domingo, 15 de enero de 2017

Costanilla de los Ángeles


Costanilla de los Ángeles

La Costanilla de los Ángeles es una calle en pendiente que sube desde la calle del Arenal, en su confluencia con la plaza de Isabel II, hasta la plaza de Santo Domingo.

Antes del siglo XVII se llamaba Bajada (o Subida) de los Ángeles y tomaba tal denominación por el Monasterio Real de Santa María de los Ángeles o "Convento de los Ángeles" —fundado en 1564 y desaparecido con la desamortización de Mendizábal— enclavado en la parte más alta de la costanilla.


Aquel monasterio de monjas Franciscanas fue fundación de la noble señora portuguesa doña Leonor Mascareñas, que vino a Castilla con la emperatriz doña Isabel y fue aya de Felipe II y del príncipe don Carlos. Trajo las primeras fundadoras del convento de Santa María de Jesús, de Ávila, y se dio la primera misa el 7 de diciembre de 1574. Veinte años más tarde moría doña Isabel, dejando a los reyes el patronato del convento, acabándose, dos años después de su muerte, la iglesia que bendijo don Jorge Dataide, obispo de Vigo. En 1617 padeció este monasterio un grande incendio, siendo socorridas las religiosas por las del contiguo de Santo Domingo el Real, rompiendo la pared que mediaba entre ambas casas. Cuando la exclaustración, este monasterio fue demolido, pasando las monjas a reunirse con las concepcionistas de la Latina.


En la casa del número 3 había un viejo palacio cuyo mas interesante recuerdo corresponde a pleno siglo XIX. Alli vivía el infante don Enrique de Borbón, muerto en duelo con el duque de Montpensier, y en esta casa estuvo expuesto su cadáver, que había de ser conducido a un modesto nicho del cementerio de San Isidro. El famoso desafío tuvo lugar a las 10 de la mañana del 12 de marzo de 1870 en el portazgo de las Ventas de Alcorcón, y tuvo por motivo la carta de don Enrique a los montpensieristas. Ello fue lo cierto que, si probabilidades tenía don Antonio de Orleans para llegar al codiciado trono, que ocupó su cuñado, todas quedaron deshechas por la misma bala con que mató al infante don Enrique.

En el número 1 de la calle, en el lugar que ahora ocupa el Real Cinema, había otro enorme palacio antiguo que en sus tiempos tuvo diversos usos, existiendo en él, por la parte de la Costanilla un avanzado Centro Obrero y por la plaza de Isabel II la famosa imprenta Ducazcal. Esa es la casa que edificó y habitó don García de Barrionuevo y Peralta, consejero del Emperador, tronco de un linaje famoso en la villa, y primer marqués de Cusano. En tiempos de Felipe III vivía en este palacio el presidente del Consejo de Castilla, don Pedro Manso, y en la misma casa, por disposición de don Rodrigo Calderón, lo que motivó una de sus inculpaciones en el proceso que le llevó al cadalso, estuvo preso "el Avililla", o sea, el alguacil Agustín de Ávila, a quien de allí finalmente sacaron el mismo don Rodrigo, el cardenal de Trejo, el capellán de Manso, Bernardino González y el teniente de Madrid don Juan de Velasco, y le llevaron a dar garrote secretamente en la rueda de un coche, en una huerta del secretario Francisco González de Heredia, cercana al monasterio de Atocha, a donde muy luego llevaron a enterrar el cadáver. Cuando el 21 de octubre de 1621 fue don Rodrigo Calderón conducido al suplicio, pasó por la Costanilla de los Ángeles y debió recordar aquella noche al pasar ante la mansión del presidente de Castilla.   



Gabriel de Araceli, protagonista que va creciendo a lo largo de la primera serie de los Episodios Nacionales de Galdós, enumera al grupo de "pateadores" que acompañan al "poeta" en la representación de "El sí de las niñas" el 24 de enero de 1806, en el teatro de la Cruz. En la cuadrilla figura el librero de la Costanilla de los Ángeles:

 "Cuando la representación iba a empezar, el poeta dirigió su mirada de gerifalte a los abismos del patio para ver si habían puntualmente acudido otros no menos importantes caudillos de la manifestación fraguada contra El sí de las niñas. Todos estaban en sus puestos, con puntual celo por la causa nacional. No faltaba ninguno; allí estaba el vidriero de la calle de la Sartén, uno de los más ilustres capitanes de la mosquetería; allí el vendedor de libros de la Costanilla de los Ángeles, hombre perito en las letras humanas; allí "Cuarta y Media", cuyo fuerte pulmón hizo acallar él solo a todos los admiradores de La mojigata; allí el hojalatero de las Tres Cruces, esforzado adalid, que traía bajo la ancha capa algún reluciente y ruidoso caldero para sorprender al auditorio con sinfonías no anunciadas en el programa; allí el incomparable Roque Pamplinas, barbero, veterinario y sangrador, que con los dedos en la boca, desafiaba a todos los flautistas de Grecia y Roma; allí, en fin, lo más granado y florido que jamás midió sus armas en palenques literarios. Mi poeta quedó satisfecho después de pasar revista a su ejército, y luego dirigimos todos nuestra atención al escenario, porque la comedia había empezado."

(Benito Pérez Galdós: La Corte de Carlos IV.)

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