La plaza de la Platería de Martínez se encuentra entre el paseo del Prado y las calles de la Alameda, calle de Moratín y calle de las Huertas.
Toma el nombre del edificio de la Platería de Martínez,
escuela para jóvenes aprendices de plateros, construido en 1792 y derribado a
finales del siglo XIX o principios del XX.
El espacio de la glorieta estuvo ocupado, en un primer
momento, por las huertas del noviciado de las Hijas de la Caridad y después,
por la Real Platería de Martínez, institución creada bajo la supervisión de
Carlos III como escuela de orfebres y para abastecimiento de la Real Casa. El
edificio, de estilo Neoclásico, era obra del arquitecto Carlos Vargas Machuca.
En la actualidad es una plaza de pequeño tamaño en los
aledaños del paseo del Prado, presidida por una fuente moderna que imita el
estilo Neoclásico de la antigua fábrica de platería.
Oficialmente fue creada por Real Cédula de 29 de abril de
1778. Coincidió con un periodo de esplendor de la platería española que se
alargaría hasta la mitad del siglo XIX, gracias a esta iniciativa que fomentó
la creación de escuelas similares en otras grandes ciudades. Así, a través de
las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, se fundaron escuelas
vinculadas a las mismas.
El origen de la Real Fábrica fue el platero Antonio
Martínez, oscense al que se le conoce trabajando en Zaragoza alrededor del
tercer cuarto del siglo XVIII, mientras se forma en dibujo y pintura con los
hermanos Bayeu (Francisco y Ramón) y, posiblemente, con Francisco de Goya. Se
desconoce con exactitud la razón por la cual se dedicó finalmente a la
platería, si bien algunos autores sostienen que su padre era platero aragonés.
En 1774 se sabe que viajó por Europa, singulamente estuvo en París y el Reino
Unido aprendiendo de los mejores plateros de ambos países. Cuando volvió a
España creó la Escuela de Platería Martínez. No era una figura desconocida para
Carlos III, al que había ofrecido distintas piezas antes de emprender su viaje
y que el Rey pagó, así que la fundación de la Escuela es coincidente en el
tiempo con el reconocimiento de la misma con el título de Real Fábrica,
posiblemente por la imposibilidad de que se iniciaran actividades similares sin
consentimiento expreso de la Corona.
Creada la Real Fábrica, se estableció un cupo máximo de
dieciséis alumnos, la obligación de Antonio Martínez de crear las máquinas e
ingenios necesarios para su funcionamiento, la obligación del mismo de
transmitir su saber a sus discípulos y la Corona compraba una parte de las
piezas elaboradas en oro y plata. También se le reconoció el derecho a emitir
títulos de maestro, a pesar de la oposición del Colegio de Plateros que, hasta
entonces, tenía la exclusiva autorización para ello.
Los alumnos eran escogidos por un proceso complejo entre
jóvenes menores de 20 años en el que las Sociedades Económicas de Amigos del
País, la Junta de Comercio de Madrid y el Ministro de Comercio (que actuaba
como patrón de la Escuela en nombre del Rey) seleccionaban a los que
consideraban más aptos, y los pensionaban durante cinco años.
Hasta la muerte de Antonio Martínez (1798) la producción de
la Escuela estuvo muy influida por el neoclasicismo, las obras francesas y
británicas y la notable influencia de los plateros italianos que empezaron a
instalarse en España. Sirvió piezas en toda España, en especial para la
Iglesia, las Hermandades religiosas y la Corona. Después la Escuela siguió con
estilos de todo tipo, según época, y siempre regentada por directores
vinculados a la familia Martínez. Durante el reinado de Isabel II se
incrementaron notablemente las piezas de orfebrería solicitadas por
particulares para decorar sus estancias, en especial la burguesía emergente.
La Real Fábrica no pudo sobrevivir al final del reinado de
Isabel II, y desapareció en 1869, dentro de una España convulsionada por
cambios políticos y económicos y por un Estado que había dejado de prestar
atención a la educación ilustrada de una época pasada. Al final del siglo XIX
de nuevo aparecerá una formación reglada de orfebres.
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