sábado, 21 de enero de 2023

Calle de Abades

Calle de Abades


Dice Pedro de Répide de esta calle:

Esta calle, que va de la de Embajadores a la del Mesón de Paredes, toma su nombre de los opulentos hermanos llamados don Rodrigo y don García Abad, que en ella vivían en una casa rodeada de amenos y dilatados jardines. 

Los Abades, como eran generalmente llamados, fueron regidores de la villa y distribuían sus rentas en obras caritativas y piadosas. 

Ellos fueron los primeros y principales valedores del convento de Teatinos que en la calle del Oso, y añadido a la capilla de la Virgen del Favor, erigida por don Diego de Vera el año 1612 en la calle del Oso, fundó en 1644 el clérigo regular de San Cayetano, don Plácido Mirto. El padre Mirto debió de obrar con falta de previsión y sobra de precipitación al fundar aquella casa religiosa, toda vez que es fama que reunida la comunidad que, por fortuna, era breve, el 7 de agosto, fiesta precisamente del santo de la Orden, tocaron la campana para llamar al refectorio, en el que tomaron asiento los religiosos ante la mesa vacía, y después de esperar en vano a que los fieles de la vecindad, que conocían la pobreza de los teatinos, les deparasen la limosna de algunas vituallas, levantaron los manteles y rezaron la Acción de gracias como si en verdad hubiesen comido. 

Grave error fue el del reverendo Mirto al poner la mesa sin saber lo que habría de poner en ella, y disponer el comedor y los comensales sin tener seguridad de cómo y en qué habían de emplearse, aunque en gracia a lo bello y poético de su nombre deben dispensársele estos olvidos de las cosas harto groseras. Pero aconteció que a la puerta de los hermanos Abades apareció un jumento, que no se sabía de dónde venía, y al que no había manera de apartar de allí. En esto, los regidores, noticiosos de la extrema pobreza en que se hallaban los teatinos, ordenaron que se les llevase cuanto había en la despensa de su casa, y como los criados no pudieran transportarlo, ocurrióseles utilizar para ello al misterioso borriquillo, que así como se vio cargado comenzó a correr, y sin que nadie le guiara se dirigía a la casa de los seglares de San Cayetano y se detenía delante de su puerta. 

Al morir los hermanos Abades, dejaron sus bienes repartidos entre los teatinos y los pobres, casas benéficas y otras obras pías, quedando en su memoria el nombre a esta calle, que, enclavada en el corazón de los barrios bajos, no es, sin embargo, de las más bulliciosas de ellos, y en la que existe un Círculo Republicano por cuya tribuna han desfilado los más elocuentes oradores del partido. 

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