Entre la calle de San Martín, plaza de las Descalzas, Postigo de San Martín, y calles de Trujillos, Flora e Hileras, b. de San Martín, d. del Centro, p. de San Ginés.
Nos hallamos ante uno de los lugares más interesantes en la historia de Madrid. Aquí se hallaba el antiquísimo convento de San Martín, residencia de Padres Benitos. Fue convento mozárabe, y consta que el rey Alfonso VII, a 13 de julio de 1126, confirmó el privilegio ya concedido por Alfonso VI, haciendo merced al abad de Santo Domingo de Silos en tierra de Burgos, y al prior de San Martín, de Madrid, que era como anejo de aquél, para que pudieran poblar en esta villa el barrio de San Martín, conforme al fuero de Sahagún, y que poseyeran para siempre las aldeas de Valnegral, Villanueva y Jarama. Lugares los dos primeros ya desaparecidos y que se hallaban en la linde del arroyo sobre el cual existe hoy día el paseo de la Castellana.
Según aquel privilegio, los que poblaren dicho barrio habían de quedar como vasallos sujetos al prior de San Martín, sin servir a otro señor, y sin que ninguno tuviera jurisdicción y derecho sobre ellos, quienes no podrían ser vecinos de otro lugar, sino que permanecerían siempre en servicio y potestad de ese prelado. Nadie podría edificar su casa, dentro de ese término, sin voluntad del prior, y si alguno quisiere salir de allí, estaba obligado a ofrecerle primeramente la venta de sus heredades para vendérselas con preferencia y en la misma cantidad que otro ofreciere por ellas. Si no las adquiría el prior, podía venderlas a un particular, quien quedaba sujeto al mismo vasallaje. Y si no hallara quien las comprase, quedaban en poder del prior, pues si el anterior propietario volvía, le devolvería su hacienda, con el mismo gravamen. Así tuvo origen la extensión de la población de la villa por su parte septentrional.
Hasta tiempos de Felipe III quedó unido este monasterio al de Silos; pero en el reinado de ese monarca, y cuando la corte quedaba ya de asiento en Madrid, el arzobispo de Toledo, D. García de Loaysa, solicitó y consiguió que el convento de San Martín quedara independiente y con abad propio.
La parroquia de San Martín estuvo vinculada en ese convento porque en tiempo de la nominación musulmana los mozárabes de la villa acudían a ella, que podía estar servida por el clero regular del monasterio, siendo entretanto difícil la existencia a los clérigos regulares.
La iglesia de San Martín ocupaba el espacio de la plaza actual, avanzando hacia el postigo del mismo nombre, y dejando encuadrada la de las Descalzas. Reedificóse por los años de 1600, bajo la dirección de Gaspar Ordoñez, en cuyo tiempo dotó y labró la capilla mayor Alonso Muriel y Valdivieso, señor de Torrejón del Rey, secretario de cámara de Felipe III y de su Consejo. Este fundador tenía en el presbiterio su enterramiento, así como su mujer, doña Catalina de Medina.
Del templo antiguo quedaban la imagen del Cristo de los Milagros, puesto por el padre fray Pedro Rodríguez, monje de ese monasterio, y en su altar, que estaba próximo al mayor, había una pintura representando el prodigio obrado por aquel crucifijo de hablar a Regina, madre del venerable Juan Eusebio Nierenberg, prometiéndole que tendría un hijo santo si no lo separaba de sí. La segunda capilla era de la Virgen en el misterio de la Encarnación. Habíanla fundado Alonso Gutiérrez, contador mayor y tesorero del emperador Carlos V, y su esposa, doña María de Pisa. Yacían ambos en dos bellos sepulcros de alabastro, que estuvieron en medio de la capilla hasta 1684, en que mudaron dentro del presbitero con permiso de D. Manuel Zapata de Mendoza, su patrono, para que quedase desembarazada, con motivo de colocar en ella la Congregación de naturales de la Rioja su imagen de Nuestra Señora de Valvanera.
Junto a esa capilla estaba la de Montserrat, enterrada en ella doña Magdalena de Aragón, princesa de Melito, que habiéndose quedado viuda en plena juventud y gran belleza, abandonó las pompas del mundo, y durante treinta y ocho años que sobrevivió a su marido no salió de su casa más que para ir a la iglesia el día de Jueves Santo.
