Era este un paseo que se llamó de la Alameda de Lerma, por hallarse contiguo a las tapias de los jardines del enorme palacio que el privado de Felipe III hubo de levantar en el Prado. Y si este famoso y amable lugar era en el misterio de la noche teatro de aventuras galantes y caballerescas, fácil es comprender que la alameda, que se hallaba más distante y apartada, habría de serlo mejor. En el mismo siglo XVII existían ya edificaciones a la terminación del paseo de Trajineros y de la calle deAtocha, y la extensión de las construcciones fue sustituyendo a la alameda hasta que sólo quedó de ella el nombre para la calle en donde existió el frondoso paseo.
La calle de la Leche, o sea, el trozo comprendido entre la del Gobernador y la de Atocha, llamábase así porque en la casa que allí tenía doña Isabel de Móstoles había una capilla con una imagen de la Virgen dando de mamar al Niño Jesús, y era llamada la Virgen de la Leche. Allí acudían las mujeres que se hallaban encintas, y tenían la capilla llena de ex votos. La imagen fue trasladada a la iglesia de San Sebastián, donde hubo de ser enterrada doña Isabel, quien dejó varias mandas y fundaciones en la misma parroquia, entre ellas una para que saliese el Santísimo con todo decoro a las casas de enfermos e impedidos.
La casa de doña Isabel de Móstoles es seguramente la misma que, esquina a la travesía del Fúcar, y volviendo a la calle de la Redondilla (hoy de Cenicero), detrás del convento de los Agonizantes de la calle de Atocha, sirvió para el Hospital de los cómicos, que en 1765 fue fundado por la Congregación de la Virgen de la Novena.
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