jueves, 19 de enero de 2017

Calle del Bonetillo


Calle del Bonetillo

La calle del Bonetillo está entre la calle de la Escalinata y la costanilla de Santiago

En el plano de Texeira figura esta calle sin nombre, y en el de Espinosa se llama Bonetillo hasta la costanilla de Santiago, y el resto, calle de los Tintes, Ese trozo primero ya no existe, pues esta calle comenzaba en la Mayor, y en 1876 fue derribada la manzana que daba a estas dos y a la costanilla de Santiago y plaza o, Más bien, calle de la Caza.

El origen de su nombre parece encontrarse ligado a la primera fábrica de sombreros que había en Madrid y que allí se estableció.  Pero, lo cierto es que existe una leyenda que se remonta a la época de Felipe II y que nos la cuenta muy bien Pedro de Répide, cronista de la villa, en su libro ‘Las Calles de Madrid’.


Cuenta la leyenda que en la calle del Bonetillo vivía don Juan Henríquez sacerdote de la Iglesia de Santa Cruz, clérigo de vida “alegre” y un gran amigo del príncipe don Carlos de Austria, de quien era compañero de aventuras licenciosas y en quien influía con sus consejos en contra de la autoridad regia y paterna de Felipe II.

El Cardenal Espinosa le prohibió que visitase más al príncipe, pero el clérigo hizo caso omiso a las recomendaciones de su superior y continúo viendo al príncipe y cambiando los rezos por el juego y las tabernas.  Para darle una lección el Cardenal Espinosa decidió darle un susto haciéndole ver su propio entierro en vida.

Cuando una noche a altas y turbulentas horas el clérigo volvía a su casa, divisó por la calle de los Tintes unas antorchas, oyó unos cánticos lúgubres y distinguió un cortejo fúnebre que se dirigía hacia la Iglesia de  Santa Cruz. Preguntó a la comitiva por la identidad del fallecido y todos contestaron que era el clérigo don Juan Henríquez. Lleno de terror, se dirigió hacia su casa y se la encontró abierta, sin su criado y en uno de los aposentos cuatro blandones y una mesa con paño negro encima. Preguntó a los vecinos y todos afirmaron conocerle, pero también afirmaban haber visto cómo el entierro había salido de su casa.

Por la mañana se dirigió hacia la Iglesia de Santa Cruz para corroborar los hechos, y una vez allí, le enseñaron su partida defunción. Al verla, el clérigo organizó una gran bronca tan grande que tuvieron que venir los alguaciles y el clérigo golfillo acabó cuatro años en la  cárcel de la Inquisición en Toledo. Transcurrido este periodo, regresó a la corte bien corregido, tuvo que hacer ejercicios espirituales con los jesuitas hasta que fue repuesto en su beneficio.

Un día pasó por la que era su antigua casa y la encontró cerrada, con la puerta sellada y clavado en un palo sobre el tejado su bonete, teñido de rojo. Desde entonces los vecinos comenzaron a llamar a esta calle, calle del Bonetillo, nombre con la que la conocemos en la actualidad.

Historia o no, el nombre de la calle está ligada al gorro usado por los eclesiásticos y seminaristas, y antiguamente por los colegiales y graduados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario