domingo, 15 de enero de 2017

Calle de la Almudena


Calle de la Almudena

La calle de la Almudena, antiguamente llamado callejón de la Almudena, calle de la Almudena Chica, ya que el primer tramo de la calle Mayor también se llamó calle Real de la Almudena y calle del Camarín de la Virgen o del Camarín de Santa María, porque aquí daba la capillita que, tras el altar de la vieja iglesia, contenía la venerada imagen, es una pequeña calle peatonal que describe un codo entre las calles Mayor y Bailén.


Antiguamente este estrecho callejón rodeaba, desde la calle Mayor, la antigua iglesia de Santa María de la Almudena, ya desaparecida, para desembocar en la plazuela de la Almudena, que a su vez comunicaba directamente con la Plaza de la Armería, del Alcázar de Madrid y posteriormente del Palacio Real. A pesar de ser un callejón angosto, era muy transitado ya que resultaba el camino más corto y natural desde la sede de la corte y residencia real hacia la calle Mayor, que llevaba directamente a la plaza del Arrabal (hoy plaza Mayor) y consecuentemente a los caminos que salían de Madrid en dirección a Alcalá de Henares o Toledo.

Para el trazado de la nueva calle de Bailén y el replanteamiento de la calle Mayor, se demolió en 1868 la iglesia antes mencionada, y el solar se redujo notablemente en sus dimensiones, afectando también a la longitud del callejón de la Almudena, que se vio recortado en sus dos extremos. Posteriormente, tras la apertura de la zona ajardinada al comienzo de la calle de Bailén, en el desnivel hacia la calle del Factor, quedó mucho más amplio e indefinido en la zona próxima a aquella, y dejó de denominarse callejón para pasar a ser calle.


En esta calle, donde ahora son los jardincillos, estaba el palacio que habitaba la famosa princesa de Éboli, doña Ana de Mendoza, la famosa tuerta de quien tan apasionado se hallaba don Felipe II. En este palacio fue donde un día el secretario de don Juan de Austria, Juan Escobedo, hombre desagradable y entrometido, que pagó con su vida su afán de fisgar las ajenas y de traer y llevar cuentos y chismes, dio cierto día, después de registrar impertinentemente todos los aposentos de la casa, con uno donde se hallaban en plática de amores la princesa y Antonio Pérez, secretario de Estado del rey. La princesa dio entonces a los aspavientos de Escobedo la pintoresca contestación de que mas valía el trasero de Antonio Pérez que la cara de Felipe II y allí empezó una trágica serie de desventuras para todos.


Escobedo, a quien Antonio Pérez había convidado a comer en su casa de campo, donde ahora es convento y huerta de Santa Isabel, sufrió  allí un amago de envenenamiento, y pudo librarse a tiempo. Después de este episodio algo a la italiana y muy de aquel siglo XVI, de la ponzoña en su festín bajo grata umbría de un vergel, y en vista de la fortaleza de estómago del secretario de don Juan de Austria, a quien se le quiso dar el tósigo dos veces más, no había otro remedio que dejarse de sutilezas florentinas y acudir al procedimiento más expeditivo para la eliminación de aquel secretario tan deseoso de averiguar secretos, y así aconteció que en la noche del 31 de marzo de 1578 en esta calle del Camarín de Santa María, le dejaron pasado de una estocada a Juan Escobedo, para enseñanza y escarmiento de correveidiles, impertinentes y fisgones, amigos de meterse en lo que no les importa.


Así se recuerda en una placa cercana a la esquina con la calle Mayor. En la película "La conjura de El Escorial", aparecen representados estos hechos, y el callejón de una forma totalmente irreal, mucho más ancho de lo que realmente fue, y con unos arcos de herradura que jamás existieron.




Como curiosidad puede decirse que la placa que indica el nombre del callejón, tiene una pintura de la catedral de la Almudena, cuando el nombre de la calle nada tiene que ver con la catedral (es cientos de años anterior a la construcción de la catedral), sino que se debe a la antigua iglesia de la Almudena, a la cual no se hace mención en la placa.

Y luego se siguió el proceso, la prisión y la fuga de Antonio Pérez y la muerte de Lanuza, y también el destierro de la princesa de Éboli a quien el propio Felipe II vino, embozado, a ver desde la calle del Camarín de Santa María, como partía para la torre de Pinto.
  
Estas casas de la princesa de Éboli, que luego han pertenecido al colegio de las Niñas de Leganés, han motivado un litigio con el Ayuntamiento, cuando sus solares fueron convertidos por la villa en jardines continuando los de la calle de Bailén.

No hay comentarios:

Publicar un comentario