La calle de Jovellanos se encuentra entre las calles de Los Madrazo y de Zorrilla.
Está dedicada a Gaspar Melchor de Jovellanos, jurisconsulto,
político, economista, poeta y uno de los polígrafos más importantes de su
tiempo.
En esta calle está el teatro de la Zarzuela, construido en
1856
El teatro de la Zarzuela fue inaugurado el 10 de octubre de 1856, fecha del
cumpleaños de la entonces reina Isabel II, gracias a la iniciativa de la
Sociedad Lírico Española, con el objetivo de tener un espacio propio para las
interpretaciones de zarzuelas en la capital de España. Sus impulsores fueron consagrados
maestros de la época como Francisco Asenjo Barbieri, Rafael Calleja Gómez,
Joaquín Gaztambide, Rafael Hernando, José Inzenga, Francisco Salas, Luis Olona
o Cristóbal Oudrid, bajo la financiación del banquero Francisco de las Rivas.
Las obras fueron encargadas al arquitecto Jerónimo de Gándara, aunque
ejecutadas por José María Guallart, tomando como modelo la Scala de Milán. Así
quedó un edificio en forma de herradura con tres alturas de palcos.
Durante la segunda mitad del siglo XIX, el Teatro se
convirtió en el lugar central donde se interpretaban las piezas maestras de la
zarzuela, principalmente grande o de dos actos, y se producían sus estrenos al
público. El 9 de noviembre de 19092 el edificio del pueblo fue prácticamente
destruido por un pavoroso incendio. Reconstruido usando menos madera y más
metal, en 1914 el maestro Luna levantó el telón al reinaugurarlo con su
orquesta. Fue remodelado en 1956 cuando lo compró la Sociedad General de
Autores de España, pero perdió buena parte de la fachada y los ornamentos del
interior. Más tarde pasó a ser propiedad del Estado y en 1984 el Ministerio de
Cultura, a falta de un teatro de ópera en Madrid, amplió la oferta de
actividades (además de la zarzuela y la ópera) a la danza y el flamenco.
En 1998, tras la declaración cuatro años antes del edificio
como Monumento Nacional, fue de nuevo remodelado, recuperando buena parte de su
estructura y forma original y siendo destinado en exclusiva a la lírica
española. Desde enero del mismo año, la Orquesta de la Comunidad de Madrid es
la titular del teatro de la Zarzuela.
Gaspar Melchor de Jovellanos, bautizado como Baltasar
Melchor Gaspar María de Jove Llanos y Ramírez (Gijón, 5 de enero de 1744 –
Puerto de Vega, Navia, 27 de noviembre de 1811), fue un escritor, jurista y
político ilustrado español.
Nació en el seno de una familia noble de Gijón, aunque sin
fortuna. Tras cursar sus primeros estudios en Gijón, en 1757 marchó a Oviedo
para estudiar Filosofía en su universidad. En 1760, bajo la protección del
obispo local, parte hacia Ávila para realizar estudios eclesiásticos. En 1761
se gradúa como bachiller en Cánones (Derecho canónico) en la Universidad de
Osma (Soria), obteniendo la licenciatura en la Universidad de Ávila en 1763. En
1764 fue becado en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de
Alcalá, para seguir sus estudios eclesiásticos, graduándose de bachiller en
Cánones. Allí conoció a Cadalso y a Campomanes.
Después de licenciarse ocupó en 1767 la plaza de magistrado
de la Real Audiencia de Sevilla. Allí fue alcalde del crimen y oidor en 1774.
En 1775 fue uno de los promotores de la Sociedad Patriótica Sevillana, de la
que fue secretario de artes y oficios.
En 1778 consiguió el traslado a la Sala de Alcaldes de Casa
y Corte en Madrid, en parte gracias a la influencia del duque de Alba, a quien
había tratado en Sevilla. En Madrid entró en la tertulia de Campomanes, a la
sazón fiscal del Consejo de Castilla, el cual le encomienda distintos trabajos
que le satisfacen especialmente, reconociendo en Jovellanos a un hombre de
amplia formación y reconocida solvencia en el terreno económico. En 1780 accede
al Consejo de Órdenes Militares. En 1782 formó parte de la comisión que puso en
marcha el Banco de San Carlos. Fue miembro de la junta de comercio de la
Sociedad Económica Matritense y, desde diciembre de 1784, su director. Redacta
diversos estudios sobre la economía de España, entre los que tiene singular
valor el Informe sobre la Ley Agraria, en la que aboga por la liberalización
del suelo, recogiendo el pensamiento liberal, norma sobre la que el Consejo de
Castilla había volcado sus esperanzas para reformar y modernizar el agro
peninsular.
