domingo, 29 de enero de 2023

Pasadizo de San Ginés

Pasadizo de San Ginés

El pasadizo de San Ginés comienza en la calle del Arenal y termina en la plazuela de San Ginés, coincidiendo toda su fachada del lado derecho con el lateral de la iglesia de San Ginés de Arlés (s. XVII), cuyo arquitecto fue Juan Ruiz. B. de San Martín, d. del Centro, p. de San Ginés. 

La mayor curiosidad de este pasadizo radica en la bóveda o arco que se encuentra adosada al muro del templo y a la casa número 5, siendo el lugar donde finaliza la vía. Según Pedro de Répide Gallegos (1882-1948) hubo allí un túmulo funerario que servía a la iglesia para los aniversarios y exequias (honras fúnebres).

También en este pasadizo estuvieron los telares y la primera prensa calandria de Madrid en la fábrica de holandillas (tejido de seda), para darles lustre (brillo) propiedad de Francisco García Navas, allá por la primera década del siglo XVIII.

El más antiguo de los establecimientos que aún existe en este pasadizo se sitúa en su número 2 y es la hoy llamada Librería San Ginés. Adosada al muro de la iglesia y haciendo esquina con la calle del Arenal, hay noticia de este “puesto de libros” en la prensa del año 1805, aunque con toda probabilidad es anterior. Siempre fue y hoy continúa siendo una librería de lance.

Conocemos por los periódicos que el Ayuntamiento de Madrid en el año 1899 concedió licencia a Francisco Irawedra para el puesto de libros de San Ginés. Más tarde, en el año 1922, el propietario de la librería ya era Antonio Sánchez y doce años después el mismo negocio pasa a llamarse Librería Rubiños. Pero ahí sigue con sus anaqueles de madera y tejadillo, resguardados por persianas, y su caseta-despacho para que el librero no pase frío en invierno.

El sábado 30 de septiembre de 1871 se inaugura el Salón Eslava, en el pasadizo de San Ginés, número 3. El edificio, propiedad de Bonifacio Eslava y diseñado por el arquitecto Bruno Fernández de los Ronderos resultó un precioso teatro con dos plantas, platea y principal, y reunía especiales condiciones acústicas y de perspectiva. Hermosamente decorado por los artistas: Ferri, Foreti, Marín y Vallejo, fue inicialmente una sala para conciertos.

En la parte baja del teatro y también con entrada por el pasadizo de San Ginés, número 3, estuvo el café de Granada.

El café de Granada fue inaugurado a la vez que el Salón Eslava. Era espacioso, pues contaba con una superficie de 7.000 pies, tenía una profusa iluminación y estaba decorado por el pintor-escenógrafo Antonio Bielza. Sus escaleras anchas y elegantes daban paso al teatro sin necesidad de salir a la calle.

Este café alcanzó gran celebridad por ser citado en “El tango de la Menegilda” de la zarzuela “La Gran Vía” de Federico Chueca, Joaquín Velarde y Felipe Pérez, estrenada en el año 1886.

En el año 1881 el negocio se remodeló convirtiéndose en Teatro Circo Eslava, desapareciendo el café de Granada para anexionar su espacio a la sala de espectáculos.

Otro de los establecimientos que más importancia tuvo en el pasadizo de San Ginés fue el instalado en el año 1884 por Lázaro López, que vino a abrir una sucursal de su bodegón “Le petit Fornos” situado en la calle de Capellanes, número 1 (hoy calle del Maestro Victoria).

Lázaro, industrial hostelero, se marchó a París en el año 1884 para estudiar repostería y cocina en el Grand Hotel, nada más inaugurar su nuevo negocio del pasadizo de San Ginés, número 5. El local se convertiría, a su retorno, en un restaurante de menús muy variados inaugurando un comedor para sesenta cubiertos en el piso principal de la finca.

En el año 1888 el restaurant se amplió con la Fonda de Lázaro López, que se hizo muy popular y en la que el viajero puede comer a la hora que tenga por conveniente.

El día 28 de junio de 1903, a las 4 de la tarde, Lázaro López aparece muerto en una habitación del primer piso de su fonda, donde vivía con sus hijos y con otros familiares. Víctima de una grave enfermedad detectada pocos meses antes de su muerte, el hostelero fue encontrado muerto sentado sobre una mecedora y con un revolver en el suelo. Se había disparado en la sien derecha sin dejar ninguna nota o carta explicativa.

El último de los antiguos negocios que hoy prosperan en el pasadizo de San Ginés es la famosa chocolatería.


Tuvo el apodo de “El Maxim’s golfo” durante los años veinte del siglo pasado, según el periodista Cesar González-Ruano, porque al cerrar todos los cafés de la Puerta del Sol era el único establecimiento abierto donde poder tomar algo caliente y recién hecho.

Durante la II República se llamó “La Escondida”, por su ubicación en el recóndito pasadizo y poco a poco fue ocupando lo que antaño era el bodegón de Lázaro López.

Hoy es, tal vez, la chocolatería más antigua de Madrid.

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Dice Pedro de Répide:

De la calle del Arenal a la plaza de San Ginés, b. de San Martín, d. del Centro, p. de San Ginés. 

Esta angosta vía, sin paso de carruajes, aparece igual que actualmente en los planos del siglo XVII. Aquí existía una casa de los marqueses de Canillejas, que fue dejada en herencia a la vecina parroquia para que se dijese una misa diaria, y dio lugar a un litigio porque hubo de ser vendida por la Hacienda, según la ley de desamortización; pero aunque la iglesia quiso hacer valer su derecho, no lo consiguió. 

Aquí estuvo también una de las primeras fábricas de tejidos. La de Francisco García Navas, que instaló en esta calle sus telares y prensas, concediéndole por este motivo varios privilegios en real cédula de 27 de junio de 1708. García Navas, a quien mucho debe la industria textil española, inventó el procedimiento de dar lustre, sin fuego, a todo género de ropas de seda y de lana y aun a los tisúes de oro y de plata. Estableció en esta fábrica cuatro telares de tejidos anchos y cien telarillos de cintas. 

En el número 3 se halla el teatro Eslava, construido por D. Bonifacio Eslava y dirigido por el arquitecto D. Bruno Fernández Ronderos. Se inauguró el 30 de septiembre de 1871 con las comedias "Como el pez en el agua" y "No siempre lo bueno es bueno", y un concierto en el que tomaron parte los pianistas Zabalza, Mendizábal y Compta. 

El Salón Eslava, que así se llamó primitivamente, alcanzó gran celebridad por su café, situado en su piso inferior, y popularizado por el cantable de la Menegilda en «La Gran Vía» con música de Chueca. Durante muchos años ha sido uno de los teatros consagrados al llamado género chico. El maestro Lleó hizo, en 1912, la reforma completa de la sala. Y durante unos años sirvió para una compañía de comedias. 

Todo el lado derecho del pasadizo está formado por la iglesia que le da nombre. El aspecto antañón de su pintoresca rinconada queda aumentado por el artístico puesto de libros con sus armarios de estilo antiguo español, modelo de buen gusto y de contribución al embellecimiento de la vía publica, que debe ser señalado aquí donde tampoco abunda ese respeto a la estética y amor al decoro urbano. 


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