
Llámase así por haber estado junto a ella
el convento de Santa Catalina de Sena, que fue fundado en donde luego estuvieron
los Mostenses, de donde el duque de Lerma trajo la comunidad a la calle del Prado,
cerca de su palacio, y comunicado por un pasadizo alto que cruzaba aquélla con
San Antonio del Prado, anejo a la casa ducal.
Derribado por los franceses ese monasterio
de Santa Catalina, sus religiosas pasaron al palacio de Santisteban, en la calle del Nuncio, y posteriormente a donde continúan, en la de Mesón de Paredes.
Sobre el solar del edificio de que tratamos
fue edificada la manzana de casas que existe entre las calles de Santa Catalina,
Prado, plaza de las Cortes y Carrera de San Jerónimo, que en tiempo de Fernando
VII era celebrada como un alarde de construcción urbana.
En la calle de Santa Catalina vivía el gran
actor Isidoro Máiquez, cuando se vio obligado a salir para el destierro, y en la
misma calle vivió el general Espartero cuando, al terminar violentamente el bienio
progresista, tomó la determinación de dejar de residir en Madrid y trasladarse
definitivamente a Logroño.
Desde hace pocos años tiene en esta calle
el Ateneo de Madrid una entrada accesoria en casa de su propiedad.

Catalina Benincasa, conocida como Santa Catalina de Siena
O.P., (Siena, 25 de marzo de 1347 – Roma, 29 de abril de 1380) fue una santa
católica. La Santa Sede la reconoce como co-patrona de Europa e Italia y
Doctora de la Iglesia.
Considerada una de las grandes místicas de su siglo (Siglo
XIV), destacó asimismo su faceta de predicadora y escritora, así como su
decisiva contribución al regreso del papado a Roma tras el exilio de Aviñón. Es
una santa muy venerada y popular en fundaciones, iglesias y santuarios de la
Orden dominicana.
Hija número 24 de un total de 25 (su hermana gemela
Giovanna, la vigésimocuarta, vivió unos pocos meses) hija de Jacobo Benincasa,
tintorero, y de Lapa Piagenti (o Piacenti), hija de un poeta local.
Fue bautizada como Catalina Benincasa, pertenecía a una
familia de la clase media-baja de la sociedad, compuesta básicamente por
fontaneros y notarios, conocida como "la fiesta de los 12", quienes
entre una revolución y otra, gobernaron en la república de Siena desde 1355
hasta 1368.
Sus hermanos la apodaron como Eufrosina. Catalina no tuvo
una educación formal; desde temprana edad mostró su gusto por la soledad y la
oración, y siendo niña todavía, a la edad de siete años, se consagró a la
mortificación e hizo voto de castidad. A los doce años sus inadvertidos padres
comenzaron a hacer planes de matrimonio para Catalina, pero ella reaccionó
cortándose todo su cabello y encerrándose, con un velo sobre su cabeza. Con
objeto de persuadirla, sus padres la obligaron a realizar fatigosas tareas
domésticas, sin embargo Catalina se encerró más en sí misma, aún más
convencida. Sólo un evento inusual, una paloma que se posó en la cabeza de
Catalina mientras oraba, convenció a Jacobo de la sincera vocación de su hija.
A los dieciocho años tomó el hábito de la Orden Tercera de
los dominicos. Se sometía al cilicio (hoy visible en la iglesia de Santa
Catalina de la Noche, parte del complejo de Santa María de la Escala) y a
prolongados períodos de ayuno, sólo alimentada por la Eucaristía. En esta
primera fase de su vida, estas prácticas eran llevadas a cabo en solitario.
Seguramente en los carnavales de 1366 vivió lo que describió
en sus cartas como un matrimonio místico con Jesús, en la basílica de Santo
Domingo de Siena, teniendo diversas visiones como la de Jesucristo en su trono
con San Pedro y San Pablo, después de las cuales comenzó a enfermar cada vez
más y a demostrar aún más su amor a los pobres. Este mismo año murió su padre y
en Siena se inició un golpe de Estado.
