Calle del Olivar

La calle del Olivar está entre la calle de la Magdalena y la calle de Lavapiés, bs. de Ministriles y de Lavapiés, d. del Hospital, p. de San Lorenzo. 

Debe su nombre a que en sus orígenes toda la zona ocupada por la calle era un extenso olivar que llegaba hasta el santuario de la Virgen de Atocha donde se ubicaba un humilladero donde se daba culto al Cristo de la Oliva, obra de Pereira.

En el año 1564 unos judíos destrozaron la imagen y quemaron el humilladero. Felipe II al conocer esta situación mandó su reconstrucción y su traslado en procesión hasta la iglesia de Atocha. En esta iglesia permaneció la imagen hasta que se levantó la ermita que le daría cobijo en el paseo de la Infanta Isabel. 

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Dice Pedro de Répide de esta calle:

Aquí se hallaba el dilatado olivar en el que terminaba el calvario de la villa, y que se extendía hasta más allá del santuario de Atocha. En este olivar estaba el humilladero en que se veneraba el crucifijo que robaron unos judíos en 1564 y le profanaron azotándole y rompiendo la imagen. 

Al tener Felipe II noticia de este desaguisado, mostró tanto sentimiento que hizo que la corte vistiese luto y dispuso que el cardenal Quiroga, arzobispo de Toledo, juntase todos los pedazos de la sagrada efigie, uniéndolos luego un artista, y en procesión solemne llevóse a colocar en el convento de Atocha, siendo reedificada la ermita el año 1598, en el camino de ese monasterio, hacia donde es ahora la desembocadura de la calle de Alfonso XII, y a la cual ermita, que se llamó el Cristo de la Oliva, fue también llevada la imagen del Ángel, que estaba en el camino de Alcorcón.

 

El olivar fue desapareciendo conforme iba aumentando la población por aquellos sitios, y una de las primeras casa que se construyeron en esta calle fue la de D. Eugenio Rosete, sobre la cual, en 1690, dio un préstamo de 8.800 reales la Congregación de San Pedro de los Naturales, con la herencia de Calderón de la Barca.