El origen del nombre de la calle no está en los encierros
que en siglos pasados se celebraban en el barrio, si no que cuentan, que uno de
los vecinos de la calle colgaba en su ventana unas astas de toro con el fin de
atemorizar a los transeúntes, imitando además el bramido del animal.
La calle tiene otra de las leyendas populares. En Madrid gobernaba
el moro Aliatar, enamorado de la bella Zaida, y para conquistarla organizó unos
juegos y festejos en la plaza del Alamillo, colindante con la calle del Toro.
Comenzó la fiesta de alancear un toro, resultó el astado
bravísimo, y cada moro que intentaba clavar su lanza al animal, terminaba
volteado y por los suelos.
Apareció un caballero cristiano que quiso probar suerte y
Aliatar se lo permitió pensando que correría la misma suerte que los demás.
Pero el caballero alanceó al toro con gran precisión y acabó con la vida del
animal.
El caballero se desprende del casco y enseña su rostro: era
El Cid Campeador.
Tras su victoria, el caballero abandonó la ciudad pero ya
había inflamado el pecho de la bella
Zaida que, enamorada del cristiano, mandó disecar la cabeza del toro en
recuerdo y colocarla en la fachada de su casa (en la actual calle del Toro).
Cuentan que cada vez que Zaida suspiraba de amor, el toro
mugía...
Según Pedro de Répide:De la costanilla de San Andrés a la plaza del Alamillo, b. de Alfonso VI, d. de la Latina, p. de San
Andrés.
Esta calle, angosta y
pintoresca, cuya entrada está formada por unas escalerillas, toma su denominación
porque en una de sus casas hubo durante mucho tiempo las astas de un toro, famoso
por su bravura, que había sido lidiado en unas fiestas reales.
Dice otra tradición que
esas astas producían un ruido semejante a un bramido todos los días a la hora en
que fue muerto el toro, y que atrajo mucha gente, dando nombre a la calle ese fenómeno,
que era producido por un chico que desde dentro de la casa tocaba un cuerno, pues
por lo visto el domicilio paterno tenía provisión abundante de ellos.
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