viernes, 20 de enero de 2017

Calle de Campomanes

Calle de Campomanes


La calle de Campomanes se encuentra entre la plaza de Isabel II y la cuesta de Santo Domingo.

Calle con trazado curvo, aspecto muy destacado por los cronistas antiguos, abierta en los terrenos que pertenecieron al célebre convento de Santo Domingo el Real, cuya reseña corresponde a la cuesta que ostenta tal nombre.

La calle se abrió poco después del derribo del convento, acaecido en 1868. Peñasco y Cambronero indican que los servicios municipales fueron establecidos en 1872.

Está dedicada al economista y político Pedro Rodríguez de Campomanes (1723-1802), conde de Campomanes, fundador de las llamadas Sociedades Económicas.

Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez, primer conde de Campomanes (Santa Eulalia de Sorribas, Tineo, Asturias, 1 de julio de 1723 - Madrid, 3 de febrero de 1802) fue un político, jurisconsulto y economista español. Fue nombrado Ministro de Hacienda en 1760 en el primer gobierno reformista del reinado de Carlos III dirigido por el primer ministro Conde de Floridablanca y despojado de sus cargos ante el temor que despertó en el rey Carlos IV la Revolución francesa en 1789.

Hay pocos datos sobre su biografía, dado que las investigaciones realizadas hasta la fecha son bastante parcas. Aunque una rama de su ascendencia era de hidalgos arruinados, nunca se le tuvo como noble y padeció al principio de su biografía grandes miserias materiales. Al fallecer su padre, la madre confió su manutención y formación a un tío canónigo de la colegiata de Santillana del Mar, y allí se formó demostrando una inteligencia precoz en el estudio de las lenguas clásicas (a los diez años traducía fragmentos de Ovidio). Luego inició la carrera de leyes en Oviedo, que continuó y concluyó en Sevilla, y se trasladó a Madrid para abrir un bufete de abogado.

Ávido de saber, especialmente en materias históricas, económicas y filológicas, se dedicó intensamente a estudiar lenguas antiguas y modernas y, además, árabe. Frecuentaba la tertulia conventual del ilustre polígrafo benedictino padre fray Martín Sarmiento, quien le inculcó un amor sin límites a los patrióticos ideales de regeneración de su hermano de orden, Benito Jerónimo Feijoo, de quien luego sería su más entusiasta apologista, biógrafo y editor. Al advenir al trono Carlos III, se fijó en él y fue nombrado miembro de los consejos de Hacienda y de Castilla y volcó su vida por entero a la política, como pueden acreditar los numerosos cargos oficiales que desempeñó y los muchos asuntos para los que fue requerido. Se consagró a las reformas en tres sectores: jurídico, económico y político, bajo el signo de la Ilustración. En el ámbito político, se le ha clasificado como defensor del despotismo ilustrado; en el económico, se opuso al monopolio gremial y de la Mesta, últimos restos del anticuado sistema económico estamental; asimismo promovió el comercio y la industria y favoreció la expulsión de los jesuitas y la desamortización de sus bienes.

De 1747 es su espléndida obra Historia sobre la Orden y Caballería de los Templarios, uno de los documentos más importantes y completos sobre la Orden del Temple, el proceso que se le siguió y la muerte en la hoguera de sus dirigentes más destacados, aunque también, como economista, discurre minuciosamente sobre el destino de sus bienes; parecía aquí anticiparse el regalismo de una política que desembocaría veinte años más tarde en la expulsión de los jesuitas (1767) a consecuencia o pretexto del motín de Esquilache (1766). De esa misma línea es su Bosquejo de política económica española, delineado sobre el estado presente de sus intereses (1750), que firmó con el pseudónimo de Rodrigo Perianes Campo. Todos estos trabajos le valieron su inserción en la Real Academia de la Historia en 1748. Investigó entonces, entre 1751 y 1754, los concilios celebrados en España y publicó su estudio en el tomo segundo de las Memorias de la Academia; en 1755 obtuvo el puesto de director general de Correos y Postas.

