La calle de San Blas se encuentra entre la calle de San Pedro
y la calle de la Alameda, b. de la Alameda, d. del Congreso, p. del Salvador y de San Nicolás.
El trozo de la calle de la Alameda a donde va a parar esta
breve vía era lo que se llamó calle de la Leche, por la imagen de la Virgen
de este nombre que había en la casa
de doña Isabel de Móstoles, y que fue luego trasladada a la iglesia parroquial de San Sebastián. A la calle de San
Blas dan las tapias del jardín de
la casa de aquella dama, a la cual
se entra por la travesía del Fúcar,
y después de haber sido en el siglo XVI Hospital de los Cómicos, pertenecientes
a la cofradía de Nuestra Señora de la Novena,
es ahora colegio de Huérfanas de la Caridad.
Dábase el nombre de San Blas a esta calle, que ya figura con ese nombre en los planos del siglo XVII, por su proximidad al cerrillo donde estaba la ermita de ese santo, abogado contra los males de la garganta, la cual estaba cerca de donde ahora el Observatorio Astronómico.
Blas de Sebaste, venerado como san Blas, fue un médico,
obispo de Sebaste (Sebastensis armenorum) en Armenia (actual Sivas, Turquía), y
mártir cristiano. Hizo vida eremítica en una cueva en el bosque del monte
Argeus, que convirtió en su sede episcopal. Fue torturado y ejecutado en la
época del emperador romano Licinio, durante las persecuciones a los cristianos
de principios del siglo IV.
Se lo considera patrono de los enfermos de garganta
(faringe), y de los otorrinolaringólogos. También es patrono de la República
del Paraguay, de numerosas localidades españolas, y de Dubrovnik (Croacia). En
esta ciudad, su festividad es emblemática y casi milenaria (se remonta como
mínimo al año 1190) y se incorporó en 2009 en la lista del patrimonio cultural
inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.
Uno de los pueblos más creyentes de toda España a este
santo, fue Líjar(Almería) quien estuvo en guerra con Francia durante 100 años,
este santo protegió (según se dice) de muchas enfermedades a sus habitantes, y
además todo el que come pan después de que lo toque la figura de este santo se
cura si sufre de la garganta.
El número 4 de la calle de San Blas esconde una bodega de
los siglos XVI y XVII en la que un bodeguero y más tarde unos monjes, excavaron una de las mejores construcciones de este tipo de Madrid y la
más antigua.
Como nos cuenta el diario El Mundo, «la temperatura en la bodega es
estable y la humedad que requiere la crianza del vino aún se conserva intacta.
Todavía pueden contemplarse cúpulas originales, arcos, paredes de ladrillo
visto y reliquias que se han encontrado en la rehabilitación, como una pistola
de la Guerra Civil (bando republicano) y un túnel de escapatoria que aún se
conserva parcialmente abierto y a la vista».
La bodega además esconde más secretos: «otros dos pasadizos
que en su día comunicaban sabe Dios con qué edificios cercanos, una colección
de llaves antiguas y cerrojos, un ambiente íntimo para celebraciones o eventos
y una cocina tipo 'show cooking' en la que reina una brasileña que prepara uno
de los mejores tatakis de atún rojo que se pueden comer en Madrid».
Bien merece acercarse a esta bodega-restaurante, no solo
para disfrutar de su grastronomía sino por lo que ella muestra a los
comensales.
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