Entre la calle de Santa Isabel y la calle de Atocha hay una
estrecha calle denominado Pasaje de Dore.
En 1896, se instalaba en Madrid el primer cinematógrafo,
gracias a una concesión de Lumiére en los bajos del Hotel Rusia, sito en la Carrera de San Jerónimo. A comienzos del siglo XX, el metraje de las películas fue en
aumento y poco a poco se fueron construyendo barracones fijos en los solares
vacíos de los alrededores de la calle de Atocha. Barracones, que con los años, se
les irían añadiendo elementos de mampostería, decorados y adornos de escayola, con
la finalidad de atraer al público.
En uno de ellos se construyó el primer Cine Doré. Estaba situado en el Pasaje de Doré. Acerca de la atribución del
nombre, hay dos teorías: la primera defiende en que es en honor a Pablo
Gustavo Doré, pintor francés, autor de ilustraciones para ediciones especiales
de la Biblia y de El Quijote; la otra defiende
que el nombre real era Cine DO-RE, haciendo alusión a las dos primeras
notas musicales. En varias fotografías de Manuel Urech, fechadas en 1964, se
puede apreciar que el nombre del cine está escrito con un guión intermedio y
posiblemente en la última restauración no se pintó el guión entre ambas
sílabas.
Esta primera barraca fue inaugurada el 19 de diciembre de
1912, siendo su propietario Antonio Llovet; contando con una capacidad de 1250
espectadores. Era una construcción de ladrillo, distribuido en planta baja y
dos pisos; jardín y salón fumador. Fue, en un primer principio destinado a Salón;
es decir, un amplio local para diversas actividades de ocio, entre ellas, la
proyección de películas.
Es en 1922 cuando se proyecta el actual Cine Doré. El
arquitecto Críspulo Moro Cabeza firma los planos, bajo la promoción del
industrial Arturo Caballero Alemán; también interviene Francisco Garriga,
especialista en la fabricación de muebles. La licencia de construcción es de
1922.
El estilo modernista que adoptó era el habitual en los
cinematógrafos, siendo coherente con la arquitectura madrileña de la época. En
la fachada principal destacan seis columnas jónicas; la parte alta está
rematada por una balaustrada de piedra y en su centro, un frontis con un
medallón rodeado de flores.
A partir de 1930 se configura como una sala de reestreno,
con dos sesiones diarias, conociéndose como "El cine de los buenos
programas". Tras la Guerra Civil, surgen nuevos locales que le hacen la
competencia, lo que hace que muestre un aspecto más vulgar.
Durante la década de los 50 se le conoció como "el
Palacio de las Pipas", ya que los espectadores hacían un consumo abusivo
de dicho fruto seco durante las proyecciones, dejando el suelo
"sembrado" con sus cáscaras. La entrada costaba 1 ó 1,5 pesetas,
dependiendo de si era entrada del patio de butacas o del "gallinero",
pudiéndose comprar 5 ó 10 céntimos de pipas. Se suministraba con un dispensador
en las palmas de las manos. Imagino, y permítanme la observación pues ha sido
mi madre la narradora de dicha anécdota, la sonrisa de los niños y los no tan
niños, con las manos juntas rebosando pipas, disponiéndose a ver esa ansiada
película con los actores "de moda" de la época.
En 1963 cerró sus puertas y poco a poco cayó en el abandono
por desidia. Su fachada y sus muros exteriores son pruebas irrefutables de
ello.
La Corporación Municipal en 1982, lo adquiere, el
Ayuntamiento lo compra y es cedido al Ministerio de Educación y Cultura,
decidiendo destinarlo como sala de proyecciones para la Filmoteca Nacional. Se
le concede la restauración a Feduchi Benlliure, fechándose el primer proyecto
en mayo de 1982. La restauración tiene lugar de 1984 a 1989, inaugurándose el
28 de febrero de ese año como Filmoteca Nacional. Se siguen conservando tanto
los elementos arquitectónicos y como decorativos del edificio antiguo,
construyéndose una segunda sala en su parte inferior; con lo que actualmente el
edificio cuenta con tres salas de proyecciones: sala 1 (reconstrucción de la
primitiva del Salón Doré), sala 2 (de diseño más moderno) y sala 3 o Luis
García Berlanga (sala al aire libre, funciona únicamente desde julio a mediados
de septiembre, cuenta con un servicio de bar). El hall central se restaura y se
habilita para que albergue un bar-restaurante y una librería especializada en
temas de cine, conservando su estructura de patio rectangular con balconada
superior, el cual está iluminado por un lucernario central; en el primer piso
se instalan despachos y una sala de prensa en la que hay un equipo de
proyección de vídeo.
