domingo, 29 de enero de 2023

Carrera de San Francisco

Carrera de San Francisco

La carrera de San Francisco transcurre entre la plaza de Puerta de Moros y la calle Bailen.

Carrera de San FranciscoEsta carrera da nombre a todo el barrio  que tiene su origen en el arrabal que se formó alrededor del convento franciscano, fundado en el siglo XIII, siguiendo con ello una de las características de Madrid, que se fue desarrollando y estructurando en torno a edificios religiosos. Desde su origen, a partir de la conquista cristiana del Magerit musulmán por Alfonso VI, la fundación de monasterios como el benedictino de San Martín a principios del siglo XII y más tarde de otros, que se sitúan a extramuros, son los motivos de su urbanización. Se marca así una de las normas generales de población natural, en que las casas se organizan alrededor de un edificio importante, envolviéndolo y dirigiendo las calles hacia él. Pues, como escribe Mesonero Romanos en El Antiguo Madrid, el convento de San Francisco "fue causa principal de la prolongación de la villa de Madrid entre Poniente y Mediodía, así como el de Santo Domingo lo había sido hacia el Norte y los de Atocha y San Jerónimo a la banda oriental".

Posee esta zona una gran claridad en su conjunto que contrasta con su barrio vecino, el de la Morería; se sigue una disposición de abanico, teniendo su vértice en puerta de Moros y saliendo como radios una serie de calles que se dirigen a los terrenos que formaban el convento. La calle de Don Pedro se encamina a las Vistillas, la carrera de San Francisco a la iglesia y la de Tabernillas se bifurca en la del Águila y la del Ángel; y esta última, en la del Rosario y la de San Bernabé. Cortando a estas una serie de calles que tienen una organización anular: la cuesta de las Descargas, donde antiguamente estaba situada la cerca, y la de la Ventosa, en cuyos aledaños estuvieron situados los lavaderos de la Villa. La más importante es la de Calatrava, que llega hasta San Francisco y se continúa su trazado por la de San Buenaventura; y la de San Isidro Labrador y la de las Aguas, que atraviesan la carrera.

A través del plano de Texeira, se puede observar que ya tenía este mismo trazado a mediados del siglo XVII pero la constitución del barrio es de un carácter rural con sus casas unifamiliares, corrales y huertas. Más tarde, al incrementarse la población, se utilizó más el terreno, levantándose nuevos edificios, aprovechándose todo el espacio y subdividiéndolo en infinidad de viviendas y elevando la altura, hallando alojamiento gran número de familias, de clase artesana, pequeños industriales, empleados y comerciantes, pudiéndonos valer la descripción que hace Mesonero Romanos en el artículo La Casa por dentro, de sus Escenas Matritenses: "Tenía dos tiendas y en ellas vivían un sombrerero y un ebanista; el zapatero del portal dormía en un chiribitil de la escalera; un diestro de esgrima, en el entresuelo; un empleado y un comerciante, en los principales; un maestro de escuela y un sastre, en los segundos; un ama de huéspedes, una modista y una planchadora, en los terceros; un músico de regimiento, un grabador, un traductor de comedias y dos viudas ocupaban las buhardillas y hasta en un desvancillo que caía sobre éstas, había encontrado su asiento un matemático..."

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Pedro de Répide dice de esta calle:

De la plaza de Puerta de Moros a la plaza de San Francisco, b. de las Aguas, d. de la Latina, p. de San Andrés. 

Antiguamente, éste era el camino que iba desde el convento de San Francisco hasta el Calvario del Olivar, siguiendo el Vía Crucis señalado por el propio seráfico santo de Asís. Luego se establecieron aquí algunos mercaderes, y se llamó a este lugar la Tenerías de San Francisco, que fueron adornadas cuando el César Carlos I vino solemnemente al templo de los franciscanos acompañado de su corte para oír misa con su huésped, más que prisionero, el rey de Francia. 

De entonces acá, la Carrera de San Francisco ha sido el paso obligado de muchos cortejos oficiales, ya que en esa iglesia se han celebrado grandes funciones de «Te Deum», exequias o misas mayores, a las que han asistido los reyes, la corte, el Gobierno y los embajadores extranjeros; pero desde la construcción del Viaducto no es ya el camino único para el famoso templo. 

Esquina a la calle de los Santos estaba la casa de la beata Clara. Desde la calle de Cantarranas, número 6, vino a ésta aquella famosa embaucadora, que gozaba fama de obrar prodigios y, entre ellos, alguno tan poco espiritual como el poner huevos de gallina, bien que de haber podido ponerlos hubieran sido así. Ejercía una enorme influencia en la corte de Carlos IV, cuyas damas y muchos de los más altos consejeros acudían a recibir las inspiraciones que les quisiera dictar la iluminada. Así trajo engañados a eclesiásticos de alto rango, como el Nuncio Gravina, arzobispo de Nicea, que consiguió para ella el privilegio especial de que tuviese en su casa de manifiesto el Santísimo Sacramento, y como el obispo auxiliar de Madrid, D. Atanasio Payal y Paveda, el inquisidor general, y el maestro de novicios del convento de San Francisco, fray Bernardino Barén, que era quien la confesaba. 

Al fin, todo vino a descubrirse por cierta criada, que habiendo reñido con la madre de la beata denunció lo que ocurría al párroco de San Andrés, D. Rafael Oseñalde, y puso como testigo al pastelero de Puerta de Moros, que proveía largamente a la bienaventurada en los banquetes que celebraba con sus amigos, mientras el pueblo se hacía lenguas de las penitencias con que se mortificaba aquella embaidora. 

La Carrera de San Francisco ha sido ensanchada durante estos últimos años y embellecida con dos edificios municipales. El del grupo escolar Conde de Peñalver y el dedicado a tenencia de alcaldía y Casa de socorro, construcción muy bella, en la que se ha seguido la tradición arquitectónica madrileña del siglo XVII.

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