Carlos III lo nombró Ministro de Hacienda en 1760. En 1762 fue nombrado Fiscal del Consejo de Castilla, que más tarde presidió. En 1763 pasó a ser miembro de la Real Academia Española y en 1764 obtuvo la presidencia de la Real Academia de la Historia. Entre sus logros como ministro de Hacienda figuran el haber establecido subsidios para las zonas agrícolas más desfavorecidas, el conseguir liberar el comercio y la agricultura de los impuestos que impedían su crecimiento y el decreto de libre circulación de los cereales.

En 1765, año en el que publicaría su importante Tratado de la regalía de amortización, muy pronto traducido a las demás lenguas europeas, Campomanes fue nombrado Presidente del Consejo de la Mesta. Aprovechó ese mismo año para apoyar a la Compañía de Impresores y Libreros, nacida en 1763, concediéndoles el beneficio de la edición exclusiva de las Obras completas de Benito Jerónimo Feijoo, que acababa de fallecer y hasta entonces circulaban sueltas, y él mismo se encargó de escribir una "Noticia biográfica" para la obra, que constó de catorce volúmenes en octavo; pretendía así divulgar el nuevo pensamiento reformista por toda España. Tras apoyar la expulsión de los jesuitas (1767), quienes mantenían el monopolio de formación de los nobles y encabezaban la oposición a las reformas regalistas, se unió a Pablo de Olavide y al propio Conde de Aranda para organizar la repoblación o colonización de Sierra Morena y escribió su Instrucción para las nuevas poblaciones de Sierra Morena y fuero de sus pobladores, donde preconizaba reformas agrarias que a su juicio deberían aplicarse a todo el agro español: reparto de tierras entre pequeños propietarios, compatibilizar ganadería y agricultura e imponer una ley de arrendamientos a largo plazo. Con esta misma intención reformista publicó en 1774 su Discurso sobre el fomento de la industria popular, que fue muy divulgado por toda España en los consistorios municipales y entre los covachuelistas; y en 1775 su Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, igualmente difundido. Como suplemento a esta obra se publicaron en ese mismo año cuatro apéndices, considerablemente más extensos cualquiera de ellos que el Discurso original. En el primero se reflexiona sobre las causas de la decadencia de los oficios y manufacturas de España durante el último siglo. En el segundo se ofrecen los pasos necesarios para mejorar o restablecer las viejas manufacturas y se aporta una curiosa colección de decretos reales con el propósito de defender las artes y oficios y la introducción de materias primas extranjeras. El tercero trata sobre las leyes corporativas de los artesanos en contraste con el resultado de la legislación española y las ordenanzas municipales de las ciudades. El cuarto contiene ocho ensayos del arbitrista del XVII Francisco Martínez de Mata sobre comercio nacional, con algunas observaciones adaptadas a las circunstancias de la época.

En ese mismo año de 1775 se constituyó por iniciativa suya la Real Sociedad Económica de Madrid, cuyo estatuto vino a ser el modelo de las demás que promovió por toda España y Colonias. Estas Sociedades Económicas de Amigos del País, fundadas con el espíritu de la ilustración, pretendían desarrollar y difundir la industria, el comercio, la agricultura, la ciencia y la cultura a todos los ciudadanos.

En 1780 recibió el título de conde de Campomanes, según una ley que permitía acceder a la nobleza a personas influyentes, aunque sin tradición heráldica. En 1786 fue nombrado Presidente del Consejo de Castilla y en 1788, a causa de las intrigas del favorito de Carlos IV, el Conde de Floridablanca, cayó en desgracia. En 1789 fue nombrado Presidente de las Cortes.

A su muerte en 1802 el ilustrado español Joaquín Traggia compuso e imprimió una oración fúnebre y se procedió a realizar un inventario de su biblioteca que reveló el interés de Campomanes sobre los temas relativos al continente europeo y su profundo conocimiento de la realidad política y social de la época.

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