miércoles, 25 de enero de 2023

Calle de Segovia

Calle de Segovia

La calle de Segovia se encuentra en el casco histórico de dentro del distrito Centro. Su trazado dibuja, en líneas generales, una línea recta, que, siguiendo la dirección este-oeste, une la plaza de Puerta Cerrada con el puente de Segovia.

Por aquí pasaba el arroyo del Pozacho, las vertientes de las fuentes de Puerta Cerrada, las pozas de unos nietos de Doña Juana, las aguas de un lavadero y una alcantarilla.

La calle de Segovia está dispuesta en cuesta. Pueden diferenciarse dos grandes tramos, distinguidos a partir de las zonas urbanas que la vía atraviesa. El primero es coincidente con el primitivo casco medieval de Madrid y el segundo con el ensanche acometido en el siglo XIX.

Históricamente ha sido una de las principales vías de acceso a la capital, si bien ha ido perdiendo esta función con el paso del tiempo.

A título de anécdota, en el número 10 de esta calle, cometió Luis Candelas uno de sus robos más audaces. Fue en la espartería de Cipriano Bustos, en la calle de Segovia 10, el día 10 de febrero de 1837. Aún se conserva la casa y la tienda dedicada al mismo fin.

La calle se asienta sobre un pronunciado barranco, por el que pasaba el cauce del arroyo de San Pedro. Este barranco constituía, en la Edad Media, una de las vías de entrada más importantes a la ciudad, ya que comunicaba el casco urbano con el antiguo camino de Segovia, que arrancaba una vez sobrepasado el río Manzanares.

Con el establecimiento de la Corte en Madrid en el año 1561, el rey Felipe II impulsó la ordenación urbanística de la zona, para facilitar el acceso a la villa y, más en concreto, al desaparecido Real Alcázar, la residencia real.

El proyecto contemplaba la construcción de un puente sobre el río y de una gran avenida que, partiendo de este punto, llegara hasta el centro urbano, a la altura de la Puerta Cerrada, una de las entradas de la antigua muralla medieval.

De este diseño, sólo pudo llevarse a cabo el puente de Segovia (1582-1584), una estructura de nueve ojos, obra del arquitecto Juan de Herrera, que sustituyó al viejo puente Segoviana, levantado en la primera mitad del siglo XIV por orden de Alfonso XI de Castilla.

Con respecto a la avenida, tan sólo se materializó una mínima parte del proyecto. Fueron derribadas algunas casas y se procedió a nivelar el terreno, lo que permitió la aparición de una vía de acceso a la ciudad, que recibió el nombre de calle Real Nueva. Este topónimo fue sustituido con el tiempo por el de Segovia, dada la vinculación de la calle tanto con el puente como con el camino homónimos.

En la segunda mitad del siglo XIX, el Anteproyecto de Ensanche de 1857 favoreció el desarrollo de un nuevo caserío en el tramo final de la calle de Segovia, el más próximo al río y el más alejado del primitivo núcleo medieval. Se instala en el número 4 de la calle el dispensario Azúa durante la dictadura de Primo de Rivera en el año 1924. Este barrio, integrado en la actualidad por viviendas populares, estuvo dominado en su origen por establecimientos industriales y fabriles.

El primer tramo de la calle va desde la plaza de Puerta Cerrada hasta la Ronda de Segovia, que confluye con la calle de Segovia perpendicularmente. Discurre por el llamado Madrid de los Austrias, nombre con el que se designa al núcleo fundacional de la ciudad y a la expansión urbanística impulsada por la citada dinastía real.

Se corresponde con la parte más estrecha de la vía, configurada en esta zona por una calzada con dos carriles, uno en sentido de ida y otro de vuelta. En su punto inicial, cercano a Puerta Cerrada, la calle forma una curva para después enderezarse en línea recta, a partir de la Iglesia de San Pedro el Viejo.

En esta parte, la calle está flanqueada por edificios erigidos, en su mayor parte, a finales del siglo XIX y principios del XX, así como por diferentes monumentos y recintos de carácter histórico-artístico, datados en épocas anteriores, como son:


Palacio de Anglona. Se trata de una mansión palaciega construida hacia 1530, si bien su aspecto actual corresponde a una reforma realizada en el año 1802. Debe su nombre a Pedro de Alcántara Téllez-Girón, príncipe de Anglona y marqués de Javalquinto, quien habitó en el lugar en el siglo XIX.


Plaza de la Paja. De trazado medieval, esta plaza da a la calle de Segovia a través de la Costanilla de San Andrés. Sus edificios más notables son la Capilla del Obispo y el Palacio de los Vargas, ambos del siglo XVI.

Plaza de la Cruz Verde. Queda definida por un ensanche de la propia calle de Segovia. Está presidida por la Fuente de Diana cazadora, del siglo XIX, si bien su conjunto escultórico fue realizado en el siglo XVIII por los escultores Ludovico Turqui y Francisco del Valle.

Casa del Pastor. Levantada a finales del siglo XVIII, sólo se conserva parcialmente una de sus fachadas, que aparece integrada dentro de un inmueble construido en el año 1988. El paño, visible a la altura del número 21 de la calle, exhibe un escudo de armas de Madrid, labrado en piedra de granito en el siglo XVI y considerado como el más antiguo de la capital.


Jardines de Las Vistillas. Este recinto ajardinado se extiende sobre las laderas y cima del cerro homónimo. Fue trazado en la primera mitad del siglo XX y, en su contacto con la calle de Segovia, está conformado por zonas arboladas y praderas. Existen cuatro accesos desde la vía, configurados a modo de cuestas: la calle de Beatriz Galindo, la calle de Javalquinto, la Cuesta de Bailén y la Cuesta de los Ciegos. Estos dos últimos están integrados por sendas escaleras de aire monumental, con diferentes motivos ornamentales, como escudos y fuentes.