La oferta de películas que se ofrece es variada, con cuatro
sesiones diarias (la primera es a las 17,30 y la última a las 22,00) de martes
a domingo, con un coste de 2,50 e; habiendo bonos de 10 sesiones. Las películas
extranjeras se exhiben siempre en versión original y cuando las copias de las
películas carecen de subtítulos, éstos se realizan de manera electrónica.
Existe venta anticipada desde las 21,00 horas del día anterior. El horario de
la librería es de 17:30 a 22:30 y el de la cafetería de 17:00 a 00:45.
Paul Gustave Doré (Estrasburgo, Francia, 6 de enero de 1832
– París, Francia, 23 de enero de 1883) fue un artista francés, pintor,
grabador, escultor e ilustrador.
Publicó su primera ilustración a los 15 años, realizó un
libro con ilustraciones de París, se le encargaron trabajos sobre François
Rabelais, Honoré de Balzac y Dante Alighieri. A muy temprana edad cobraba más
que Honoré Daumier.
En 1853 le pidieron ilustrar trabajos de Lord Byron. Al
término de estos le solicitaron trabajos para escritores de habla inglesa,
incluida una nueva versión de la Biblia, así como la famosa obra de Edgar Allan
Poe, El cuervo.
En 1862 viajó por España con el barón Davillier. Al año
siguiente, ambos publicaron en conjunto una serie de crónicas sobre Valencia,
Galicia, etc. que se incluyó en la colección Le Tour du Monde. Residió por unos
meses en Barcelona. En la década de 1860 ilustró una edición francesa de El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. Le ayudó en
esta tarea su amplio conocimiento de la realidad de España; este trabajo fue un
éxito, convirtiendo los grabados de Doré en una de las imágenes más
emblemáticas de los personajes cervantinos, repetidas sin descanso en ediciones
posteriores.
La Biblia (ilustrada en 1865) fue un gran éxito para el
artista, de manera que en 1867 tuvo que hacer una gran exposición de sus obras
en Londres. Esta celebración le permitió fundar la Doré Gallery en New Bond
Street.
En 1869, Blanchard Jerrold, hijo de Douglas William Jerrold,
sugirió que trabajaran juntos para producir un retrato de Londres. A Jerrold se
le ocurrió la idea de plasmar The Microcosm of London hecho por Rudolph
Ackermann, William Pyne y Thomas Rowlandson en 1808.
Doré firmó un contrato de cinco años con la editorial Grant
& Co. Eso implicaba que tenía que pasar al menos tres meses al año en
Londres. Cobró la suma de 10 000 libras esterlinas (160.000 dólares
aproximadamente) por año. El libro London: A Pilgrimage, con 180 grabados fue
publicado en 1872. Aunque fue un éxito comercial, a algunos críticos no les
gustó la publicación. A muchos les disgustó que Doré mostrara en su obra la
pobreza existente en Londres. Fue acusado por el Art Journal de «fantasioso más
que de ilustrador». La Westminster Review denunció que «Doré hizo un boceto del
pueblo, de la realidad que se vivía en ese momento».
London: A Pilgrimage fue un éxito financiero, y a Doré le
pidieron más encargos los editores ingleses. Su siguiente trabajo fue el
Paradise Lost (El paraíso perdido) para John Milton, The Idylls of the King
para Alfred Tennyson, The Works de Thomas Hood, y The Divine Comedy (La Divina
Comedia) por Dante Alighieri. Comienzan a aparecer sus trabajos en el
Illustrated London News.
Doré continuó ilustrando libros hasta que se produjo su
fallecimiento en París en 1883. Está sepultado en el Cementerio del
Père-Lachaise de la capital francesa.
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