Debajo del arco toral que daba entrada a esta capilla, y a un lado del Evangelio, tenía su sepulcro en mármol D. Manuel Ventura de Figuerío, arzobispo de Laodicea, patriarca de las Indias, comisario general de Cruzada y gobernador del Consejo, que falleció el 3 de abril de 1783. Otros varios sepulcros considerables había, como el del padre Miguel Sarmiento, el artístico mausoleo del caballero inglés Juan Webb, que murió el año 1784, y el suntuoso del sabio geógrafo y marino Jorge Juan.
Aquí tuvo también su enterramiento el famoso clérigo D. Juan de Espina, que vivió en el siglo XVII, y estaba en reputación de nigromante, y poseía una rara colección de obras de arte y magníficas curiosidades. Finalmente hay que recordar que en la bóveda de esta iglesia quedaron depositados, a raíz de su muerte, los cuerpos de D. Luis Daoíz y de D. Pedro Velarde.
Capilla célebre del convento de San Martín fue también la de la Virgen del Alumbramiento, talla de poco más de una tercia, efigie que recibía mucha devoción. Esta imagen fue adquirida en 50 maravedises por un feligrés de esa parroquia el año 1598, a un alemán que pasaba llevando en la mano la santa efigie sin darle ninguna reverencia. El nuevo dueño la llevó a su casa, poniéndola en el mejor lugar de ella, y la Virgen correspondió a su rendimiento haciendo que su mujer saliese con bien de un peligrosísimo parto. Entonces labró para esa imagen capilla y altar en este convento, trayéndola en procesión desde el de los Ángeles, el 7 de abril de 1602. Fue muy gran devota de ella la emperatriz doña María.
En este convento radicaba la Archicofradía sacramental de San Martín, que es de fundación inmemorial. Consta que en defensa de doña Berenguela y de D. Fernando III, entonces niño, lucharon los hermanos de esta sacramental, apoyando a los monjes del mismo monasterio en la lucha contra los parciales de Lara. En aquella contienda murieron el prior y varios frailes y cofrades, de lo que se decía vino el nombre de calle de los Muertos, que llevaba una que había entre las plazas de Trujillos y de Navalón.
En 1250, San Fernando, que debía agradecimiento a esta Archicofradía por el hecho referido, dio sus ordenanzas más antiguas de que hay memoria. Esta sacramental poseía una hermosísima custodia, obra del gran artífice Juan de Arfe. Era de tres cuerpos, cada uno con doce columnas pareadas, y toda ella de plata.
Al demoler los franceses la iglesia de San Martín, trasladóse esta parroquia al templo y convento de Portacoeli, en la calle de la Luna, donde continua, y algunas de las imágenes tradicionales pasaron a San Ginés. La sacramental construyó en 1849 el bellísimo cementerio que existe todavía inmediato al tercer depósito del Lozoya, habiéndose reorganizado hace pocos años esa Archicofradía, que es una de las más venerables instituciones de Madrid.
El edificio del monasterio conservóse más tiempo que el de la iglesia. Existió hasta la revolución de septiembre de 1868, a raíz de la cual fue derruido, y hasta entonces estuvo ocupado con las oficinas del Gobierno civil, Diputación provincial, Dirección general de Sanidad Militar, Consejo de Sanidad del reino, y otra parte del vetusto caserón sirvió de cuartel de la Guardia civil.
Sobre su solar fue construido en 1870, por los arquitectos D. José María Aguilar y D. Fernando Arbós, una de las casas del Monte de Piedad y Caja de Ahorros, pareja de la que existe en la plaza de las Descalzas.
En la parte donde se hallaba la iglesia hay actualmente un jardincillo, más bajo que el nivel de la parte alta de la plaza, y en su centro álzase la estatua de D. Joaquín Vizcaíno, marqués viudo de Pontejos, fundador de la Caja de Ahorros en 1838. El año 1892, y por acuerdo del Consejo de Administración de ese instituto, levantóse este monumento, obra del escultor D. Medardo Sanmartí y Aguilé.
Gustome
ResponderEliminar