y otras comedias.
Muy interesante
es la casa que al lado frontero hace esquina a la cuesta de los Caños Viejos, por el lado de la cual tiene un escudo
con las armas de la villa. Esta es la casa del Pastor. Dice
la tradición que siendo propiedad esa finca de un arcipreste llamado José, hombre
lleno de caridad, que así como mientras vivió repartía su hacienda entre los pobres,
quiso que después de su muerte se dedicaran sus bienes a los menesterosos. Sólo
no dispuso especialmente de la casa que le
servía de vivienda, diciendo
había de heredarla quien Dios quisiera, y
al hacerle ver el escribano
que era forzosa la designación de
heredero, requirió papel, y de sus propias manos, con las
postreras fuerzas que le quedaban,
trazó en él unas líneas, cerró
el pliego y ordenó que no fuese abierto
hasta después de su muerte. Hízose
así, y con asombro de los que le
conocieron la extraña disposición, decía ésta que había de heredar la casa el primero que entrase al día siguiente
por la puerta de la Vega. Cumpliendo su misión, desde media noche apostaronse los albaceas en esa entrada de la villa y se dispusieron a esperar al mortal
afortunado, quien podría ser tal vez un
cuitado que llegase a la corte en busca de fortuna, sin sospechar que la suerte le esperaba en la misma puerta de la ciudad.
Al cabo de algún tiempo de espera, oyóse el tintineo
de las esquilas de un rebaño. Con
el rebaño venía, naturalmente, un pastor, y el pobre campesino vio a unos graves
señores que le detenían, no para
cobrarle portazgo, sino para saludarle como
propietario de la casa del arcipreste, que desde entonces
fue llamada del Pastor. En el siglo XVIII fue vivienda de un artista, el arquitecto
Jerónimo de Churriguera.
Pasados los jardinillos de debajo del Viaducto consérvase una
casa, la señalada con el número 23, que fue construida en 1604, y era una de las de la Moneda, cuyo edificio principal estaba
enfrente, donde ahora son solamente jardinillos. En ésta, que ya no existe,
nació a 24 de marzo de 1809 el gran escritor Mariano José de
Larra (Fígaro), cuyo abuelo paterno
era administrador de aquel establecimiento.
En el número 27
se conserva la posada del Maragato, una de las afamadas
de Madrid, y a la que venían
a parar, antes de conocerse el ferrocarril, todas las conducciones de pescado
que llegaban a la corte.
Entre las cuestas de los Ciegos y de las Vistillas hay
unas construcciones que se llaman
los Corralillos. Allí hubo en 1771 una manufactura de tejidos de seda, fundada por D. Pedro de Sobrevilla.
Da fin a esta calle
el Puente de Segovia, la hermosa obra de Juan de Herrera, «la puente» nombrada por todos nuestros autores clásicos.
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