Grave error fue el del reverendo Mirto al poner la mesa sin saber lo que habría de poner en ella, y disponer el comedor y los comensales sin tener seguridad de cómo y en qué habían de emplearse, aunque en gracia a lo bello y poético de su nombre deben dispensársele estos olvidos de las cosas harto groseras. Pero aconteció que a la puerta de los hermanos Abades apareció un jumento, que no se sabía de dónde venía, y al que no había manera de apartar de allí. En esto, los regidores, noticiosos de la extrema pobreza en que se hallaban los teatinos, ordenaron que se les llevase cuanto había en la despensa de su casa, y como los criados no pudieran transportarlo, ocurrióseles utilizar para ello al misterioso borriquillo, que así como se vio cargado comenzó a correr, y sin que nadie le guiara se dirigía a la casa de los seglares de San Cayetano y se detenía delante de su puerta.
Al morir los hermanos Abades, dejaron sus bienes repartidos entre los teatinos y los pobres, casas benéficas y otras obras pías, quedando en su memoria el nombre a esta calle, que, enclavada en el corazón de los barrios bajos, no es, sin embargo, de las más bulliciosas de ellos, y en la que existe un Círculo Republicano por cuya tribuna han desfilado los más elocuentes oradores del partido.
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