La calle del Nuncio se extiende desde la plaza de Puerta Cerrada hasta la costanilla de San Pedro.
Se llama así porque en la calle estuvo la Nunciatura, edificada en el
siglo XVIII, lugar de residencia de los embajadores del Vaticano. Era un enclave
de la Santa Sede en el corazón de Madrid. En la calle del Nuncio está también la Iglesia de San Pedro, que conserva dos portadas, renacentista, junto a la
torre y la del sur, con dos pequeños escudos con el león y el castillo, únicos
vestigios de este tipo existentes en Madrid anteriores a los Reyes
Católicos.
Dice Pedro de Répide de esta calle:
De la plaza de Puerta Cerrada a la costanilla de San Pedro, b. de la Cava, d. de la Latina, p. del Buen Consejo.
Esta calle, de varia anchura e irregular trazado, toma su nombre de hallarse en ella el palacio de la Nunciatura, donde residen los embajadores apostólicos que envía el Romano Pontífice. Muy antigua es la residencial de los nuncios en España, casi tanta como la existencia de la Monarquía castellana, y sus atribuciones han estado reguladas por las regalías de la Corona y las estipulaciones de los Concordatos. La Legión apostólica en Madrid es de primera categoría, y el que la desempeña sale siempre de ella para recibir la investidura cardenalicia. Es además considerado como decano del Cuerpo diplomático.
El palacio del nuncio es un antiguo y solemne edificio, que fue propiedad del famoso D. Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias. En el mismo edificio se halla el Tribunal de la Rota, alta institución privativa de España, y cuyos individuos gozan de una jerarquía tan elevada, que su ingreso en él es considerado por los clérigos como un honor semejante al de figurar en el episcopado. Es un Tribunal supremo, de apelación en todas las causas eclesiásticas.
La Nunciatura ha sido cerrada algunas veces, tales como en 1735, pues los ministros de los primeros borbones eran decididos regalistas, y en el siglo XIX, durante diversos acontecimientos políticos, como la invasión francesa, la época constitucional de los tres años, la muerte de Fernando VII y la revolución de 1854. En lo que va del siglo, hubo también una interrupción de representación diplomática entre España y el Vaticano, el año 1911, siendo Canalejas presidente del Consejo de ministros.
En 1671 existía una callejuela a espaldas del palacio del nuncio, y el representante del Papa fue autorizado por la villa para cerrarla.
Haciendo esquina a la costanilla de San Pedro, con vuelta a la calle de Segovia y costanilla del Nuncio, se halla la antigua iglesia llamada de San Pedro el Real, y ahora mejor de San Pedro el Viejo, para distinguirla del moderno templo de la Virgen de la Paloma.
Famosa iglesia es esta de San Pedro, cuyo edificio ha sufrido restauraciones y modificaciones que la hacen diferenciarse de su torre mudéjar, la única auténtica que de la época medieval se conserva en Madrid. Venerable y graciosa construcción, que durante algún tiempo permaneció desvirtuada con un absurdo revoco de yeso, hasta que, a media- dos del pasado siglo, consiguióse, merced a la protesta de algunos arqueólogos, que se la dejara en la sencilla desnudez del ladrillo.
La primitiva iglesia y parroquia de San Pedro estuvo más arriba, cerca de la fuente de Puerta Cerrada, y fue trasladada donde ahora se halla por disposición del rey Alfonso XI, después de la victoria que alcanzó en Algeciras sobre los moros. Dedicóse el altar mayor a una hermosa imagen de la Concepción, para cuyo servicio constituyóse una cofradía de Esclavos. Al lado del Evangelio tienen su capilla y bóveda los señores de la casa de Luján, en la que pusieron las banderas que ganó D. Francisco de Luján el año 1568, y fue fundada por él con su mujer, doña Catalina de la Cerda. En ella fue también puesta la estatua de otro insigne varón de aquel linaje, D. Fray Antonio de Luján, obispo de Mondoñedo.
Dieron pinturas a este templo Antonio Palomino, Herrera el Mozo y Francisco Ricci. Y era muy notable en él la imagen del Cristo de las Lluvias o de las Aguas, que actualmente se conserva en el palacio episcopal. En la torre de San Pedro estaba la campana que tenían los hortelanos de la vega de Madrid para tocar a nublo.
A espaldas del altar mayor de esta iglesia, y con puerta a la calle, estaba la capilla que tuvo la venerable Congregación de sacerdotes naturales de Madrid que, después de haber estado aposentada en las parroquias de San Justo y San Miguel, pasó a este templo el año 1639, teniendo sus juntas en la capilla de los Lujanes, hasta que en 1668 el maestro D. Eugenio de la Oliva y San Pedro, capellán mayor de la Congregación, compró a la parroquia el sitio que le servía de cementerio en precio de cien ducados, y se le cedió a la Congregación para que labrase capilla propia, bendecida la tarde del 28 de junio de 1670 por el párroco doctor D. José Martínez de las Casas, y en la que permaneció hasta su traslado a la Torrecilla del Leal, en 1732.
En San Pedro el Viejo era donde celebraba sus exorcismos el calabrés Genaro Andreini, de cuyos embelecos burlábase Quevedo, lo mismo en la prosa admirable de «El alguacilado» que en el donoso romance que comienza así:
"Venid, viejas, a San Pedro;venid, que ya está el beatoAndreini con hisopospreparado a sacar diablos."
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