Sus hagiógrafos sostienen que en 1370 recibió una serie de
visiones del infierno, el purgatorio y el cielo, después de las cuales escuchó
una voz que le mandaba a salir de su retiro y entrar a la vida pública. Comenzó
a escribir cartas a hombres y mujeres de todas las condiciones, manteniendo
correspondencia con las principales autoridades de los actuales territorios de
Italia, rogando por la paz entre las repúblicas de Italia y el regreso del papa
a Roma desde Aviñón. Mantuvo de hecho correspondencia con el papa Gregorio XI,
emplazándolo a reformar la clerecía y la administración de los Estados
Pontificios.
Durante el tiempo que duró la peste de 1374, Catalina acudió
al socorro de los desgraciados, sin mostrarse jamás cansada, y aún, si hubiera
de creer a los historiadores de su época, podría decirse que operó algunos
milagros. Poco después, el 1 de abril de 1375 en Pisa, Catalina recibió los
denominados estigmas invisibles, de modo que sentía el dolor pero no eran visibles
las llagas externamente.
En junio de 1376 Catalina fue enviada a Aviñón como
embajadora de la República de Florencia, con el fin de lograr la paz de dicha
república con los Estados Pontificios y el papa mismo. La impresión que causó
Catalina en el papa significó el retorno de éste a Roma el 17 de enero de 1377.
Más feliz en otras ciudades de Italia, afirmó en ellas su
fidelidad a la Santa Sede. Respondió a las cuestiones capciosas de algunos
sabios y de varios obispos, de un modo que los confundió. Tras grandes trabajos
e inmensas dificultades, reconcilió a los florentinos con el papa Urbano VI,
sucesor de Gregorio XI, colgando el 18 de julio de 1378 una rama de olivo en el
Palacio en señal de paz.
Se retiró luego a la más profunda soledad; pero de allí hubo
de sacarla el Cisma de Occidente. Apoyó al papa romano Urbano VI, quien la
convocó a Roma, donde vivió hasta su muerte el 29 de abril de 1380, a la edad
de treinta y tres años. Fue sepultada en la Iglesia de Santa María sopra
Minerva en Roma; su cráneo fue llevado a la iglesia de Santo Domingo de Siena
en 1384 y un pie se encuentra en Venecia.
Entre los principales seguidores de Catalina, se encontraban
su confesor y biógrafo, posteriormente general de los dominicos, fray Raimundo
de las Viñas, de Capua (fallecido en 1399) y Estefano de Corrado Maconi
(fallecido en 1424), quien fue uno de sus secretarios, y se convirtió luego en
Prior General de los Cartujos. El libro de Raimundo sobre la vida de Catalina,
la "Leyenda", fue terminado en 1395. Una segunda versión de la vida
de Catalina, el "Suplemento", fue escrito unos años después por otro
de sus seguidores, fray Tomás Caffarini (muerto en 1434), quien posteriormente
escribió también la "Leyenda Menor", libro que fue traducido al
italiano por Estefano Maconi.
Pío II la declaró santa en 1461. Inicialmente, se la
conmemoraba el mismo día de su muerte, el 29 de abril. En 1628 Urbano VIII la
movió al día siguiente, para no superponer la fiesta con la de san Pedro de
Verona, hasta que en 1969 volvió a su fecha primitiva.
En 1939 Pío XII la declaró patrona principal de Italia,
junto a San Francisco de Asís.
En 1970 Pablo VI le otorgó el título de Doctora de la
Iglesia, siendo la segunda mujer en obtener tal distinción (después de santa
Teresa de Jesús y antes de Santa Teresita del Niño Jesús). En 1999, bajo el
pontificado de Juan Pablo II, se convirtió en una de las Santas Patronas de
Europa.
Santa Catalina dejó el Diálogo de la Divina Providencia,
llamado simplemente Diálogo, escrito durante cinco días de éxtasis religioso,
del nueve al catorce de octubre de 1378; 26 Oraciones; y 381 cartas, grandes
trabajos de la literatura toscana vernácula.
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