La calle de Campomanes se encuentra entre la plaza de Isabel II y la cuesta de Santo Domingo.
Calle con trazado curvo, aspecto muy destacado por los
cronistas antiguos, abierta en los terrenos que pertenecieron al célebre
convento de Santo Domingo el Real, cuya reseña corresponde a la cuesta que
ostenta tal nombre.
La calle se abrió poco después del derribo del convento,
acaecido en 1868. Peñasco y Cambronero indican que los servicios municipales
fueron establecidos en 1872.
Está dedicada al economista y político Pedro Rodríguez de
Campomanes (1723-1802), conde de Campomanes, fundador de las llamadas
Sociedades Económicas.
Pedro Rodríguez de Campomanes y Pérez, primer conde de
Campomanes (Santa Eulalia de Sorribas, Tineo, Asturias, 1 de julio de 1723 -
Madrid, 3 de febrero de 1802) fue un político, jurisconsulto y economista
español. Fue nombrado Ministro de Hacienda en 1760 en el primer gobierno
reformista del reinado de Carlos III dirigido por el primer ministro Conde de
Floridablanca y despojado de sus cargos ante el temor que despertó en el rey
Carlos IV la Revolución francesa en 1789.
Hay pocos datos sobre su biografía, dado que las
investigaciones realizadas hasta la fecha son bastante parcas. Aunque una rama
de su ascendencia era de hidalgos arruinados, nunca se le tuvo como noble y
padeció al principio de su biografía grandes miserias materiales. Al fallecer
su padre, la madre confió su manutención y formación a un tío canónigo de la
colegiata de Santillana del Mar, y allí se formó demostrando una inteligencia
precoz en el estudio de las lenguas clásicas (a los diez años traducía fragmentos
de Ovidio). Luego inició la carrera de leyes en Oviedo, que continuó y concluyó
en Sevilla, y se trasladó a Madrid para abrir un bufete de abogado.
Ávido de saber, especialmente en materias históricas,
económicas y filológicas, se dedicó intensamente a estudiar lenguas antiguas y
modernas y, además, árabe. Frecuentaba la tertulia conventual del ilustre
polígrafo benedictino padre fray Martín Sarmiento, quien le inculcó un amor sin
límites a los patrióticos ideales de regeneración de su hermano de orden,
Benito Jerónimo Feijoo, de quien luego sería su más entusiasta apologista,
biógrafo y editor. Al advenir al trono Carlos III, se fijó en él y fue nombrado
miembro de los consejos de Hacienda y de Castilla y volcó su vida por entero a
la política, como pueden acreditar los numerosos cargos oficiales que desempeñó
y los muchos asuntos para los que fue requerido. Se consagró a las reformas en
tres sectores: jurídico, económico y político, bajo el signo de la Ilustración.
En el ámbito político, se le ha clasificado como defensor del despotismo
ilustrado; en el económico, se opuso al monopolio gremial y de la Mesta,
últimos restos del anticuado sistema económico estamental; asimismo promovió el
comercio y la industria y favoreció la expulsión de los jesuitas y la
desamortización de sus bienes.
De 1747 es su espléndida obra Historia sobre la Orden y
Caballería de los Templarios, uno de los documentos más importantes y completos
sobre la Orden del Temple, el proceso que se le siguió y la muerte en la
hoguera de sus dirigentes más destacados, aunque también, como economista,
discurre minuciosamente sobre el destino de sus bienes; parecía aquí
anticiparse el regalismo de una política que desembocaría veinte años más tarde
en la expulsión de los jesuitas (1767) a consecuencia o pretexto del motín de
Esquilache (1766). De esa misma línea es su Bosquejo de política económica
española, delineado sobre el estado presente de sus intereses (1750), que firmó
con el pseudónimo de Rodrigo Perianes Campo. Todos estos trabajos le valieron
su inserción en la Real Academia de la Historia en 1748. Investigó entonces,
entre 1751 y 1754, los concilios celebrados en España y publicó su estudio en
el tomo segundo de las Memorias de la Academia; en 1755 obtuvo el puesto de
director general de Correos y Postas.
