La calle de Argumosa, popularmente conocido como "el bulevar
de Lavapiés", une la plaza de Lavapiés con la Ronda de Atocha.
Si bien Peñasco y Cambronero indican que la calle está
dedicada al jurisconsulto Wenceslao Argumosa y Bourke (1761-1831), y Federico
Bravo Morata lo acepta, Répide dice que en realidad el homenajeado es el
cántabro Diego de Argumosa y Obregón, cirujano (lo que apoya esta hipótesis,
dada la cercanía del antiguo Colegio de Cirugía de San Carlos), nacido en 1790
y fallecido en 1865.
El espacio que ocupa la plaza de Lavapiés y parte de la
actual calle de Argumosa se encontraba, a finales del siglo XVI ocupado por un
gueto judío cuya sinagoga se encontraba situada en la actual parroquia de San
Lorenzo. Llegando a existir un cementerio en las cercanías. Las viviendas de
esta calle formaban parte de los denominados «barrios bajos» de la ciudad.
Esta calle, amplia y despejada en relación con las de su
entorno, se abrió en los terrenos que ocupaba la fábrica de salitre en el
último cuarto del siglo XIX. Sin embargo no quedó totalmente expedita hasta la
segunda década del siglo XX, cuando se derribaron las últimas casas que
taponaban su salida a la plaza de Lavapiés. Desde entonces y, citando a Répide,
se convirtió en la calle “mejor y más
anchurosa de esos barrios”.
En 1860 el ingeniero Castro se encontraba realizando planes
para el ensanche de Madrid y esta calle estaba en la frontera. La cercanía con
la calle de Santa Isabel y el Hospital Provincial atrajo el ambiente médico de
la ciudad de comienzos de siglo. La instalación y rehabilitación del Museo
Reina Sofía cambió el escenario de la calle.
En el eje viario de esta calle se celebran las fiestas de
San Lorenzo (del 8 al 12 del mes de agosto). A comienzos del siglo XX la calle
se ha transformado en una calle de terrazas y restaurantes multiculturales.
Diego
Manuel de Argumosa y Obregón (Villapresente, Cantabria, 7 de julio de 1792 -
Torrelavega, 23 de abril de 1865) fue un médico español que llegó a ocupar la
cátedra de cirugía en la facultad de Medicina de la Universidad de Madrid.
Distinguido como «El restaurador de la cirugía española», se caracterizó por
ser un gran innovador en el campo de la ciencia médica, destacando por realizar
el primer ensayo clínico e impulsar el uso de la anestesia en España, introduciendo
el éter en 1847.
Obtuvo
gran experiencia y conocimientos como médico durante la Guerra de la
Independencia, atendiendo a los heridos en el Hospital de San Rafael de
Santander. Buen estudiante, mejor profesional, con dotes de poeta y filósofo, su
fuerte carácter le trajo no pocos problemas políticos y académicos.
Sufrió un grave quebranto cuando intervino como científico en el famoso episodio conocido como «Las llagas de sor Patrocinio» al decir que lejos de ser incurables y milagrosas, eran provocadas y de breve curación siempre que no se procurara sostenerlas en ese estado.
Sufrió un grave quebranto cuando intervino como científico en el famoso episodio conocido como «Las llagas de sor Patrocinio» al decir que lejos de ser incurables y milagrosas, eran provocadas y de breve curación siempre que no se procurara sostenerlas en ese estado.
También
destacó en su faceta política. Liberal e isabelino, ingresó en el Partido
Progresista, con el que llegó a ser segundo alcalde de Madrid y diputado por la
provincia de Madrid durante los años 1836 y 1837. Fue nombrado médico de cámara
de la reina Isabel II, cargo que nunca llegó a ejercer, por voluntad propia.
De
carácter generoso, muchos de los ingresos y remuneraciones que obtuvo, tanto
por su faceta política como médica, fueron destinados a obras sociales,
destacando los 2000 reales para equipar y vestir a las tropas españolas, embarcadas
en guerras coloniales.
Tras
la muerte de su familia y su jubilación a los 62 años, se retiró a su pueblo
natal y falleció en Torrelavega.
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