El segundo tramo va desde la Ronda de Segovia hasta el puente de Segovia, la calle se ensancha notablemente. En esta parte, presenta dos calzadas: una principal, formada por seis carriles (tres por cada sentido), y una vía de servicio lateral, que permite el acceso al barrio surgido en la segunda mitad del siglo XIX.

Los edificios que delimitan este tramo fueron construidos, en su gran mayoría, en el siglo XX. Se alinean en la cara sur, mientras que, en el lado septentrional, aparece el Parque de Atenas, inaugurado en 1971. Este conjunto ajardinado se levanta sobre el antiguo Campo de la Tela, un solar donde el rey Felipe II promovía la celebración de encuentros caballerescos.
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Pedro de Répide dice de esta calle:

De la plaza de Puerta Cerrada a la glorieta del Puente de Segovia, bs. de la Cava, Alfonso VI, Imperial y Ayuntamiento. 

Por aquí pasaban el arroyo del Pozacho, de la huerta del mismo nombre o pozas de Domingo el Pequeño; las vertientes de las fuentes de Puerta Cerrada, las pozas de los nietos de doña Juana, un alcantarilla y las aguas de un lavadero, que habían servido también para unos baños contiguos al Pozacho, existentes desde tiempo de los árabes. Había otras varias huertas, la posesión del duque de Gandía y el Hospital de San Lázaro. 

Esta famosa calle es angosta en su principio; y comienza a dilatarse junto a San Pedro y acaba anchurosa desde el campo de la Tela. A la altura de la última casa de la derecha, o sea la señalada con el número 44, que permanece aislada entre los jardinillos, estaba la Puerta de Segovia, que carecía de interés artístico y fue derribada en 1852. 

Abundan en esta calle las viejas construcciones, y a su comienzo, en el número 10, se conserva no sólo la casa, sino, dedicada al mismo comercio que entonces, la tienda donde cometió Luis Candelas uno de sus robos más audaces, la espartería que en 1837 era de Cipriano Bustos. En esa casa murió el general D. Ramón Nouvilas, el 30 de mayo de 1879. 

De la venerable iglesia de San Pedro, famosa por su torre, que es el monumento más antiguo que se conserva en Madrid, se ha hecho la necesaria referencia al tratar de la calle del Nuncio, por donde tiene su principal entrada. Seguidamente se halla el palacio del marqués de la Romana, en el que estuvo muchos años la Embajada del Imperio de Austria. 

Entre la plaza de la Cruz Verde y los jardinillos del Viaducto hay una serie de casa uniformes, en una de las cuales, número 26, falleció a 26 de agosto de 1877 el sutil ingenio madrileño y celebrado cómico Narciso Serra, autor de «La calle de la Montera», «El reloj de San Plácido», «Don Tomás», «A la puerta de la cárcel» y otras comedias. 

Muy interesante es la casa que al lado frontero hace esquina a la cuesta de los Caños Viejos, por el lado de la cual tiene un escudo con las armas de la villa. Esta es la casa del Pastor. Dice la tradición que siendo propiedad esa finca de un arcipreste llamado José, hombre lleno de caridad, que así como mientras vivió repartía su hacienda entre los pobres, quiso que después de su muerte se dedicaran sus bienes a los menesterosos. Sólo no dispuso especialmente de la casa que le servía de vivienda, diciendo había de heredarla quien Dios quisiera, y al hacerle ver el escribano que era forzosa la designación de heredero, requirió papel, y de sus propias manos, con las postreras fuerzas que le quedaban, trazó en él unas líneas, cerró el pliego y ordenó que no fuese abierto hasta después de su muerte. Hízose así, y con asombro de los que le conocieron la extraña disposición, decía ésta que había de heredar la casa el primero que entrase al día siguiente por la puerta de la Vega. Cumpliendo su misión, desde media noche apostaronse los albaceas en esa entrada de la villa y se dispusieron a esperar al mortal afortunado, quien podría ser tal vez un cuitado que llegase a la corte en busca de fortuna, sin sospechar que la suerte le esperaba en la misma puerta de la ciudad. 

Al cabo de algún tiempo de espera, oyóse el tintineo de las esquilas de un rebaño. Con el rebaño venía, naturalmente, un pastor, y el pobre campesino vio a unos graves señores que le detenían, no para cobrarle portazgo, sino para saludarle como propietario de la casa del arcipreste, que desde entonces fue llamada del Pastor. En el siglo XVIII fue vivienda de un artista, el arquitecto Jerónimo de Churriguera. 

Pasados los jardinillos de debajo del Viaducto consérvase una casa, la señalada con el número 23, que fue construida en 1604, y era una de las de la Moneda, cuyo edificio principal estaba enfrente, donde ahora son solamente jardinillos. En ésta, que ya no existe, nació a 24 de marzo de 1809 el gran escritor Mariano José de Larra (Fígaro), cuyo abuelo paterno era administrador de aquel establecimiento. 

En el número 27 se conserva la posada del Maragato, una de las afamadas de Madrid, y a la que venían a parar, antes de conocerse el ferrocarril, todas las conducciones de pescado que llegaban a la corte. 

Entre las cuestas de los Ciegos y de las Vistillas hay unas construcciones que se llaman los Corralillos. Allí hubo en 1771 una manufactura de tejidos de seda, fundada por D. Pedro de Sobrevilla. 

Da fin a esta calle el Puente de Segovia, la hermosa obra de Juan de Herrera, «la puente» nombrada por todos nuestros autores clásicos. 


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