La calle de Juan de Herrera está entre la calle de Calderón de la Barca y la plaza de San Nicolás.
Esta calle se abrió en el solar del derribado convento de
Constantinopla y recibió el nombre del arquitecto Herrera, porque fue enterrado
en la vecina iglesia de San Nicolás.
Juan de Herrera nació en Movellán, Cantabria sobre el año
1530 y murió en Madrid, 1597. Su familia era una familia de hidalgos
castellanos lo que le permitió una esmerada educación en diferentes ramas del
saber y las artes así como de las armas.
Estudió en la Universidad de Valladolid y al acabar los
estudios, en 1548, se enroló en el séquito del entonces todavía príncipe
Felipe, hijo del emperador Carlos I, participando en algunas campañas militares
en Italia, Alemania y Flandes. Más tarde, en 1553 volvería a Flandes a luchar
con los ejércitos de Carlos I.
En 1561 comienza a trabajar para la Corona en Aranjuez. Dos
años más tarde, se traslada a Madrid para trabajar junto a Juan Bautista de
Toledo en la construcción del Monasterio de San Lorenzo del Escorial, del que
se hizo cargo a la muerte del maestro. Amplió y cambió la ornamentación del
interior de la iglesia y la traza de la fachada, haciendo un edificio sobrio,
baso en la horizontalidad, la uniformidad y una austera decoración.
Al tiempo que trabajaba en el Escorial, se hizo cargo de
otros proyectos en Sevilla y Toledo.
En 1579 Felipe II le nombra Inspector de Monumentos de la
Corona lo que hace que su estilo sea expandido por todos los territorios
españoles a la vez que le proporciona nuevos grandes proyectos entre los que
destaca la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción de Valladolid, obra de
gran envergadura para la cual el arquitecto ideó una estructura de enorme
complejidad, que quedó inconclusa pero sirvió de ejemplo para las de México y
Lima que comenzaría en 1589.
En 1582 funda de la Academia de Matemáticas de Madrid,
antecedente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, bajo
el mecenazgo de Felipe II.
En 1594 una grave enfermedad hace que no pueda seguir con el
trabajo activo por lo que se ve obligado a retirarse. Moriría unos años
después, el 15 de enero de 1597, en Madrid.
En contraposición a la arquitectura del primer tercio del
siglo XVI, el plateresco, Herrera disuelve la ornamentación figurativa dando
como resultado la culminación de los volúmenes arquitectónicos propia del
clasicismo. La influencia del herreriano se extendería por casi un siglo y tendría
seguidores tan relevantes como Francisco de Mora, Juan Gómez de Mora o Juan
Gómez de Trasmonte.
Sus principales obras en la comunidad de Madrid son:
Monasterio de El Escorial (1563).
Palacio Real de Aranjuez (1561).
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