Justo al final de la Calle de Sombrerete nos encontramos con
un enorme reloj de sol pintado en la fachada de la Casa de la Vela que en horas
de luz nos ofrece las horas perfectamente sincronizado, obra del arquitecto
Javier de la Vega Regatillo que realizo trabajos de restauración en las
instancias del ayuntamiento de Madrid.Dice Pedro de Répide de esta calle:
De la calle de Lavapiés a la del Mesón de Paredes, bs. de Lavapiés, de Caravaca y de Jesús y María, ds. de la Inclusa y del Hospital, ps. de San Millán y San Lorenzo.
El verdadero nombre de esta calle es del Sombrerete del Ahorcado, y su tradición está enlazada con el famoso proceso del pastelero de Madrigal, condenado a muerte por haberse fingido ser el desaparecido rey D. Sebastián de Portugal. La interesante figura de Gabriel de Espinosa, llevada más de una vez a la novela y al teatro, tiene su más bella pintura poética en el drama de Zorrilla: «Traidor, inconfeso y mártir».
Como cómplices de Espinosa fueron perseguidos por el alcalde de la Chancillería de Valladolid dos personas de calidad: doña Ana de Austria, que era monja en el convento de Santa María la Real, de Madrigal de las Altas Torres, y el padre fray Miguel de los Santos, religioso agustino portugués, de gran autoridad en su Orden, en la que había sido dos veces provincial. Fray Miguel que había sido confesor de D, Antonio, prior de Crato y predicador del rey D. Sebastián, era entonces vicario del convento donde se hallaba doña Ana, y confesor suyo.
Leído detenidamente el proceso y estudiadas las declaraciones de fray Miguel de los Santos, el ánimo imparcial se inclina a creer que muy bien pudo ser efectivamente el rey D. Sebastián aquel Gabriel de Espinosa, a quien la justicia de Felipe II tenía prisa en eliminar, porque el monarca español, que ya reinaba en Portugal, no le convenía la reaparición de aquel rey portugués. Pues las últimas manifestaciones de Espinosa en el tormento pudieron ser contestaciones forzadas a preguntas establecidas por el juez, según las instrucciones que tuviera. Desde luego, parece imposible que, habiendo sido fray Miguel de los Santos hombre que frecuentó la corte de Lisboa y predicador de don Sebastián, no conociera a este príncipe, hasta el extremo de dejarse engañar por un embaucador.
Fray Miguel de los Santos pagó su lealtad a su país y a su natural señor, sufriendo también la última pena. El 15 de octubre de 1595 fueron a la cárcel el doctor Llanos y el alcalde Canal, y le llevaron en un coche a la iglesia del monasterio de San Martín, donde le esperaba el arzobispo de Oristán para degradarle. Después de esta ceremonia, le pusieron un ferreruelo negro, viejo, y un sombrerillo, pasando de nuevo a la cárcel, donde se le notificó la última sentencia, que le condenaba a ser llevado por las calles de Madrid, con pregoneros delante, y ahorcado en la Plaza Mayor.
Así aconteció el día 19 del mismo mes, y el sombrerete que le pusieron cuando la degradación, fue, luego de muerto fray Miguel, paseado por Madrid en la punta de un palo, y, finalmente, fueron a dejarle colocado en unos montones de estiércol que había en los corrales del escribano D. Antonio Cros y Estrada, lugar que ahora se llama «La Corrala», frente a las Escuelas Pías de San Fernando, y allí permaneció mucho tiempo, por lo que a esta calle se la dio el nombre que todavía lleva, y que, a pesar de ser denominación ridícula, recuerda un episodio tan altamente dramático de nuestra Historia.

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