La mayor curiosidad de este pasadizo radica en la bóveda o
arco que se encuentra adosada al muro del templo y a la casa número 5, siendo
el lugar donde finaliza la vía. Según Pedro de Répide Gallegos (1882-1948) hubo
allí un túmulo funerario que servía a la iglesia para los aniversarios y
exequias (honras fúnebres).
También en este pasadizo estuvieron los telares y la primera
prensa calandria de Madrid en la fábrica de holandillas (tejido de seda), para
darles lustre (brillo) propiedad de Francisco García Navas, allá por la primera
década del siglo XVIII.
El más antiguo de los establecimientos que aún existe en
este pasadizo se sitúa en su número 2 y es la hoy llamada Librería San Ginés.
Adosada al muro de la iglesia y haciendo esquina con la calle del Arenal, hay
noticia de este “puesto de libros” en la prensa del año 1805, aunque con toda
probabilidad es anterior. Siempre fue y hoy continúa siendo una librería de
lance.
Conocemos por los periódicos que el Ayuntamiento de Madrid
en el año 1899 concedió licencia a Francisco Irawedra para el puesto de libros
de San Ginés. Más tarde, en el año 1922, el propietario de la librería ya era
Antonio Sánchez y doce años después el mismo negocio pasa a llamarse Librería
Rubiños. Pero ahí sigue con sus anaqueles de madera y tejadillo, resguardados
por persianas, y su caseta-despacho para que el librero no pase frío en
invierno.
El sábado 30 de septiembre de 1871 se inaugura el Salón
Eslava, en el pasadizo de San Ginés, número 3. El edificio, propiedad de
Bonifacio Eslava y diseñado por el arquitecto Bruno Fernández de los Ronderos
resultó un precioso teatro con dos plantas, platea y principal, y reunía
especiales condiciones acústicas y de perspectiva. Hermosamente decorado por
los artistas: Ferri, Foreti, Marín y Vallejo, fue inicialmente una sala para
conciertos.
En la parte baja del teatro y también con entrada por el
pasadizo de San Ginés, número 3, estuvo el café de Granada.
El café de Granada fue inaugurado a la vez que el Salón
Eslava. Era espacioso, pues contaba con una superficie de 7.000 pies, tenía una
profusa iluminación y estaba decorado por el pintor-escenógrafo Antonio Bielza.
Sus escaleras anchas y elegantes daban paso al teatro sin necesidad de salir a
la calle.
Este café alcanzó gran celebridad por ser citado en “El
tango de la Menegilda” de la zarzuela “La Gran Vía” de Federico Chueca, Joaquín
Velarde y Felipe Pérez, estrenada en el año 1886.
En el año 1881 el negocio se remodeló convirtiéndose en
Teatro Circo Eslava, desapareciendo el café de Granada para anexionar su
espacio a la sala de espectáculos.
Otro de los establecimientos que más importancia tuvo en el
pasadizo de San Ginés fue el instalado en el año 1884 por Lázaro López, que
vino a abrir una sucursal de su bodegón “Le petit Fornos” situado en la calle
de Capellanes, número 1 (hoy calle del Maestro Victoria).
Lázaro, industrial hostelero, se marchó a París en el año
1884 para estudiar repostería y cocina en el Grand Hotel, nada más inaugurar su
nuevo negocio del pasadizo de San Ginés, número 5. El local se convertiría, a
su retorno, en un restaurante de menús muy variados inaugurando un comedor para
sesenta cubiertos en el piso principal de la finca.
En el año 1888 el restaurant se amplió con la Fonda de
Lázaro López, que se hizo muy popular y en la que el viajero puede comer a la
hora que tenga por conveniente.
El día 28 de junio de 1903, a las 4 de la tarde, Lázaro
López aparece muerto en una habitación del primer piso de su fonda, donde vivía
con sus hijos y con otros familiares. Víctima de una grave enfermedad detectada
pocos meses antes de su muerte, el hostelero fue encontrado muerto sentado
sobre una mecedora y con un revolver en el suelo. Se había disparado en la sien
derecha sin dejar ninguna nota o carta explicativa.
El último de los antiguos negocios que hoy prosperan en el
pasadizo de San Ginés es la famosa chocolatería.
Tuvo el apodo de “El Maxim’s golfo” durante los años veinte
del siglo pasado, según el periodista Cesar González-Ruano, porque al cerrar
todos los cafés de la Puerta del Sol era el único establecimiento abierto donde
poder tomar algo caliente y recién hecho.
Durante la II República se llamó “La Escondida”, por su
ubicación en el recóndito pasadizo y poco a poco fue ocupando lo que antaño era
el bodegón de Lázaro López.
Hoy es, tal vez, la chocolatería más antigua de Madrid.
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Dice Pedro de Répide:
De la calle del Arenal a la plaza de San Ginés, b. de San Martín, d. del Centro, p. de San Ginés.
Esta angosta vía, sin paso de carruajes, aparece igual que actualmente
en los planos del siglo XVII. Aquí
existía una casa de los marqueses
de Canillejas, que fue dejada en
herencia a la vecina parroquia para
que se dijese una misa diaria, y dio lugar a un litigio porque hubo
de ser vendida por la Hacienda, según la ley de desamortización;
pero aunque la iglesia quiso hacer
valer su derecho, no lo consiguió.
Aquí estuvo también una de las primeras fábricas de tejidos. La de Francisco García Navas, que instaló en esta calle sus telares y prensas, concediéndole por este
motivo varios privilegios en real cédula de 27 de junio de 1708. García Navas, a quien mucho debe la industria
textil española, inventó el procedimiento
de dar lustre, sin fuego, a todo género de ropas de seda y de lana y aun a los
tisúes de oro y de plata. Estableció en esta fábrica cuatro
telares de tejidos anchos y cien
telarillos de cintas.
En el número 3 se halla el teatro Eslava, construido por D. Bonifacio Eslava y dirigido por el arquitecto D.
Bruno Fernández Ronderos. Se inauguró
el 30 de septiembre de 1871 con las comedias "Como el pez en el agua" y "No siempre lo bueno es bueno", y un concierto en el que tomaron parte los pianistas Zabalza,
Mendizábal y Compta.
El Salón Eslava, que
así se llamó primitivamente, alcanzó
gran celebridad por su café, situado en
su piso inferior, y popularizado por el cantable de la Menegilda en «La Gran Vía»
con música de Chueca. Durante muchos años ha sido uno de los teatros consagrados al llamado género chico. El maestro
Lleó hizo, en 1912, la reforma completa de la sala.
Y durante unos años sirvió para una compañía de comedias.
Todo el lado derecho del pasadizo está formado por la iglesia
que le da nombre. El aspecto antañón de su pintoresca rinconada queda
aumentado por el artístico puesto de libros con sus armarios de estilo antiguo español, modelo de buen gusto y de contribución
al embellecimiento de la vía publica, que debe ser señalado aquí donde tampoco
abunda ese respeto a la estética y amor al decoro urbano.
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