Carlos III lo nombró Ministro de Hacienda en 1760. En 1762
fue nombrado Fiscal del Consejo de Castilla, que más tarde presidió. En 1763
pasó a ser miembro de la Real Academia Española y en 1764 obtuvo la presidencia
de la Real Academia de la Historia. Entre sus logros como ministro de Hacienda
figuran el haber establecido subsidios para las zonas agrícolas más
desfavorecidas, el conseguir liberar el comercio y la agricultura de los
impuestos que impedían su crecimiento y el decreto de libre circulación de los
cereales.
En 1765, año en el que publicaría su importante Tratado de
la regalía de amortización, muy pronto traducido a las demás lenguas europeas,
Campomanes fue nombrado Presidente del Consejo de la Mesta. Aprovechó ese mismo
año para apoyar a la Compañía de Impresores y Libreros, nacida en 1763,
concediéndoles el beneficio de la edición exclusiva de las Obras completas de
Benito Jerónimo Feijoo, que acababa de fallecer y hasta entonces circulaban
sueltas, y él mismo se encargó de escribir una "Noticia biográfica"
para la obra, que constó de catorce volúmenes en octavo; pretendía así divulgar
el nuevo pensamiento reformista por toda España. Tras apoyar la expulsión de
los jesuitas (1767), quienes mantenían el monopolio de formación de los nobles
y encabezaban la oposición a las reformas regalistas, se unió a Pablo de
Olavide y al propio Conde de Aranda para organizar la repoblación o
colonización de Sierra Morena y escribió su Instrucción para las nuevas
poblaciones de Sierra Morena y fuero de sus pobladores, donde preconizaba
reformas agrarias que a su juicio deberían aplicarse a todo el agro español:
reparto de tierras entre pequeños propietarios, compatibilizar ganadería y
agricultura e imponer una ley de arrendamientos a largo plazo. Con esta misma
intención reformista publicó en 1774 su Discurso sobre el fomento de la
industria popular, que fue muy divulgado por toda España en los consistorios
municipales y entre los covachuelistas; y en 1775 su Discurso sobre la educación
popular de los artesanos y su fomento, igualmente difundido. Como suplemento a
esta obra se publicaron en ese mismo año cuatro apéndices, considerablemente
más extensos cualquiera de ellos que el Discurso original. En el primero se
reflexiona sobre las causas de la decadencia de los oficios y manufacturas de
España durante el último siglo. En el segundo se ofrecen los pasos necesarios
para mejorar o restablecer las viejas manufacturas y se aporta una curiosa
colección de decretos reales con el propósito de defender las artes y oficios y
la introducción de materias primas extranjeras. El tercero trata sobre las
leyes corporativas de los artesanos en contraste con el resultado de la
legislación española y las ordenanzas municipales de las ciudades. El cuarto contiene
ocho ensayos del arbitrista del XVII Francisco Martínez de Mata sobre comercio
nacional, con algunas observaciones adaptadas a las circunstancias de la época.
En ese mismo año de 1775 se constituyó por iniciativa suya
la Real Sociedad Económica de Madrid, cuyo estatuto vino a ser el modelo de las
demás que promovió por toda España y Colonias. Estas Sociedades Económicas de
Amigos del País, fundadas con el espíritu de la ilustración, pretendían
desarrollar y difundir la industria, el comercio, la agricultura, la ciencia y
la cultura a todos los ciudadanos.
En 1780 recibió el título de conde de Campomanes, según una
ley que permitía acceder a la nobleza a personas influyentes, aunque sin
tradición heráldica. En 1786 fue nombrado Presidente del Consejo de Castilla y
en 1788, a causa de las intrigas del favorito de Carlos IV, el Conde de
Floridablanca, cayó en desgracia. En 1789 fue nombrado Presidente de las
Cortes.
A su muerte en 1802 el ilustrado español Joaquín Traggia
compuso e imprimió una oración fúnebre y se procedió a realizar un inventario
de su biblioteca que reveló el interés de Campomanes sobre los temas relativos
al continente europeo y su profundo conocimiento de la realidad política y social
de la época.
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