Entre las calles de San Nicolás y Juan de Herrera, b. de Carlos III, d. de Palacio, p. de Santa María la
Real de la Almudena.
Toma su nombre de la
iglesia, antes parroquial, de San Nicolás que en ella se conserva. Este templo,
consagrando a San Nicolás, obispo de Mira, llamado el Magno para distinguirle del
otro santo del mismo nombre y obispo de la misma ciudad, era una de las parroquias
más antiguas de la villa, y aunque la precedían oficialmente las de San Martín y
San Ginés, no era por antigüedad, sino por privilegio.
Era de más remota fundación
la de San Nicolás que la misma del Salvador, con la que vino finalmente a fundirse,
y siendo la segunda, ya parroquia por el año 304, supónese que aquélla tuvo primeramente
otro nombre, pues cuando se fundó no había muerto todavía el santo que la titula.
El edificio actual primeramente
de orden gótico; pero reedificado luego de manera que fue despojado de ese aspecto.
En el altar mayor fue puesta la imagen de la Virgen de la Antigua, que, según unos,
estaba en la casa de la condesa de Chinchón, doña Inés Pacheco, y, según otros,
fue encontrada en el siglo XIII al abrir los cimientos para hacer la capilla que
a los pies del templo edificaron los Luzones. La conciliación de estos dos informes
viene con creerse que, efectivamente, la imagen se encontraba desde hacía tiempo
en la iglesia, y la condesa de Chinchón, muy devota de ella, la llevó a su casa
en algún peligroso trance de enfermedad, del que salió, y habiendo devuelto la efigie
al templo, quedó fama entre las gentes de que aquella señora había hecho donación
con lo que sólo era acto de restituir.
En el año 1805 consiguió
la parroquia del Salvador alzarse con la supremacía, que siempre había sido disputada
entre ella y la de San Nicolás, y fue agregada esta feligresía a la de aquella,
quedando abandonado el templo de que tratamos. El edificio fue desmantelado y se
destinó a almacenes militares, viniendo tres años después a servir de cuartel a
las tropas francesas.
En 1825 volvió a tener
culto, pues habiendo la V.O.T. de Servitas deseando un templo independiente para
celebrar sus cultos, acudió al rey pidiéndole éste, que permanecía sin ser utilizado,
y el arzobispo de Toledo, cardenal Inguanzo, por escritura de 9 de diciembre de
aquél año, cedió a esa Congregación el uso del templo; pero reservándose el derecho
de disponer de él cuando conviniera. Así aconteció en 1840, en que se acordó derribar
la iglesia del Salvador, pretextando su estado ruinoso, a pesar de que el párroco
y el gremio de plateros, dueño de la capilla mayor y sacristía, presentaron el dictamen
de tres arquitectos, contrario al que había dado la villa para decidir el derribo.
Entonces fueron trasladadas las dos parroquias juntas del Salvador y de San Nicolás
al templo de este santo, restaurado por la Orden de Servitas. Hoy día, aunque esta
iglesia permanece en pie, aquellas parroquias tienen por iglesia la antigua de San
Juan de Dios, en Antón Martín.
El registro parroquial de San Nicolás comienza en el año 1400, y en él se halla la partida de bautismo del poeta épico D. Alonso de Ercilla, autor de «La Araucana». Y en la misma iglesia estuvo enterrado el arquitecto Juan de Herrera, continuador del insigne madrileño Juan Bautista de Toledo en varias obras, como la de El Escorial y la de nuestro puente de Segovia.
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