miércoles, 18 de enero de 2017

Calle de la Bola



Calle de la Bola

La calle de la Bola va desde la Plaza de la Encarnación a la calle de Torija.

De hecho, en el siglo XVII se le llamó calle de la Encarnación, mientras que durante la revolución del siglo XIX fue conocida como la calle del general Malcampo.

Es una calle tranquila en una de las zonas con más encanto de la ciudad, donde se pueden reconocer fachadas accesorias de palacetes señoriales. Como curiosidad, apuntamos que fue aquí también donde se imprimieron las proclamas para la huelga de agosto de 1917.

No está claro el origen del nombre de la calle ya que existen varias versiones. La primera de ellas habla de la existencia de una bola de piedra que hacía las funciones de guardacantón, para preservar la esquina del edificio de los carruajes, algo común en aquella época.

La otra, quizás algo más legendaria, cuenta que en ese lugar existía un juego de bolos y, para señalarlo, había una bola colgada a la entrada de la calle. Parece que un día de viento la bola fue desplazada hasta el mismo Alcázar rompiendo los cristales de la habitación del príncipe don Baltasar. Una historia no muy creíble, aunque en Madrid ha habido y hay vendavales de una fuerza extraordinaria, como el ciclón del 13 de mayo de 1886 que se inició en Carabanchel (entonces municipio independiente de Madrid) y que ocasionó muertos, muchos heridos y grandes daños materiales.

En la actualidad, la calle de la Bola es muy conocida por estar allí, en el número 5 de la calle, una de las tabernas más antiguas y emblemáticas de nuestra ciudad donde preparan el tradicional cocido madrileño, preparado de la manera tradicional, en pucheritos individuales.


La Bola es un restaurante familiar en el centro de Madrid que sigue cocinando, desde 1870, recetas tradicionales, para servir a sus clientes lo mejor de la cocina castellana.

La taberna La Bola es conocida por su plato estrella, el cocido madrileño, cocinando como antaño a fuego lento y carbón de encina.

Este local abierto en 1870, ha pasado por 4 generaciones de la misma familia y mantiene la tradición de hacer el cocido madrileño tal y como se hacía antaño, cocinando en carbón de encina en pucheros de barro individuales. Esta técnica centenaria implica una serie de dificultades técnicas, ya que con los avances de la tecnología, no es usual seguir cocinando de esta forma, tras las 4 horas de elaboración que lleva cocinar cada uno de los pucheros.

Cuentan los cronicones de la Villa y Corte que hacia 1802 existía una botillería en la calle de la Bola esquina a la de las Rejas (hoy Guillermo Rolland). Era un pequeño local frecuentado por obreros y estudiantes.

En 1870 lo transformó en restaurante «La Rayúa» una asturiana de pro, auténtica matriarca de esta dinastía familiar, Los Verdasco que, a lo largo de varias generaciones, sigue regentando el Restaurante Taberna La Bola.

En este momento, es cuando el cocido madrileño y la familia Verdasco comienzan su larga andadura que dura ya más de un siglo. Cuentan también los periódicos de principio de siglo que en La Bola se podía comer tres tipos de cocido: a las doce del mediodía (el de 1.15 pesetas) para obreros y empleados, a la una de la tarde (el de 1.25 pesetas) que ya llevaba gallina, y era el preferido de los estudiantes y a partir de las dos, el de carne y tocino, elegido por periodistas y senadores.

Tan tentador es este cocido, que es apetecido por gentes de toda laya y gozar, en consecuencia, del consenso general de todos los madrileños, por encima de las consideraciones sociales. Todo es curioso en este plato, desde la forma de cocinarlo a la de comerlo. Siguiendo la tradición familiar, el cocido madrileño se cocina en su puchero de barro individual y al fuego lento del carbón de encina.

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