Plenamente integrado en la vida cultural madrileña, fue
miembro de la Real Academia de la Historia (1779), de la Real Academia de San
Fernando (1780) y de la Real Academia Española (1781).
Sin embargo, el inicio de la Revolución francesa paralizó
con Carlos IV las ideas ilustradas y apartó de la vida pública a la mayoría de
los pensadores más avanzados.
Tras la caída de su amigo Francisco de Cabarrús, Jovellanos
se vio obligado a marchar de la Corte, desterrado, estableciéndose en su ciudad
natal en 1790, donde redactó un Informe sobre espectáculos que le había
encargado la Real Academia de la Historia y viaja por Asturias, Cantabria y el
País Vasco para conocer la situación de las minas de carbón y las perspectivas
de su consumo, realizando sus primeros informes sobre el Valle del Candín en
Langreo. Jovellanos ya se había mostrado favorable al aumento de la producción,
para lo cual era preciso liberalizar la explotación de mineral. Tras sus viajes
mineros presentó nueve informes con los resultados de su comisión y consiguió
que se liberalizase parcialmente la explotación de carbón en 1793. Proyectó la
idea de una carretera carbonera entre Langreo y Gijón que no llegó a ver.
Entre 1790 y 1791 viajó varias veces a Salamanca para
encargarse de la reforma de los Colegios de las Órdenes Militares. Como
subdelegado de caminos en Asturias (1792) intentó acelerar la conclusión de las
obras de la carretera a Castilla (que había comenzado en 1771), a fin de
terminar con el aislamiento de Gijón, pero la falta de fondos imposibilitaría
su final.
A iniciativa de Jovellanos se creó en 1794 el Real Instituto
Asturiano de Náutica y Mineralogía en Gijón, en el que intentó aplicar las
ideas de la Ilustración en la enseñanza.
Tras la alianza con la Francia revolucionaria, Manuel Godoy
pretendía realizar ciertas reformas y contar con los más importantes de los
ilustrados, por lo que le ofreció a Jovellanos el puesto de embajador en Rusia,
que este rechazó. Sin embargo, el 10 de noviembre de 1797 aceptó el puesto de
ministro de Gracia y Justicia, desde el que intentó reformar la justicia y
disminuir la influencia de la Inquisición, pero tras nueve meses en el gobierno
cesó el 16 de agosto de 1798 y volvió a Gijón. Allí proyectó la creación de una
academia asturiana, que tendría como función el estudio de la historia y de la
lengua asturiana, y elaboró 200 fichas de léxico del asturiano.
En diciembre de 1800, tras la destitución de Mariano Luis de
Urquijo como ministro de estado, vuelve Godoy al poder y ordena la detención de
Jovellanos el 13 de marzo de 1801 y su destierro a Mallorca, primero al
monasterio de la Real Cartuja de Jesús de Nazaret, donde fue bien tratado por
los monjes —en el actual municipio de Valldemosa—, y luego a la prisión del
castillo de Bellver. Durante los años de prisión empeoran sus problemas físicos
y aumenta su religiosidad. Poco a poco, y gracias a que conservaba el sueldo de
ministro, compró muebles lujosos y muchos libros, pese a padecer cataratas.
Liberado el 6 de abril de 1808, tras el motín de Aranjuez, rechazó formar parte
del gobierno de José Bonaparte y representó a Asturias en la Junta Central,
gobierno del que realizó su reglamento junto a Martín de Garay. Desde él
impulsó la reunión de la Asamblea dirigiendo la comisión de Cortes, pero la
entrada de los franceses en Andalucía obligó al gobierno a dejar Sevilla y
refugiarse en Cádiz. La propaganda de los aristócratas que se negaban a la reunión
de Cortes provocó la caída de la Junta Central y la instauración de una
regencia, cuyo reglamento fue redactado de nuevo por Jovellanos y Martín de
Garay. Las calumnias vertidas contra los centrales hizo que varios estos
abandonasen Cádiz, como ocurrió con Jovellanos, que se embarcó con rumbo a
Asturias, pero una tempestad le condujo a Muros el 6 de marzo de 1810.
Permaneció en Galicia varios meses y escribió la justificación política de su
actuación en la Junta Central, Memoria en defensa de la Junta Central, que se
imprimió en La Coruña. Tras la marcha de los franceses de Gijón, el 27 de julio
de 1811 dejó Galicia y volvió a Gijón, aunque un contraataque francés hizo que
tuviera que marcharse una vez más. Enfermo de pulmonía, murió en Puerto de Vega
el 27 de noviembre de 1811.
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