La calle de Ventura de la Vega transcurre entre la Carrera de San Jerónimo y la calle del Prado.
Se denominó así por acuerdo municipal de 2 de enero de 1888,
en memoria del famoso autor dramático, nacido en Buenos Aires en 1807.
Buenaventura José María de la Vega y Cárdenas conocido como
Ventura de la Vega (Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, 1807 -
Madrid, 1865) fue un escritor y dramaturgo hispanoamericano que tuvo su
consagración en España.
Nació en la ciudad de Buenos Aires, entonces capital del
Virreinato del Río de la Plata, el 14 de julio de 1807. Su padre al morir
manifestó su deseo de que fuera educado en España y al cumplir los once años,
ya producida la Revolución de Mayo y en plena lucha por la emancipación
Argentina, su madre lo envió a la península al cuidado de un tío suyo.
La tradición indica que mientras el niño se resistía a ser
embarcado y era conducido por la fuerza desde el muelle gritaba
"Ciudadanos, ¿consentiréis que se destierre á un argentino de su patria, á
la fuerza, y contra su voluntad?".
Su adaptación en España habría sido rápida. En el colegio de
San Mateo de Madrid fue discípulo de Alberto Lista, de quien recibió el gusto
por un clasicismo moderado, y compañero de José de Espronceda, con el cual
formó parte de la Sociedad de Los Numantinos, por lo que estuvo preso en un
monasterio de Madrid.
Muerto su tío, finalizada la guerra y consolidada la
independencia argentina, su familia le pidió que regresara a Buenos Aires pero
Ventura decidió permanecer en España.
Conservador desde 1836, llegó a ser profesor de Isabel II y
director del Teatro Español en 1847, así como académico de la Lengua Española
en 1842; en su discurso de ingreso atacó al Romanticismo por su agresividad
social. Sus ideas juveniles, algo volterianas, evolucionaron hacia la
religiosidad, sobre todo a partir de su matrimonio con la célebre cantante
Manuela Oreiro de Lema (1838).
Ventura de la Vega es poeta lírico y dramático. Sus poesías,
a menudo de circunstancias, poseen finura y elegancia formal. En general, tanto
en poesía como en teatro, es clásico y contrario al Romanticismo, aunque algunas
veces reciba su influencia. Sus libros poéticos son Rimas americanas (La
Habana, 1833, sólo los primeros poemas), Obras poéticas (París, 1866) y Poesías
líricas (Madrid, 1873). Como comediógrafo sigue la estela de Leandro Fernández
de Moratín y Manuel Bretón de los Herreros y hace gala de un sistema de valores
claramente burgués y de clase media, por medio de una comedia de salón realista
y moralizadora. Se muestra, pues, un precursor del teatro de Adelardo López de
Ayala y de la alta comedia de Jacinto Benavente. Traductor infatigable, dejó no
menos de 86 traducciones de piezas teatrales, entre ellas muchas de Eugène
Scribe.
Escribió libretos de zarzuela como Jugar con fuego (1853),
para Francisco Asenjo Barbieri. Su comedia más conocida es El hombre de mundo
(1845), historia de un calavera atormentado por los celos, que Marcelino
Menéndez Pelayo la consideró demasiado artificiosa. Una frase de esta obra,
"Todo Madrid lo sabía, / todo Madrid menos él" se ha convertido en
frase hecha. También cultivó el drama histórico con piezas como Don Fernando de
Antequera (1847) o La muerte de César (1865), esta última una obra muy
apreciada por Juan Valera. Los críticos destacan en este autor la excelente
versificación y su respeto a la documentación histórica. La muerte de Curro
Cejas (1866) es una parodia de esta obra hecha por el mismo autor. Dedicó dos
obras a Cervantes: Don Quijote en Sierra Morena (1832), basada en el episodio
de Cardenio y Dorotea, que le valió elogios de Larra, y Los dos camaradas,
(1857), sobre la vida del Manco de Lepanto.
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