Entre la plaza de los Carros y del Humilladero, calle del Almendro y costanilla de San Pedro.
En el bellísimo rincón de esta plaza, formado por lo que fue cementerio parroquial, aparecen las fachadas de sus tres edificios tradicionales. Al fondo, la entrada a la parroquia; a un lado la suntuosa capilla de San Isidro, y al otro, el palacio de los condes de Paredes, donde se conservan preciosos recuerdos del Patrón de la villa.
Remota es la fecha de la fundación de esta iglesia de San Andrés Apóstol, en la que se sabe recibió sepultura San Isidro, labrador, por los años de 1130, en lo que entonces era camposanto de la misma, y venía a estar situado donde el altar mayor del templo actual. Fue éste capilla de los Reyes Católicos, por lo cual se aumentó su espacio primitivo con el viejo cementerio y se hizo una tribuna al lado de la Epístola, tribuna a la que aquellos monarcas asistían desde la casa de los Lasso por el pasadizo volado de que se ha hecho ya mención.
En 1656 se arruinó la capilla mayor, que estaba donde ahora el coro, y en el siguiente año se construyó la actual iglesia, quedando a un lado del nuevo presbiterio la tumba del santo labrador, marcada todavía con una reja, que es levantada el día 15 de mayo. Al fondo del cenotafio se ve una losa de mármol, puesta allí en el siglo XVIII, y en la cual hay una inscripción que recuerda el venerable destino que tuvo esta huesa.
La imagen del santo apóstol titular que se halla sobre el nicho de la puerta es obra de Manuel Pereira, cuya es igualmente la efigie de Santa María de la Cabeza, que se halla en una hornacina al lado de la Epístola, en la embocadura de la capilla mayor. Pareja de ésta es otra figura que del propio San Isidro hay al lado del Evangelio, y que ofrece la particularidad de representarle con unas vestiduras semejantes a las que cubrían el cuerpo de aquél cuando fue sacado de su primitiva sepultura. En el palacio episcopal se conserva el arca, de gran valor arqueológico, que ofreció el rey Alfonso VIII para el cuerpo del santo, y en el que permaneció hasta que en 1620 el gremio de plateros labró la que desde entonces le encierra.
A la derecha de la puerta principal existe en un nicho el sepulcro de un niño de la casa ducal del Infantado, breve e interesante monumento, hecho según traza de D. Pedro Arnal y con una escultura de D. Alfonso Vargas.
La iglesia de San Andrés, pobre y casi desmantelada, se halla entre dos magníficas capillas. Una es la del Obispo, ya descrita, y con la cual hace tiempo dejó de tener comunicación directa. Otra, y con acceso por ella a la parte del Evangelio, es la magnífica de San Isidro.
Dióse principio a su construcción en 1657, colocando la primera piedra en presencia de Felipe IV y de su segunda mujer, doña Mariana de Austria, el patriarca de las Indias D. Alonso Pérez de Guzmán el día 12 de abril del mencionado año. Con arreglo a los diseños que trabajó fray Diego de Madrid, dirigió la obra en un principio José Villarreal, que falleció antes de terminarla, entrando a sucederle Sebastián de Herrera Barnuevo.
En los doce años que duraron los trabajos se invirtieron once millones novecientos sesenta mil reales. Hízose la fábrica a expensas del monarca y de la villa de Madrid, habiendo contribuido con sumas cuantiosas los virreyes de Méjico, Nueva Granada y el Perú. El 15 de mayo de 1669 fue trasladado a esta capilla el cuerpo de San Isidro, que ya había estado dos veces en San Andrés y una en la capilla del Obispo, y que tampoco había de encontrar aquí su reposo definitivo, pues un siglo justo después le hizo llevar Carlos III al templo de la Compañía, en la calle de Toledo, hoy iglesia catedral, donde permanece.
