Se debe el nombre a la presencia de una cruz de brazos dobles o cruz de Caravaca en la zona, perteneciente a una capillita vecina a la gran finca que el cardenal Zapata poseyó allí. Había gran veneración por la capilla y la cruz; muchas damas se hacían llevar ante ella para adorarla. Se convirtió además en el centro de las célebres fiestas de la Cruz de Mayo, cuando las majas o mayas pedían dinero a los transeúntes. Esta, en principio, simpática costumbre se acabó convirtiendo en un abuso y los regidores de la villa legislaron contra ella. Ya en 1769 la Sala de Alcaldes de Corte sentó jurisprudencia contra ellas. Porque las mayas se sentaban en una especie de trono o altarcillo, con sus mejores galas, de modo que hacían de reclamo mientras las amigas pasaban el platillo. La fiesta fue definitivamente prohibida por el alcalde José Abascal, ya a finales del siglo XIX, pero se recuperó en 1988, por iniciativa de diversas asociaciones vecinales apoyadas por la concejalía del distrito Centro.
Su verdadero nombre es de la Cruz de Caravaca, y tiene su origen en un humilladero que había en ese lugar, en el que se veneraba una cruz con brazos dobles. Hacíase allí gran fiesta y romería el día de la Invención con bailes de las majas y tributo de los que asistía a la fiesta para la Cruz de Mayo.
Incendióse la ermita, y ello dio fin al holgorio en aquel lugar; pero las majas conservaron la fiesta poniendo cruces floridas a la puerta de sus casas y pidiendo a los que pasaban por delante de ellas, reuniendo la cuestación para solazarse con su familia y amistades en una tarde de merienda. La costumbre de pedir para la Cruz de Mayo fue prohibida en Madrid en el último tercio del siglo XIX, por un bando del alcalde don José Abascal.
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