Consta esta grandiosa capilla de dos piezas, que forman unidas un paralelogramo rectángulo. Es cuadrada la primera, y tiene decoración de pilastras de mármol sobre un pedestal de igual materia, viéndose las paredes, cornisas y bóvedas recargadas con multitud de ornatos, entre los que se ostentan los blasones de la casa de Austria y de la villa de Madrid. Tres medios puntos hay en cada lado, correspondiendo a una puerta el del centro y conteniendo un cuadro cada uno de los restantes. En el primero, a la derecha, se representa a San Isidro haciendo salir agua milagrosamente para satisfacer la sed de su amo. Esta pintura es de Juan Carreño, así como otra de la misma banda en que se ve al rey D. Alfonso VIII reconociendo el cuerpo de San Isidro. En la pared, los cuadros correspondientes son de Francisco Rizi, y sus asuntos, la batalla de las Navas y el milagro del pozo.
La segunda pieza es ochavada, y constituyen principalmente su decoración catorce columnas exentas y estriadas, de mármol negro, con basas y capiteles dorados, que inclinan al orden compuesto y sientan sobre el pedestal marmoreo que circunda las dos estancias de la capilla. En los diez intercolumnios hay nichos de medio punto, que ocupaban las bellas efigies que fueron trasladadas a la iglesia de San Isidro el Real en tiempo de Carlos III. Cada santo tenía debajo una breve noticia de su vida, expresándose en ella la circunstancia que más le asemejaba a San Isidro. Luego fueron sustituidas estas leyendas por los nombres de los santos que fueron llevados a ocupar aquellas hornacinas, imágenes procedentes de iglesias derruidas. En los mismos intercolumnios, por bajo del cornisamiento, quedaron colocados los cuadros de la vida de la Virgen, que fueron encargados en 1658 a Francisco Caro, el cual murió faltándole por hacer tres de ellos, que ejecutó Alonso del Arco.
Cierra esta pieza una alta cúpula, que consta de cuerpo de luces, cascarón y linterna, y está llena, como un anillo y el cornisamiento de la capilla, de infinitos estucos de buen arte y gracioso dibujo. Aislado en el centro de esta segunda estancia álzase el retablo de mármoles, decorado en cada uno de sus cuatro frentes con dos columnas exentas y terminado con una cubierta llena de figurillas doradas. Cien años ocupó este retablo el cuerpo de San Isidro, y en su lugar se halla una efigie del mismo santo, labrada por D. Isidro Carnicero, cuando se trasladó, en 1769, aquella reliquia al templo del Colegio imperial.
En el palacio de los condes de Paredes está el pozo cuyas aguas hizo subir milagrosamente San Isidro para salvar a su hijo, que había caído en él. Y en la misma casa, muy visitada el día del santo, hay una pequeña capilla, que a su entrada tiene una lápida con esta inscripción: «Es tradición antigua que San Isidro vivió y murió en este aposento donde se construyó la capilla, y reedificaron los señores de esta casa en el año 1608, y en el de 1663 se colocó la sagrada efigie que existe, a la devoción de D. Vicente Ramírez, y últimamente se ha vuelto a edificar a expensas de los señores condes de Paredes, conforme está, en el año 1783. »
En el interior hay un cuadro de indulgencias concedidas a todos los fieles que la visiten por diferentes pontífices y el huso con el que se dice hilaba Santa María de que la Cabeza. Otro cuadro representa el milagro del pozo. Y otro que hay en la sacristía tiene por asunto el milagro de los ángeles dirigiendo las yuntas de bueyes blancos que araban mientras el santo se hallaba en oración. También existe una pintura con la imagen de Santa María de la Cabeza.
Los dueños de la casa conservan un trozo del sudario en que estuvo envuelto el cuerpo del santo, con la inscripción siguiente: «Debajo de este pie está la auténtica de esta reliquia, y pertenece a los excelentísimos señores marqueses de Montealegre, condes de Paredes. Año de 1790.»
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